Últimas tardes con Teresa

El título

Independientemente de que luego, tras la lectura, sus novelas gusten más o menos, muchos de los títulos de Juan Marsé (Barcelona, 1933) son tan golosos que al oírlos se abre el apetito lector: Encerrados en un solo jugueteÚltimas tardes con Teresa, La oscura historia de la prima Montse, Si te dicen que caí, El embrujo de Shanghai, Noticias felices en aviones de papel, etc. No extraña que, por su gracia poética o por lo que sugieren, hayan sido parafraseados decenas de veces en titulares de periódicos y en publicaciones diversas.

Por lo que se refiere al de la novela Últimas tardes con Teresa (1966), se recuerda con facilidad por cómo suena gracias a sus aliteraciones y por su significado, que apunta a la melancolía de una historia  de amor que se acaba. Anticipa, por otra parte, el punto de vista predominante desde el que está escrita la novela, pues esas tardes son las últimas para quien las pasó con Teresa, en este caso, el protagonista, Manolo Reyes, apodado Pijoaparte.

El origen

En una entrevista concedida en diciembre del 2006, cuando la novela cumplía 40 años, Juan Marsé recordaba que la idea de escribirla “surgió cuando estaba en París, en 1960. El primer latido ocurrió a raíz de unas conversaciones con unas chicas francesas a las que se suponía que yo daba clases de español. Nos reuníamos una vez a la semana, y una de ellas se llamaba Teresa, hija de un pianista. Una muchacha guapísima en una silla de ruedas. Me escuchaban, les contaba cosas de Barcelona, de mi barrio, y noté en ellas una atención especial. Ése fue el germen de la novela. Capté que despertaba en ellas cierta fascinación por el arrabal cuando les hablaba de mis juegos infantiles en el Monte Carmelo con los chavales de cabezas rapadas, hijos de los inmigrantes del sur. […] La nostalgia del arrabal que yo veía en aquellas señoritas se combinó con el sentimiento que advertí en los exiliados con relación a España. Conocía a los exiliados […]; hablaban de la inminencia de una huelga general, decían que la caída del franquismo estaba a la vuelta de la esquina, que los trabajadores estaban bullendo… Ahí no me podían engañar, porque desde los 13 años yo había trabajado en una gran taller, donde había 30 operarios, y yo sabía cuáles eran sus aspiraciones: comprarse un reloj, una gabardina, un coche. Aquel romanticismo de la izquierda que veía el cambio al doblar la calle no se correspondía con la realidad” (“El Pijoaparte sería hoy un inmigrante del Magreb”, entrevista de Juan Cruz a Juan Marsé, El País, 4 de diciembre de 2006).

El epígrafe

Al frente de la novela figuran unos versos en francés, un poema de Baudelaire (no se citan ni el título ni la última estrofa). El poema se titula “El albatros“, y una de sus muchas traducciones al castellano dice:

A veces, para divertirse, los marineros
cazan albatros, grandes pájaros de los mares
que, indolentes compañeros de viaje, siguen
al barco que navega sobre los oscuros abismos.

Mas apenas arrojados en la cubierta,
estos reyes del cielo, torpes y avergonzados,
dejan sus grandes alas blancas,
como remos, caer a sus costados.

¡Qué débil es y qué inútil el alado viajero!
Él, antes tan hermoso, ¡qué feo y ridículo aparece!
Uno, con su pipa le quema el pico;
otro, cojeando, remeda al lisiado que volaba.

El poeta es como este príncipe de las alturas
que asedia la tempestad y se ríe de las flechas,
desterrado en el suelo, entre burlas,
sus alas de gigante le impiden andar.

[Traducción de Ana María Moix, 1966.]

La última estrofa no aparece citada en el epígrafe para no confundir al lector, así se consigue que el albatros no se identifique con los poetas, sino con cualquiera que fracase después de haber intentado llegar muy lejos. Con los versos colocados intencionadamente en el umbral del libro Marsé tal vez haya querido destacar la importancia del medio en que se vive para ser quien se es: un pájaro tan imponente mientras vuela por los aires como el albatros pierde su fuerza y su elegancia cuando baja a tierra. Lo mismo le ocurre (parece anunciar el autor) al protagonista de esta novela, que pasa de ser objeto de deseo a ser objeto de burla y pierde su arrogancia cuando se descubre que no es quien creían.

Tema

Si el tema más evidente de esta novela es la imposibilidad de éxito de una relación extremadamente desigual (por diferencias económicas, culturales, de origen, de clase social, etc.), el subtema dominante sería la crítica de la inautenticidad de las relaciones en una sociedad devota de las apariencias, la de la Barcelona de la década de 1950, en plena dictadura franquista. Es decir, en simbiosis con la falsa condición de novela romántica (personajes que, por amor, parecen querer luchar contra las barreras sociales que lo dificultan), se desarrolla el tema moral de la impostura (personajes que, por diferentes motivos, fingen ser lo que no son).

Argumento

La noche de la verbena de San Juan de 1956, Manolo Reyes (Pijoaparte), que vive en una barraca de la barriada del Carmelo de Barcelona, entra con decisión en el jardín de una casa particular del barrio de San Gervasio para asistir a una fiesta a la que no ha sido invitado. Ha llegado hasta allí en una moto cualquiera que ha cogido en una plaza del Guinardó. En la fiesta conoce a una muchacha, Maruja, que dice veranear en Blanes, “en la torre de sus padres”. Unos meses después, en septiembre, Manolo se encuentra por casualidad con Maruja en Blanes, junto a una mansión (la Villa) cercana a la playa, y esa noche entra furtivamente en su habitación y hacen el amor. Por la mañana, cuando descubre que Maruja es una criada de la Villa y no la hija de los propietarios, decepcionado, en un arrebato de furia la despierta a bofetadas. Sin embargo, se hacen novios y empiezan a salir juntos; Maruja llega a conocer el ambiente en que vive Manolo y, de paso, le va hablando de Teresa, la hija de los Serrat, la familia para la que trabaja. Meses después, a consecuencia de una caída, Maruja entra en coma y es ingresada en una clínica de La Bonanova. Teresa y Manolo se encuentran con frecuencia en la habitación de la paciente, salen a pasear juntos y van intimando. Teresa, una estudiante progresista, quiere creer que Manolo es un obrero con ideología política de izquierdas, aunque Luis Trías, un líder estudiantil, no acaba de creérselo, y Manolo, por su parte, que ni trabaja como obrero ni tiene conciencia política, prefiere no desengañarla para mantenerla interesada. Maruja muere en la clínica y Manolo es detenido por la policía por haber robado una moto. Al saber que Manolo ha sido detenido por ese motivo, Teresa, que no sabía que fuera un delincuente, se echa a reír como si la historia con él “fuese un chiste viejo y casi olvidado”. Dos años después, cuando sale de la cárcel, Manolo se entera por Luis de esa reacción de Teresa y de los nuevos derroteros por los que está llevando su vida.

Estructura

La novela está compuesta por veintidós capítulos (veintitrés si se cuenta el primero, una simple viñeta), cada uno de ellos precedido por un breve epígrafe tomado de autores diversos (Espronceda, San Juan de la Cruz, Pablo Neruda, etc.). Los veintidós capítulos se agrupan en tres partes que se corresponden con la división clásica (presentación, nudo y desenlace).

En la primera parte (cinco capítulos) se desarrollan los encuentros entre Manolo y Maruja, durante el verano y el otoño de 1956, en tres escenarios principales: el barrio de San Gervasio, donde vive Teresa; el Carmelo, donde viven Manolo y sus amigos (Bernardo, el Cardenal, Hortensia…), y la casa señorial de Blanes, la Villa, donde veranea la familia de Teresa y adonde acude por las noches Manolo para encontrarse furtivamente con Maruja.

La segunda parte, la más extensa (diez capítulos), transcurre durante el verano de 1957. Maruja ha sido ingresada en una clínica como consecuencia de una caída, Manolo y Teresa la visitan y el supuesto pretendiente de Teresa, Luis Trías, deja de ser un estorbo; estos hechos propician el progresivo y particular enamoramiento de Manolo y Teresa y sus escapadas al Carmelo y a las playas de los alrededores de Barcelona.

En la tercera parte (siete capítulos),  se relatan los últimos encuentros de Manolo con Teresa a finales del verano del 1957, a veces solos o con los amigos de Teresa, a veces en la clínica ante la familia Serrat. Los escenarios en que se mueven los personajes se amplían por el Guinardó, las Ramblas, el Barrio Chino y Pueblo Seco. La muerte de Maruja, el abismo que se abre entre Teresa y Manolo, la denuncia de Hortensia y el encarcelamiento de Manolo ponen un amargo final a la historia.

Tanto la viñeta inicial como el último capítulo de la tercera parte presentan características propias. El cuadro descriptivo del principio funciona a modo de un salto en el tiempo, como una especie de anticipación cinematográfica (técnicamente se llama prolepsis): recoge el melancólico paseo de una solitaria y desigual pareja que avanza en la madrugada hacia un Floride blanco dejando atrás los restos de guirnaldas, farolillos y confetis de una verbena popular a la que asistirán Manolo y Teresa la noche del 11 de septiembre de 1957, pocas horas antes de enterarse de que Maruja acaba de morir. Capta con elegancia lírica el fin de fiesta, el fin del verano y (se descubre más tarde) el último momento de felicidad para Manolo junto a Teresa. En cuanto al último capítulo, se sitúa en el verano de 1959, dos años después de las últimas tardes pasadas con Teresa, cuando Pijoaparte sale de la cárcel y se encuentra en un bar, cerca de Las Ramblas, con Luis Trías, quien le cuenta cómo se había reído Teresa al enterarse de su detención. En ese momento el lector se acuerda del epígrafe inicial y piensa: “Teresa se ha reído de Manolo igual que los marineros se ríen del albatros que han cazado, el rey del cielo que ya no puede volar.”

Técnica

La novela utiliza un tipo de narrador omnisciente capaz de conocer lo que los personajes hacen, piensan (“Mal empezamos, chaval”, se dice a sí mismo Manolo), imaginan, desean, temen, recuerdan o recordarán en el futuro (“Era la madrugada del 12 de septiembre, recordaría la fecha por el desorden de flores y de besos que dejaron tras ellos, el triste abandono en que quedó todo”), un narrador que escribe la historia en 3ª persona sin disimular sus opiniones. Se trata de un narrador muy escrupuloso en el registro de ciertos datos (“El primer encuentro con Teresa Serrat tuvo lugar en la verja del jardín de su casa, en San Gervasio. Sucedió un jueves, a eso de las diez de la noche…”, pág. 77), pero con una fuerte tendencia al subjetivismo y a opinar muy libre y contundentemente sobre personajes y acontecimientos: “Con el tiempo, unos quedarían como farsantes y otros como víctimas, la mayoría como imbéciles o como niños, algunos como sensato, ninguno como inteligente, todos como lo que eran: señoritos de mierda” (pág. 232), concluye al hablar de los estudiantes que participaron en 1957 en los llamados hechos del Paraninfo.

En la narración predomina el punto de vista de Manolo y, muy en segundo lugar, en algunos momentos, el de Teresa. Sin embargo, en dos ocasiones por lo menos, el narrador cede la palabra a Maruja, que está inconsciente (en coma), para producir el efecto del monólogo interior:  “…la fragancia del jardín esa noche […], fue durante un pequeño descanso después de distribuir y preparar otra bandeja de canapés (ya sabía yo que faltarían) pues me dije mira vamos a sentarnos un rato al borde de la piscina para verles bailar…” (pág. 205), rememora Maruja en un larguísimo párrafo separado del resto del texto por un espacio en blanco, igual que ocurre más adelante, al final del capítulo dieciocho: “…mientras se dejaba caer muy despacio a los pies del elegante desconocido…” (pág. 273). El uso de esta técnica, que en un primer momento puede desconcertar por el desorden con que se engarzan las imágenes evocadas, permite, en teoría, conocer de manera más fidedigna los pensamientos más ocultos del personaje, aquello que no se atreve a reconocer conscientemente, y, a la vez, al insistir en episodios ya conocidos desde el punto de vista de Manolo, dar cabida a otra perspectiva (enfoque múltiple). No son estos los únicos fragmentos en los que emerge al exterior el mundo interior de los personajes: en varios pasajes, el narrador deja entrever las fantasías heroico-eróticas de Manolo en las que se ve a sí mismo como un héroe que salva de cualquier peligro a la heroína de sus sueños o en los que la imagen de Teresa se confunde con la de la actriz Jean Simmons en una imaginaria Teresa Simmons o con la de la hija de los Moreau, su primer amor en la igualmente imaginaria Teresa Moreau.

Todo eso no obsta para que en algún momento el narrador aparque a sus personajes y describa con rigor cómo se formaron los enjambres de barracas del Carmelo (capítulo tres de la primera parte) o se explaye con severidad sobre la naturaleza del incipiente movimiento estudiantil (capítulo primero de la tercera parte).

Un aspecto sobresaliente de este narrador es su capacidad para captar y retratar a sus personajes con trazos no abstractos, sino muy visuales y plásticos, y para señalar aspectos físicos que parecen reveladores de la personalidad de cada uno; por ejemplo, cuando se refiere al bigotito franquista de Oriol Serrat o a las piernas de tobillos anchos de su esposa. En ambos casos, como en muchos otros, el narrador manifiesta una fuerte tendencia a la ironía y a desvelar con humor sarcástico el aspecto más ridículo de algunos personajes y situaciones.

La acción principal se desarrolla a lo largo de poco más de un año (desde junio de 1956 a septiembre de 1957), con predominio de la linealidad cronológica (los hechos se cuentan siguiendo el orden en que ocurrieron), con algunas excepciones, básicamente para reconstruir momentos del pasado (analepsis): la infancia de Pijoaparte en Ronda (Málaga), la amistad de adolescencia de Maruja y Teresa en Reus, los recuerdos de cuándo se conocieron Manolo y Maruja, etc. Por no hablar de la anticipación temporal de la viñeta del principio  ni  del salto temporal a septiembre de 1959 del último capítulo.

El Carmelo

Muchos novelistas han inventado un territorio mítico donde situar sus sagas (Faulkner, YonakpatawphaGarcía Márquez, Macondo; Onetti, Santa María, etc.), pero a Juan Marsé no le ha hecho falta inventarlo. Como aclara en la entrevista citada, ha recordado los años de su infancia y adolescencia correteando por entre el Carmelo y el Guinardó y ha ido situando allí algunas de sus historias más punzantes de los años 40 y 50 del siglo pasado.

El barrio del Carmelo aparece descrito en Últimas tardes con Teresa como un barrio pobre y digno, formado por un enjambre de barracas autoconstruidas a lo largo de los años, a medida que iban llegando nuevos inmigrantes. Un barrio de aluvión que acogía a todo el que llegaba (“El barrio está habitado por gentes de trato fácil, una ensalada picante de varias regiones del país, especialmente del Sur”, pág. 25), en el que, sin embargo, en medio de la pobreza, el hambre y las calles enfangadas, quedaban resquicios para los sueños como un mecanismo necesario para no rendirse a la dureza del vivir: “En los grises años de la postguerra, cuando el estómago vacío y el piojo verde exigían cada día algún sueño que hiciera más soportable la realidad, el Monte Carmelo fue predilecto y fabuloso campo de aventuras de los desarrapados niños de los barrios de Casa Baró, del Guinardó y de La Salud” (pág. 24). Sin embargo, aunque el Carmelo no diste mucho de San Gervasio (unos siete kilómetros), entre ambos barrios se levanta una impenetrable barrera económica y social, muy perceptible para algunos. Así, “para la señora Serrat, el Monte Carmelo era algo así como el Congo, un país remoto e infrahumano, con sus leyes propias, distintas” (pág. 138): para ella, saber que Manolo vive en el Carmelo basta para suponer que es un “desvergonzado” y para pedirle a su hija que lo olvide.

Personajes

En Últimas tardes con Teresa Marsé presenta dos mundos contrapuestos: el mundo de la burguesía catalana, caracterizado como un mundo de pijos prejuiciosos, clasistas y relamidos, al que pertenecen Teresa, su familia y sus amigos (Luis Trías, Mari Carmen Bori, etc.) y el mundo del Carmelo, al que pertenecen inmigrantes (identificados genéricamente como murcianos o, más despectivamente, como xarnegos) que viven precariamente como Manolo y otros seres marginales, muchos de los cuales viven al borde o inmersos en la delincuencia (el Cardenal, Hortensia, Bernardo, las hermanas Sísters, etc.); por otro lado estarían Maruja y su familia, inmigrantes pero con trabajo estable al servicio de la burguesía, por lo que sirven de nexo entre ambos mundos (Manolo llega a conocer a Teresa gracias a Maruja).

El personaje de Manolo, aunque puede recordar a algunos protagonistas de la novela picaresca por su descaro, su gusto por vestir con elegancia, su carácter bronco y su facilidad para mentir, por sus orígenes humildes, por haber nacido en provincias y por su aspiración a ascender socialmente en la gran ciudad está emparentado con Julien Sorel (el protagonista de Rojo y negro, de Stendhal), con Eugène de Rastignaç (personaje de Papá Goriot y La piel de zapa, novelas de Balzac) e, incluso, según palabras del propio Marsé, con Jay Gatsby (de El gran Gatsby, de Scott Figtzeral) como “tipo que se fabrica a sí mismo”). Manolo puede ser violento (maltrata a Maruja, golpea brutalmente a Bernardo, entra en cólera con facilidad…), machista, roba motos para vendérselas al Cardenal, se juega a las cartas el dinero que no tiene, va dejando deudas a sus espaldas y más que buscar trabajo trata de dar el braguetazo, aunque, como señala Marsé, no sea el típico braguetero, y, sin embargo, a pesar de estos defectos, hay en él restos de inocencia, de decisión y de autenticidad capaz de, a partir de cierto momento, cautivar a Teresa, que llega a valorarlo por encima de sus amigos universitarios, más ricos, más cultos y… tan o más farsantes. Su capacidad para mentir sobre sí mismo llega a ser asombrosa: “Trabajo en los negocios de compraventa de mi hermano. Compraventa de coches” (pág. 155). Su obsesión por Teresa no le impide admitir para sí que la suya es una historia sin futuro, condenada de antemano. Manolo no se hace muchas ilusiones. En algún momento, incluso, se plantea contarle la verdad a Teresa: “¿Y si le hablara?…” (pág. 262).

Teresa, rubia de ojos azules, rasgos físicos que tanto le atraen de ella a Manolo, que es moreno, no es imagen de la bella cruel y despiadada, sino una joven universitaria perteneciente a la burguesía catalana, arrastrada por los incipientes movimientos estudiantiles de la época y fascinada algo ingenuamente por Luis Trías. No ve contradicción ninguna entre leer a Simone de Beauvoir, que predica la liberación de la mujer, y, al mismo tiempo, entretenerse con la revista Elle (“revista femenina de moda, belleza y cocina”), que es un escaparate de la mujer objeto, como tampoco entre considerarse de izquierdas y conducir con desparpajo un Floride blanco, símbolo de lujo. Quizás para diluir esas contradicciones prefiere creer que Manolo es un obrero comprometido con la lucha antifranquista, aunque ante su padre sea capaz de negar que lo conoce como San Pedro a Jesucristo (“Apenas lo conozco, papá…”, pág. 185) o como el mismo Manolo había hecho previamente cuando ella fue a avisarle del accidente de Maruja (“Yo no tengo novia. No conozco a ninguna Maruja”). Incluso con sus vaivenes, Teresa, caracterizada como una joven idealista, capaz de tener amistades con gente que escandaliza a los de su clase, empieza a madurar cuando sufre un enorme desencanto ante la impotencia y la pedantería de Luis Trias, en quien había confiado inicialmente. En el plano intelectual demuestra una honestidad muy superior a sus compañeros de grupo cuando admite, muy significativamente, preferir a Balzac y al personaje de Rastignac por encima de otros novelistas de moda (pág. 239).

Maruja, ingenua, confiada y sumisa, cree en Teresa como en una amiga fiel a pesar de la diferencia social y cultural y, aunque Manolo la maltratara, quiere creer en él como alguien que puede rectificar y enderezar su vida. Tampoco ella está idealizada ni se libra de incurrir en mentiras cuando Manolo le pregunta si veranea en la torre de sus padres o cuando no desmiente a Teresa que le pregunta por las reuniones clandestinas del supuesto comunista. En todo caso, su función en la novela es clara: es quien presenta a los dos personajes principales y quien alienta, sin advertirlo, el interés de Teresa por Manolo.

El Cardenal es hombre experimentado, maniático  y turbio que, además de los negocios de compraventa de motos robadas, parece ocultar muchos secretos, de ahí la atracción que parece inspirar en Manolo y en otros jóvenes del barrio. Aunque había ejercido un cierto poder sobre Manolo, a partir de cierto momento, viendo que este se le escapa y no se somete a sus deseos, empieza a adoptar un papel elusivo que será determinante para que Hortensia, una versión pálida y desvaída de Teresa, trate de tejer una red de dependencias y deudas con la que atrapar sentimentalmente a Manolo, pero como no lo consigue no duda en delatarlo a la policía.

Otro personaje que cumple un cierto papel decisivo, aunque involuntariamente, en la decantación de Teresa por Manolo es Luis Trías (gracias al desengaño erótico que sufre con él, Teresa empieza a desear a Manolo) en quien el narrador se ceba con sarcasmo presentándolo como impotente y como un ser superficial, izquierdista de pacotilla, incapaz de superar su clasismo ni la repugnancia teñida de celos que le despierta Manolo. En el último capítulo, ya convertido en un alcohólico sin remedio, cuando le cuenta a Manolo que Teresa se había reído de él, parece disfrutar malévolamente y vengarse de los antiguos golpes recibidos de alguien a quien considera inferior.

Bernardo, ocioso, débil y manipulable,  es un personaje característico del entorno semidelictivo en que se mueve Manolo, con quien tiene una relación de dependencia hasta el momento en que se casa con Rosa y pasa a depender de ella; luego, abrumado por la vida matrimonial, se va degradando por el alcoholismo (curiosamente, igual que Luis, que pertenece a una clase social tan distinta) hasta convertirse en una sombra de sí mismo. Manolo utiliza su nombre para hacerle creer a Teresa falsamente que tiene amigos muy comprometidos políticamente, lo que resulta una cruel ironía muy alejada de la realidad.

En fin, para Marsé los personajes no pueden ser de una manera simplista moralmente buenos o malos por el hecho de pertenecer a un determinado grupo social. Es cierto que los personajes del mundo burgués están presentados negativamente y, algunos, como moralmente desagradables, pero, en contrapartida, tampoco los personajes de clase baja como Manolo resultan ejemplares. Cada personaje tiene su matiz. Marsé sabe muy bien que si un novelista busca la verosimilitud no puede construir personajes maniqueos ni tampoco planos, idénticos a sí mismos de principio a fin. Tanto Manolo, como Teresa, como el mismo Luis pasan por diferentes fases, son personajes vivos que van cambiando a medida que van experimentando fracasos.

Humor

El humor que impregna las páginas de la novela  se manifiesta bajo diferentes mecanismos: el tono irónico del narrador, los juegos paródicos, los errores lingüísticos, las situaciones contradictorias, etc. Se trata de un tipo de humor que busca desenmascarar a los personajes (la mayoría, farsantes), desmitificar las modas intelectuales y, a veces, incidir en la crítica social. Sus manifestaciones son variadas, por ejemplo, a través de las descripciones de los padres de Teresa, cargadas de sentido político. De Oriol Serrat se destaca con ironía su bigotito franquista (“han querido eternizar su juvenil adhesión a la victoria con el fino, coqueto, bien cuidado y curiosamente recortado bigote ibérico”) y de Marta Serrat, su pierna, “símbolo de un sentido práctico y de una sólida virtud monserratina”.

Otras manifestaciones humorísticas más evidentes son las derivadas de la falsa presunción de que Pijoaparte es un hombre comprometido políticamente; por ejemplo, algunos momentos relacionados con el panfleto que Pijoaparte se compromete a imprimir sin tener noción de cómo hacerlo (el episodio termina de manera pijoapartesca en la terraza de un edificio de Pueblo Seco, adonde llega Manolo con la intención de ir por lana y solo consigue salir trasquilado) o cuando Teresa le habla a Manolo de Bertolt Brecht como si lo más natural del mundo fuese que un personaje apenas escolarizado como Manolo tuviese que estar muy ducho en el teatro de Brecht.

No falta  el humor basado en los usos o registros lingüísticos. En la primera escena, el mismo Manolo, consciente a su manera del significado de los registros lingüísticos, para impresionar a Maruja porque todavía no sabe que ella es una criada, utiliza varias veces la palabra “realmente” (cree que es palabra más propia de gente rica), y su manera de darse importancia  con esa palabra lo vuelve ridículo. Otras situaciones de la novela se vuelven humorísticas como consecuencia de equívocos basados en el desconocimiento de ciertas palabras. Cuando Manolo oye a hablar a los estudiantes de una máquina para imprimir panfletos entiende “lipotimia”, y no linotipia, que es una palabra que no conoce. Y cuando Teresa le habla de los pecés (palabra del argot político de la época para referirse a los miembros del Partido Comunista, PC), Manolo cree que se está refiriendo a peces de colores (pág. 158).

Abundan los juegos de intención paródica con nombres híbridos: con el nombre de Maruja (en diminutivo, como en la actriz Marujita Díaz, famosa en la época) y el apellido de Simone de Beauvoir se forma el híbrido Marujita de Beauvoir (un notable contrasentido que amalgama el nombre de una mujer sumisa y el de una feminista de pro), “compañera envidiable de Manolo Sartre o Jean Paul Pijoaparte” (pág. 127), formado por mezclar el nombre de Manolo con el de Jean Paul Sartre, filósofo y compañero sentimental de Simone de Beauvoir. De hecho, el nombre de Simone de Beauvoir llega a producir en otro momento el híbrido Teresa de Beauvoir. Otra broma onomástica consiste en llamar Maria’s Julian Jazz, a un grupo de jazz (broma a cuenta del filósofo Julián Marías). En todos estos casos queda claro que el narrador no se toma muy en serio, por diferentes razones, ni a Jean Paul Sartre, ni a Simone Beauvoir ni a Julián Marías, y los considera poco más o menos que charlatanes.

Tampoco faltan las alusiones que parodian referencias de contenido religioso: “Teresa veía, tocaba y luego creía” (pág. 279), alusión al episodio en que Santo Tomás necesitó tocar a Jesucristo para aceptar que había resucitado. O cuando Manolo reza “una oscura oración”: “¡Tere mía, rosa de abril, princesa de los murcianos, guíame hasta la catalana parentela” (pág. 319), en que se alude paródicamente al Virolai, o el nombre, menos irreverente, pero algo gamberro del grupo musical que actúa en el baile popular, el Trío Moreneta Boys. Sin que falten bromas a costa de la literatura reaccionaria: la obra Eugenio o la proclamación de la primavera, de Rafael García Serrano, autor franquista, se convierte aquí en Manolo o la proclamación erótico-social de la primavera (pág. 319).

Pero, en fin, si el sentido del humor empieza por uno mismo, Marsé demuestra en esta novela que sabe reírse de sí mismo, y así llama Marsé al pellizcón (pág. 252) que va por las salas de baile pellizcando el trasero de las mujeres y desapareciendo rápidamente.

Algunas referencias históricas y culturales

El principal acontecimiento histórico al que se alude en varias ocasiones en la novela y que tiene un valor central para entender la decantación ideológica de Luis, de Teresa y de otros estudiantes de su entorno es la protesta estudiantil de 1957, los llamados “sucesos del Paraninfo” de la Universidad de Barcelona, ocurridos el 18 y el 19 de febrero de 1957, cuando se arrojaron a la calle retratos de Franco y de José Antonio Primo de Rivera (el Gobierno replicó cerrando temporalmente la universidad). Esos disturbios habían tenido dos precedentes a los que se alude también en la novela: los llamados sucesos de 1956 ocurridos en Madrid (“En febrero de 1956, después de la suspensión de un Congreso de Estudiantes en Madrid, los ánimos estaban excitados, hubo un choque, sonó un disparo, y un joven cayó al suelo gravemente herido. Luis Trías, que por esas fechas estaba en Madrid […] fue detenido y sufrió seis meses de cárcel”, pág. 230), y las protestas de los estudiantes de Barcelona en octubre de 1956 contra la dictadura de Franco, en las cuales desempeña un cierto protagonismo Luis Trías, ya cargado con la aureola de preso franquista.

Algunas referencias culturales tienen que ver con obras y autores prohibidos por la censura franquista y leídos por los jóvenes izquierdistas en traducciones o en ediciones latinoamericanas que llegaban a España clandestinamente, como la poesía de Nazim Hikmet o los ensayos de Simone de Beauvoir (El pensamiento político de la derecha). El mismo sentido de identificación con el pensamiento de izquierdas tiene la referencia a los discos de Atahualpa Yupanqui, cantante argentino, o a películas prohibidas por la censura como El acorazado Potenkim, uno de los clásicos del cine ruso revolucionario. Pero si estas son las referencias culturales que interesan a los universitarios antifranquistas de la época, a Manolo le va más otro tipo de cosas, por ejemplo, la actriz Jean Simmons, su mito erótico, en películas como La isla perdida (Manolo la evoca obsesivamente en la playa de Castelldefels mientras imagina un híbrido entre Teresa y la actriz, una imaginaria Teresa Simmons). De hecho, una película que ven juntos, ¡Viva Zapata!, protagonizada por Marlon Brando, sirve de punto de extraña confluencia de sus gustos cinematográficos: Teresa, tan voluntariosa como ilusa, trata de ver en Zapata un posible precedente de un Pijoaparte revolucionario mientras que Manolo se fija en Marlon Brando como un seductor de quien aprender (“aprende, chaval”, se dice).

Otras ecos culturales se utilizan como elementos de cariturización de los universitarios de la época. Por ejemplo, en la conversación de los estudiantes en un bar del Barrio Chino (llamado pomposamente Saint-Germain-des.Prés) se alude a la caza de brujas del senador McCarthy, pero como de esa conversación sólo nos llegan algunos fragmentos que consigue atrapar Manolo, sin entenderlos muy bien, McCarthy aparece mencionado como Marcaci y Ethel Greenglass Rosenberg, víctima del mccartismo igual que su marido, aparece calificada por error (atribuible al estudiante que lo dice o a Manolo que cree escucharlo) como “un hijoputa llamado Greenglass”. En ese mismo contexto paródico, se alude a Balzac y a otros grandes novelistas del siglo XIX, de forma burda propia de ignorantes sabihondos: “En general, puede decirse que el novelista del siglo XIX fue poco inteligente” (idiotez a la que Teresa, con más sensatez e inteligencia que sus amigos, responde que ella prefiere Balzac a López Salinas, novelista que, según parece, preferían sus contertulios por simple devoción a la moda).

Todas estas alusiones ayudan a conocer mejor la época y el pensamiento de los jóvenes universitarios de entonces, aunque, de hecho, alguna otra tenga un disculpable carácter anacrónico: el Felipe, movimiento de izquierdas, que se cita en la pág. 115, no había sido fundado todavía; lo sería algo después, en 1958, y el Renault Floride, coche de lujo, no se fabricaría hasta 1958. Pero, obviamente, no se puede leer una novela como si fuera un libro de historia, el hecho de que aparezca aquí o allá un pequeño anacronismo no representa ningún demérito literario. En cambio, la portada de la revista Elle en la que Teresa apoya su rodilla (pág. 319) sí que se corresponde a la de aquel tiempo, como puede comprobarse en la siguiente ilustración.

Comentario

En uno de los poemas de Moralidades (1966), “Barcelona ja no és bona, o mi paseo solitario en primavera”, el poeta Jaime Gil de Biedma, amigo y, por aquella época, mentor literario de Marsé, recoge su experiencia de un paseo por Montjuïc y expresa un deseo:

[…]  Sólo montaña arriba, cerca ya del castillo,
de sus fosos quemados por los fusilamientos,
dan señales de vida los murcianos.
Y yo subo despacio por las escalinatas
sintiéndome observado, tropezando en las piedras
en donde las higueras agarran sus raíces,
mientras oigo a estos chavas nacidos en el Sur
hablarse en catalán, y pienso, a un mismo  tiempo,
en mi pasado y en su porvenir.

Sean ellos sin más preparación
que su instinto de vida
más fuertes al final que el patrón que les paga
y que el salta-taulells que les desprecia:
que la  ciudad les pertenezca un día. […]

Que la ciudad les pertenezca un día… Ese mismo deseo de integración y de mestizaje de los inmigrantes con la población autóctona lo defendía Marsé y lo encarna Pijoaparte. Sin embargo, Pijoaparte fracasa porque las uvas que él quiere comer, como las de la fábula clásica, estaban demasiado verdes, y no poder comer las uvas lo convierte en un perdedor… aunque ya fuera desde el principio un soñador que dudaba y que no acababa de creer del todo en su sueño de casarse con Teresa.

El cortejo de Manolo a Teresa, dos personajes opuestos en tantos aspectos, sobre todo en su condición social, sigue una fórmula clásica que, a veces, rige en las historias de amor: la ley de atracción de los contrarios. Aunque Marsé prefiere hablar de la nostalgia del arrabal, los franceses tienen una expresión, la nostalgie de la boue (la nostalgia del barro), que podría alegarse igualmente para explicar el encaprichamiento de Teresa por Manolo. Se define esa nostalgia como el gusto por lo más bajo y primitivo, por aquello que la clase media detesta y que la burguesía biempensante trata de prohibir a sus vástagos. Teresa, por impulso rebelde, tiene la tentación de diferenciarse, de acercarse a lo prohibido, pero su impulso se revela poco consolidado, pues luego, cuando encarcelan a Manolo, no le alcanza el coraje suficiente para defender sus sentimientos, renuncia y vuelve al redil familiar.

Que el matrimonio entre Teresa y Manolo no tendrá lugar se sabe antes de leer el libro: se anuncia en el título (si son las últimas tardes con Teresa, esto significa que la historia se acaba, que no continúa) y se anuncia en el epígrafe, como se dijo más arriba. Pero también lo señala el narrador en una imagen hermosísima en la primera página de la novela: “Hay en el caminar de la pareja el ritual solemne de las ceremonias nupciales, esa lentitud ideal que nos es dado gozar en sueños” (pág. 11). En esa escena, que anticipa el final, el narrador está avisando indirectamente de que Teresa y Manolo no llegarán a casarse, pues caminan con la lentitud con que se camina en los sueños, no en la realidad. Sin embargo, del fracaso algo se aprende, y el lector tiene la sensación de que así pasará con estos dos personajes; Teresa, por ejemplo, parece que, al final, después de haberse decepcionado de sus compañeros universitarios y de haber superado su “nostalgia del arrabal” se ha buscado nuevas amistades (su primo de Madrid…) muy alejadas del Carmelo y de ciertas veleidades intelectuales. En cuanto a Manolo, se diría que su humor se ha vuelto más amargo (cuando Luis le pregunta al final qué tal le ha ido, le responde que no le ha ido mal, que ha estado de viaje), pero no ha perdido la dignidad ni la entereza, y la maliciosa confirmación por parte de Luis de lo que Manolo ya intuía, que Teresa lo había olvidado, “no podía afectarle para nada, porque siempre […] la había llevado escrita en sus ojos sardónicos de una manera cruel e irrevocable” (pág. 330). Es decir, Luis sabe perfectamente que Manolo puede decir mil embustes, pero, al contrario que él y otros progresistas de pacotilla (o que la misma Teresa, que tiene mejor voluntad) no se engaña a sí mismo. Y es ese, precisamente, uno de los temas de la novela, la diferencia entre el engaño y el autoengaño. Todos mienten, pero hay muchas formas de mentir y de mentirse. Hortensia traiciona al Cardenal cuando le da dinero a Manolo y después traiciona a Manolo cuando lo denuncia por despecho. Incluso Maruja, que tiene menos pretensiones que otros, no duda en mentir por omisión cuando Manolo, creyéndola rica, empieza a cortejarla, y no le saca de su error hasta que no tiene más remedio. Las mentiras de Teresa, de Luis y de otros personajes de su entorno son de la categoría de autoengaños; todos, por esnobismo o moda, se fingen más progresistas de lo que en realidad son. Manolo en principio no pretende hacer creer a Teresa que él es un obrero comprometido, pero viendo que ella le atribuye un oficio y un compromiso político que no tiene, él se deja querer y acepta el juego por conveniencia. Esto no significa que se salve de la quema general. Bastaría, si no fuera suficiente con lo dicho en su contra, recordar que su menosprecio de los sentimientos de Hortensia le cuesta la cárcel, pero, sobre todo, que su cobardía al huir de la habitación en que deja a Maruja inconsciente no puede ser redimida cuando en la clínica recrimina a Teresa de manera farisaica que no hubiesen llevado a Maruja antes al médico.  De todas maneras, si Manolo y Teresa no quedan bien parados en la novela, tampoco los retratos de la familia Serrat, tan estirada y clasista, y el del grupo de universitarios (especialmente, el líder estudiantil, Luis) resultan complacientes. Marsé no parece hacerse ilusiones ni casarse con nadie. Se entiende, pues, que cuando escribió esta novela no pretendiera gustar a todos los lectores; sabía que algunos se incomodarían con él. No le importaba; él es un espíritu libre que no pretende gustar a los demás sino ser fiel a su manera de ver el mundo y de entender la literatura. Quería mostrar su visión de la Barcelona de los años 50 (y al que le pique, que se arrasque, parece decir), el tejido de mentiras, de autoengaños y de desigualdades sociales sobre el que se erigía la convivencia en la ciudad en aquellos años. Resulta admirable, por ejemplo, que Marsé, hombre de izquierdas, no se pliegue a la visión esperanzada, benevolente, algo cándida y optimista del movimiento estudiantil que solía tenerse desde la izquierda oficial y deje a su narrador calificar el movimiento estudiantil de la época con una expresión rotunda: “señoritos de mierda”,

La autenticidad del narrador a la hora de hablar sin tapujos de lo que no le gusta es uno de los aspectos más reconfortantes de la obra, pero ni mucho menos el único valor destacable. Es admirable, por ejemplo, su penetración a la hora de plasmar la psicología y las reacciones de sus personajes a través de gestos o de movimientos corporales. Esta cualidad la comparte Manolo, quien intuye, en su primer encuentro nocturno en la Villa, que Maruja se le entregará pese a estar amenazando con gritar, cuando observa, “a pesar de la oscuridad, el gesto que hizo de llevarse los dedos a la nuca para atusar sus cabellos” (pág. 43).

Este tipo de observaciones, tan frecuentes en la novela, sirve para valorar la obra más que por la crítica social que contiene por la verdad humana que muestra. En este sentido, valdría la pena destacar la primera escena en la clínica entre Teresa y Manolo, a la que ya hemos aludido, cuando él se debate entre sentimientos y sensaciones muy complejas y contradictorias. hasta el punto de que al sentir la mano de Teresa en su hombro, “y ante el temor de que la ternura o la compasión acabaran por jugarle una mala pasada, concentró su impulso vital, reprimido durante tres días a causa del miedo y de los remordimientos, en un arrebato de indignación” (pág. 146). La escena, de extraordinaria tensión, se queda grabada largamente en la memoria.

De  hecho, esa escena tan intensa sirve, como otras, para darle la razón a Marsé, quien, en una nota a la 7ª edición, en febrero de 1975, destacaba algunas imágenes de la novela que le seguían produciendo placer estético “como la de Teresa en su jardín de San Gervasio, avanzando hacia Manolo con el pañuelo rojo asomando por el bolsillo de su gabardina blanca y con una temblorosa disposición musical en las piernas. Y al Cardenal sentado en su sillón de mimbres color naranja, con su raído batín y su bastón, decoroso y pulcro, espiando la vida efímera de un músculo dorsal del murciano…”. Si no bastara con esas imágenes para subrayar la plasticidad de los detalles utilizados para impresionar la sensibilidad del lector, se podría recordar el penúltimo capítulo de la novela en que Manolo, “apretando entre sus muslos las ardientes caderas del depósito de gasolina” de una Ducati, cabalga épicamente en medio de la noche hacia la Costa Brava hasta el momento en que la policía, con una escueta palabra (“Documentación”), frena sin contemplaciones el vuelo del albatros de su ambición…

En definitiva, la novela cumplió ya 50 años y aguanta bien el paso del tiempo. Más que por las vicisitudes del argumento, que tiene tintes melodramáticos (aunque, todo lo contrario que aquí, en los folletines el galán pobre que seduce a la muchacha rica acaba saliéndose con la suya por su heroísmo, su emprendeduría o sus habilidades como arribista), la novela debe valorarse por sus cualidades literarias. Es verdad que algunas alusiones de época pueden parecer excesivas (por ejemplo, las digresiones sobre el movimiento estudiantil) o que algunas reacciones de Manolo pueden resultar insoportables y políticamente incorrectas para un lector contemporáneo (aunque el lector, obviamente, no tiene que compartirlas), pero los méritos de la novela (la honestidad del narrador, su humor irresistible, la plasticidad de algunas imágenes, la complejidad con que están analizadas algunas emociones, etc.) compensan ampliamente sus posibles defectos. A estas alturas, Juan Marsé lleva casi 60 años en el oficio y goza de buena salud literaria. ¡Que dure!

F. Gallardo

[Todas las citas de la novela corresponden a la 25ª edición de Seix Barral, Barcelona, febrero de 1996.]

Tiempo de memoria

La guerra civil española comenzó con un golpe militar. Existía una larga historia de intervención militar en la vida política de España, pero el golpe del 17-18 de julio de 1936 fue un instrumento viejo empleado para un objetivo nuevo. Se proponía detener la democracia política de masas que se había puesto en marcha por los efectos de la Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa, y se había acelerado por los subsiguientes cambios sociales, económicos y culturales de las décadas de 1920 y 1930. En este sentido, el alzamiento militar contra el orden democrático y constitucional de la Segunda República de España fue el equivalente del golpe de estado fascista que ocurrió tras la llegada al poder de Mussolini en Italia (1922) y Hitler en Alemania (1933), y cuya intención era también controlar manifestaciones similares de cambio social, político y cultural.

Helen Graham, Breve historia de la guerra civil

El pasado 29 de abril, en el club de lectura de nuestro instituto se comentó Tiempo de memoria. Una novela sobre el hombre que intentó matar a Franco, de Carlos Fonseca (Madrid, 1959), autor de documentados libros históricos sobre diferentes episodios de la Guerra civil como, por ejemplo, Trece rosas rojas. La sesión contó con la dirección y el asesoramiento de la profesora Agustina Rico, sobrina de José Rico, protagonista de la historia real en la que se basó Fonseca. Como algunos lectores y amigos no pudimos asistir a la sesión, queremos dejar constancia aquí del interés de la novela y ofrecer este espacio a quienes quieran dar su opinión por escrito.

Tiempo de memoria

Tiempo de memoria cuenta la historia de José Rico, un joven labrador de Monleras (Salamanca) que con apenas veinte años se enrola en el ejército con un amigo, Manuel Cadierna. Destinados a Ceuta en enero de 1936, allí, al cabo de pocos meses, concretamente el 18 de julio, sin el apoyo de su amigo Manuel, pero con la colaboración de otros soldados (por ejemplo, el cabo Veintemillas), José Rico va a trazar un plan para matar a Franco  horas después de que se supiera que este general encabezaba un golpe militar para derribar la República (“Cuando reviste la guardia, le dispararé a quemarropa”). El plan, sin embargo, no va a poder realizarse: va a ser descubierto por una delación y los implicados van a ser detenidos, torturados, encarcelados en el penal del Hacho, juzgados sin garantías, condenados a muerte y fusilados el 17 de abril de 1937. Mientras van ocurriendo estos hechos, en Monleras, la familia Rico, una vez que en el pueblo se ha sabido que José Rico está detenido en Ceuta, se ve sometida a un acoso y a un repudio constantes por parte de vecinos que hasta entonces habían considerado amigos, mientras otros simpatizantes de la República, con peor suerte todavía, son secuestrados por grupos falangistas y asesinados vilmente al borde de los caminos. La represión más brutal y feroz había comenzado en los pueblos con la colaboración de las autoridades locales y se ensañaba despiadadamente contra los más débiles e inermes, antes incluso de la caída de la República y del triunfo de la dictadura de Francisco Franco. Sin embargo,  a pesar de su significado como acto de rechazo y de resistencia contra el fascismo, durante muchos años la historia de José Rico yacerá sepultada en el olvido de los archivos militares hasta que un historiador, Ernesto (un personaje de ficción inspirado en otros reales), mientras investigaba la reorganización del Partido Comunista de España, encuentra por casualidad una carta que le llama la atención: “una carta sin aparente relación con el sumario que tenía entre manos. Estaba fechada el 18 de abril de 1937 en Ceuta e iba dirigida a don Antonio Rico Matías, vecino de Monleras (Salamanca). En el extremo superior izquierdo, un anagrama y la leyenda: Comandancia de Intendencia de la Circunscripción Occidental de Marruecos” (pág. 18). Esa carta, que comunicaba a los padres el fusilamiento y enterramiento de José Rico, va a cambiar el curso de la investigación de Ernesto. A partir de ese momento, dejará de lado su estudio sobre el Partido Comunista y tratará de buscar toda la información posible sobre José Rico, el hombre que tramó un plan para matar a Franco en Ceuta al día siguiente de iniciada la guerra. Ernesto comenta con Andrés, un discípulo y colaborador, el hallazgo de la carta y éste empieza a especular sobre lo que hubiera podido pasar si el plan para matar a Franco hubiera triunfado: “Podría haber cambiado el rumbo de la historia”, dice (pág. 229), pero desarrollar que hubiera pasado si el plan hubiera triunfado sería política-ficción, y esta novela prefiere atenerse a los hechos reales.

Puerto de Ceuta

Vista del puerto de Ceuta, uno de los escenarios de la novela

Como en la vida misma, por la novela desfilan personajes de todo tipo: algunos nobles y coherentes con sus principios democráticos, como el mismo Rico y su compañero Veintemillas; otros igualmente dignos por su lealtad  constitucional (por ejemplo, Antonio López Sánchez-Prado, alcalde de Ceuta, y Antonio Parrado, sindicalista, ambos encerrados en el penal y ejecutados); otros, crueles y brutales (por ejemplo, el Guarrero, el sargento encargado de castigar a los presos del Hacho, o el comandante Civantos, que detiene a Rico y a Veintemillas); otros, justos y prudentes (como Antonio Rico, padre del protagonista); otros, oportunistas y granujientos (como Baltasar Tavera, el cura, y Eloy Vicente, el alcalde de Monleras), etc.

Aunque la novela está escrita con un estilo contenido, preciso, sin ornamentación ni alharacas retóricas, y carece de efectismos y de dramatismos superfluos (el autor prefirió ponerse al servicio de la historia en lugar de poner la historia a su servicio), convence por su rigor documental (las referencias a los personajes históricos son muy exactas, no están literaturizadas) y por el certero trazo psicológico de los personajes. Algunas de las escenas descritas impresionan la memoria del lector por su verosimilitud. Por ejemplo, ésta:

“Sólo unas semanas bastaron para transformar Monleras. Vecinos de edad hasta entonces indiferentes a cualquier cuestión que pudiese ser tachada de política se paseaban ahora vestidos de falangistas, camisa azul con el haz y las flechas bordados en el pecho y gorrilla cuartelera de color azul marino y vivos rojos, como prueba de su segura adhesión a lo que todos llamaban el Glorioso Alzamiento Nacional. Habían viajado a Ledesma, e incluso a Salamanca, para comprar las prendas que les distinguían como hombres de ley. En la calle gritaban vivas a España con el brazo en alto, emulando lo que antes habían visto hacer a otros, y esperaban que el saludo les fuera devuelto como un eco. El pueblo era un enorme escenario donde cada vecino interpretaba un papel en el que muy pocos creían. Pura ficción con tal de evitar problemas o malentendidos” (pág. 283).

Esa ficción a la que de manera oportunista tantos se entregaron durante y después de la Guerra civil, lleva a pensar que, por contraste y para ejemplo de las generaciones venideras, los testimonios y los actos de las personas justas no deben ser olvidados, así el caso del soldado José Rico (al fin y al cabo, el título de la novela alude a la necesidad de mantener viva la memoria histórica). Lo dijo de manera inolvidable Luis Cernuda refiriéndose a uno de los brigadistas internacionales que intervinieron en la Guerra civil, pero lo pudo haber dicho igualmente de otros personajes de la novela que comentamos:

Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
Cuando asqueados de la bajeza humana,
Cuando iracundos de la dureza humana:
Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. […]

Gracias, Compañero, gracias
Por el ejemplo. Gracias porque me dices
Que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
Como testigo irrefutable
De toda la nobleza humana.

Así que, lector, recuérdala tú la historia de José Rico y recuérdala a otros, pues aunque Tiempo de memoria esté concebida como una novela y no como un libro de historia, la verdad que encierra transciende la ficción y toca nuestra sensibilidad, nuestra humanidad y nuestra memoria.

(Para más información sobre la historia de José Rico, véase la entrevista que Agustina Rico concedió a Salvador López Arnal en febrero de 2008 y la crónica publicada por el historiador ceutí  Francisco Sánchez Montoya en El Mundo el 31 de agosto de 2003.)

Sentirse Balzac (microrrelatos)

Hoy me siento bien, un Balzac, estoy terminando esta línea.

Augusto Monterroso

Si en la entrada anterior se hablaba de cuentos para promover la revista De 14 a 20 y estimular la participación en el concurso del mismo nombre, en ésta nos centraremos en una modalidad narrativa más breve todavía, el microrrelato, con el objetivo de animar a los lectores de este blog a cultivar ese tipo de escritos, algo que quizás ya hacen algunos sin pretenderlo cuando envían tuits.

Mientras que la novela, la novela corta y el cuento son subgéneros narrativos con una historia reconocida y consolidada, cuando se habla de microrrelatos  a veces se duda de su entidad y se discute hasta su nombre: minificcionesrelatos hiperbreves (se ha derivado de ellos una categoría especial, el nanorrelato o cuento de una sola línea: “Era tan bueno, tan bueno, que tenía cara de rosa”, escribió Miguel Mihura), minicuentos, microficciones, etc. Sin embargo, la historia de los microrrelatos —confundidos a veces con otros subgéneros como los adagios, los apólogos, las parábolas, los chistes, etc.— se remonta a los orígenes de la narrativa. Veamos dos ejemplos clásicos de la literatura universal en los que, como es propio del relato breve, el título ya sirve para orientar al lector sobre el contenido:

El sueño de la mariposa

Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu.

Chuang Tzu

El dinero soñado

—Esta noche he soñado que me dabas cien dinares —le dijo un día su hijo a Nasrudín.

—Perfecto —respondió Nasrudín—. Como eres un niño muy bueno, puedes quedártelos. Cómprate con ellos lo que quieras.

Mulá Nasrudín

En el ámbito de la literaturas hispánicas, el género de los microrrelatos empezó a ser estudiado y reconocido con todas sus consecuencias a partir de 1953, con la publicación de la antología Cuentos breves y extraordinarios, publicada por Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares como secuela de otra obra más extensa, la Antología de la literatura fantástica publicada por los mismos autores en 1940, en la que ya aparecían varios microrrelatos. Por ejemplo, éste, especialmente inquietante:

El gesto de la muerte

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:
—¡Sálvame! Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahán.

El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra a la Muerte y le pregunta:

—¿Por qué le hiciste esta mañana a nuestro jardinero un gesto de amenaza?

—No fue un gesto de amenaza —le responde— sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahán esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahán.

Jean Cocteau

Sin embargo, aunque tanto Borges como Bioy Casares fueran grandes defensores de los cuentos breves, es el guatemalteco Augusto Monterroso quien publica en 1959, en Obras completas (y otros cuentos)El dinosaurio, el microrrelato —o, si se prefiere, el nanorrelato—  más famoso de las literaturas hispánicas:

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.

Lo cierto es que a la reivindicación del cuento breve iniciada por Borges, Bioy Casares y Augusto Monterroso deben añadirse nombres memorables: Max Aub, Julio Cortázar, Juan José Arreola, Pere Calders, Gonzalo Suárez y muchos otros (véase, pongamos por caso, la antología La mano de la hormiga. Los cuentos más breves del mundo y de las literaturas hispánicas, publicada en 1990 por Antonio Fernández Ferrer, o consúltese la página Microrrelato, especializada en textos mínimos). Damos a continuación algunas muestras.

El monte

Cuando Juan salió al campo, aquella mañana tranquila, la montaña ya no estaba.
La llanura se abría nueva, magnífica, enorme, bajo el sol naciente, dorada.
Allí, de memoria de hombre, siempre hubo un monte, cónico, peludo, sucio, terroso, grande, inútil, feo. Ahora, al amanecer, había desaparecido.
Le pareció bien a Juan. Por fin había sucedido algo que valía la pena, de acuerdo con sus ideas.
—Ya te decía yo —le dijo a su mujer.
—Pues es verdad. Así podremos ir más deprisa a casa de mi hermana.

Max Aub

Cuento de horror

La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones.

Juan José Arreola

Tortugas y cronopios

Ahora pasa que las tortugas son grandes admiradoras de la velocidad, como es natural. Las esperanzas lo saben, y no se preocupan. Los famas lo saben, y se burlan. Los cronopios lo saben, y cada vez que encuentran una tortuga, sacan la caja de tizas de colores y sobre la redonda pizarra de la tortuga dibujan una golondrina.

Julio Cortázar

Venim de la pols

Van excavar davant de casa seva. No volien dir-li si feien una piscina o la base d’una glorieta. «Es tracta d’una sorpresa» responien a cada pregunta d’ell. I ho fou, perquè quan van completar les mides li donaren allò que se’n diu cristiana sepultura.

Pere Calders

Si después de leer estos ejemplos alguien duda de las posibilidades expresivas del microrrelato, del ingenio, de la sutileza, del misterio o del encanto que puede encerrar, puede enviarnos una refutación del género, sus opiniones o, si no duda y lo prefiere, algún ejemplo de su invención.

 

La fórmula preferida del profesor

En las dos sesiones —la de jóvenes y la de adultos— del Club de Lectura del pasado miércoles, 18 de septiembre de 2013, comentamos el libro La fórmula preferida del profesor, de la escritora japonesa Yoko Ogawa (Okayama, Japón, 1962). En la portada del libro ya podemos descubrir, de hecho, cuál es esa fórmula, la que está escribiendo un niño en la pizarra, la llamada identidad de Euler, un caso especial de la fórmula que desarrolló el matemático Leonhard Euler:

Cuando el otro día, antes de haberle hablado de este libro en particular,  me encontré con Jesús Villagrá, profesor jubilado de matemáticas en nuestro instituto, y le pregunté cuál era su fórmula matemática favorita, me contestó que la identidad de Euler, y esa preferencia, según parece, es bastante generalizada entre los expertos… Pues bien, ¿qué tiene esa fórmula para que sea la preferida por tantos matemáticos?

Ya sabemos que las matemáticas no todos las viven igual; a algunos alumnos, por ejemplo, se les atragantan y les parece que no van a poder superarlas nunca; para otros, en cambio, las matemáticas son una de las bases más sólidas para adentrarse en el conocimiento y en la belleza, quizá incluso la base más rigurosa para conocer la arquitectura invisible del universo. Precisamente por eso, el profesor Jesús Villagrá aludía brillantemente a esa desigualdad con el ingenioso título de uno de sus libros divulgativos, ¿Matemágicas o matetrágicas? Claves matemáticas para lectores inexpertos (Ediciones de Intervención Cultural, Barcelona, 2004), “un viaje —sin angustias ni agobios— a través de algunos conceptos del álgebra y del cálculo infinitesimal”.

Pero que nadie se asuste, porque lo cierto es que para leer y comentar la novela de Yoko Ogawa no se requieren grandes conocimientos de matemáticas; de la novela se han vendido millones de ejemplares en todo el mundo (sobre todo en Japón) y la mayor parte de sus lectores no eran expertos en matemáticas ni mucho menos. Es verdad que a lo largo de la historia que cuenta se mencionan conceptos matemáticos (números primos, números amigos, números naturales, números imaginarios, etc.), pero algunos de esos conceptos están explicados de una manera cordial, imaginativa y gozosa que lleva al lector a descubrirlos o a redescubrirlos con otros ojos, como si fueran —que lo son— una maravilla camuflada. Por ejemplo, cuando el profesor protagonista habla de la raíz cuadrada de -1, dice que “es un número muy discreto, no se muestra en público, pero está ahí dentro del corazón y sostiene el mundo con sus pequeñas manos”. Con un lenguaje tan cálido, ¿quién no se sentirá atraído por la raíz cuadrada de menos 1? Hablemos, pues, de la novela.

La narradora nos cuenta su experiencia como asistenta en la casa de un profesor de matemáticas que por una lesión cerebral —consecuencia de un accidente de tráfico— ha perdido casi prácticamente la memoria (los recuerdos se le borran enseguida; sólo le duran 80 minutos). La mujer, madre soltera de un niño de diez años (ella tiene unos treinta; el profesor, 64), ha sido contratada a través de una agencia para limpiar, lavar y cocinar para el profesor, quien no sale a la calle y vive recluido en un pabellón anexo a la casa en la que reside su cuñada, viuda de su hermano. Cuando el profesor conoce al hijo de su asistenta empieza a llamarlo Root (raíz cuadrada), pues la cabeza plana del niño le recuerda el signo de la raíz cuadrada. (Recuérdese que el símbolo de la raíz cuadrada representa la r de radix, palabra latina que significa raíz, pero con el trazo horizontal alargado como si fuera un brazo bajo el que se protegen los números.) A partir de entonces, el profesor, su asistenta y el niño componen una singular familia unida por fuertes vínculos de amistad y cariño en torno a las matemáticas y al béisbol, otra pasión que comparten el niño y el profesor. El nudo de la historia se localiza en el momento en que la cuñada acusa injustificada y cruelmente a la asistenta delante del niño y del profesor. Si hay algo que el profesor no puede soportar es que alguien pueda hacer daño o maltratar psicológicamente a un niño, por eso, incapaz de desarrollar verbalmente su opinión o  de describir con exactitud su estado de ánimo, a punto de estallar de rabia viendo el sufrimiento que está viviendo Root (“¡No, no es posible! ¡No es tolerable herir los sentimientos de un niño”), recurre a una defensa infalible: escribe en un papelito su fórmula preferida, la identidad de Euler, la pone sobre la mesa ante los ojos de su cuñada y se marcha de la habitación.

Y desde ese día la asistenta, que había abandonado los estudios de bachillerato cuando quedó embarazada y que sólo tiene nociones básicas de matemáticas, empieza una fascinante investigación en la biblioteca para averiguar qué había querido decir el profesor al utilizar esa fórmula como arma dialéctica para zanjar la discusión. Y en su investigación averigua cuál fue el último teorema de Fermat y, poco después, por qué la fórmula de Eiler es la preferida por tantos matemáticos: porque esa fórmula aglutina de manera muy elegante, además del 0 y el 1, “los números más interesantes en la disciplina, como el número e, base del crecimiento; el número π, que relaciona la longitud de una circunferencia con su radio; y la unidad imaginaria i, que da lugar a los números complejos, todos ellos reunidos en la fantástica relación e^(iπ) + 1 = 0” (Manuel de León, director del Instituto de Ciencias Matemáticas).

La verdad esencial que trata de transmitir esta novela se puede expresar de muchas maneras, por supuesto. Una de ellas sería diciendo que la belleza de las matemáticas puede oponerse con éxito a las barbaridades que, a veces, protagonizan los seres humanos. Es decir, la fuerza de la ternura que le inspira el niño al profesor le lleva a éste a tratar de protegerlo y a sintetizar con una hermosa fórmula matemática su rechazo de la maldad y de la injusticia que está representando la cuñada en un determinado momento. Pero, naturalmente, puede haber otras interpretaciones de la novela, como puede haber quienes prefieran otras fórmulas matemáticas. Por eso dejamos esto aquí, sin comentar el desenlace de la historia ni añadir ningún otro detalle más: para que cada lector de este blog que lo desee pueda exponer su opinión sobre el libro en general o sobre alguno de los cuatro personajes en particular, o pueda, al menos, decir cuál es su fórmula matemática preferida y por qué.

Sant Jordi 2013

L’Abril és el mes més cruel, fa sorgir
Lilàs de la terra morta, barreja
Record i desig, remou
Les febles arrels amb la pluja primaveral.
T. S. Eliot, The Waste Land

Un dels mites més sorprenents i emocionants del món antic és el de Persèfone, la deessa grega equivalent a la romana Prosèrpina. Persèfone, filla de Zeus i de Demèter (deessa de l’agricultura i de la fertilitat), va ser segrestada quan era donzella per Hades, déu dels inferns, que va endur-se-la al món subterrani dels morts i va esposar-se amb ella. Quan Zeus li va demanar a Hades que l’alliberés i la deixés tornar amb la seva mare, que havia quedat molt trasbalsada per la pèrdua de la seva filla, Persèfone ja no podia tornar-hi perquè havia menjat sis grans d’una magrana, l’aliment dels morts. Finalment, Zeus i Hades van acordar que com Persèfone havia menjat només sis grans podria viure sis mesos cada any al món dels vius, amb la seva mare, i altres sis al món dels morts, amb el seu espós. I així és com, a la primavera, Persèfone torna a la vida durant sis mesos i fa viure totes les llavors, plantes i arbres que han estat en hibernació durant els mesos anteriors. Per aquest motiu, Persèfone és un símbol de la resurrecció i de la revitalització d’allò que ha estat latent i amagat durant un temps. Al món cristià, en canvi, salvant les distàncies, són altres les creences i els símbols de la regeneració: per exemple, la resurrecció de Crist i la llegenda de Sant Jordi (en aquest cas, en comptes del déu Hades, seria el drac qui tindria segrestada a la donzella).

Creient que el despertar de la primavera moltes vegades comporta també un despertar dels sentits i de la inspiració artística, i com que a Catalunya fem coincidir la Diada de Sant Jordi amb el Dia del Llibre, és costum convocar als centres d’ensenyament per aquestes dates concursos literaris i artístics per estimular que surti a l’exterior la creativitat i l’expressió artística de cadascú (històries, poemes, imatges, somnis, reflexions, etc.).

Al nostre institut, com no podia ser d’una altra manera, també es va celebrar el passat 23 d’abril la Diada de Sant Jordi, aquest any dedicada al poeta Salvador Espriu, amb motiu del centenari del seu naixement. La crònica de la celebració ja ha quedat reflectida a la nostra pàgina web, però per si no l’heu llegida encara, us animem a fer-ho ara i, de pas, us donem els noms dels guanyadors de les diferents modalitats. (També us recomanem veure el vídeo de David S. Murga amb la dramatització del poema “El cuervo”, de l’escriptor nord-americà Edgar Allan Poe.) Quant als alumnes guardonats (els premis van ser patrocinats per l’AMPA), van ser els següents:

1r CICLE D’ESO:

  • 1r Premi de poesia en català: “Què penses a la nit?” (Cristina Jiménez Caballero, 2n D).
  • 1r Premi de poesia en castellà: “El Beso” (Adrián Rubio, 2n B).
  • 1r Premi de poesia en anglès: “Alice in Wonderland” (Adrián Sánchez, 2n D).
  • 1r Premi de narrativa en castellà: “El espantapájaros de mi abuelo” (Rubén Santos Saldaña, 1r C).
  • 1r Premi de narrativa en català:  “Una volta pels temps d’avui dia” (Andrea Gómez, 2n A).

Premis gràfics:

  • Ventall: Pablo Caballero (1r A).
  • Punt de llibre: Ruth Visier (1r C).
  • Cartell: Carol Sánchez (2n A ).
  • Còmic: Rubén Santos (1r A).

2n CICLE D’ESO:

  • 1r Premi de poesia en castellà: “Todo sigue” (Jia Wei Yang, 4t B).
  • 1r Premi de poesia en anglès:  “I love you” (Alejandro Tabares i Judith Arcos, 4t D).
  • 1r Premi de poesia en català: “Amor de xocolata” (María Rodríguez, 4t B).
  • 1r Premi de narrativa en castellà: “El hombre y lo eterno” (David Murga, 4t B).
  • 1r Premi d’articles d’opinió: “Sobre les retallades” (Guillermo Melenchón, 4t B).
  • Accèssit al Premi d’articles:  “De dietes, n’hi ha de molts tipus” (Irene Visier, 4t B)

Premis gràfics:

  • Punt de llibre: Omar Hnini (Aula d’Acollida).

BATXILLERAT I CICLES PROFESSIONALS:

  • 1r Premi de narrativa en castellà: “El llanto de la noche” (Tania Rivero, 201).
  • 1r Premi d’articles d’opinió: “Independència?” (David Criado, Batxillerat).

Per acabar, com és habitual al nostre blog, us encoratgem a donar ara les vostres opinions sobre els textos premiats, sobre la dramatització del poema d’Edgar A. Poe i, en general, sobre qualsevol aspecte de la celebració de Sant Jordi al nostre institut. Gràcies a tothom per la vostra participació.

[Veure també: Sant Jordi 2012 (a aquest mateix blog) i altres celebracions de cursos anteriors.]

 

Pasión por las listas

Cuando visitéis la exposición Antes del Diluvio. Mesopotamia 3500-2100 a.C. (CaixaFòrum, del 30 de noviembre de 2012 al 24 de febrero de 2013), deteneos un momento —aunque vuestra impaciencia trate de dispersaros por tantas maravillas como iréis descubriendo— ante la vitrina donde se guarda la tablilla de arcilla, pequeña y delicada (no olvidéis que una tablilla de escritura cuneiforme tenía que caber en la mano de quien escribía, no podía ser mayor), que contiene la lista de los reyes sumerios.

Comprobaréis entonces, por si lo hubierais olvidado, que la pasión por las listas es ciertamente milenaria. Recordemos, por ejemplo, la lista de las dinastías faraónicas, que vimos recientemente en el Museo Egipcio. O las de la Biblia, entre las que tenemos la de los patriarcas bíblicos, la de los diez mandamientos, la de las doce tribus de Israel, etc.

Aprenderse de memoria algunas de estas y  otras listas formaba parte de la rutina de los escolares de otros tiempos. Por ejemplo, para los escolares españoles de los años oscuros del franquismo no era rara la exigencia de memorizar la lista de los treinta y tres reyes godos:

Ataúlfo (410-415).
Sigérico (415).
Walia (415-418).
Teodorico I (418-451).
Turismundo (451-453).
Teodorico II (453-466).
Eurico (466-484).
Alarico II (484-507).
Gesaleico (507-510).
Amalarico (510-534).
Theudis (534-548).
Theudiselo (548-549).
Agila (549-555).
Atanagildo (555-567).
Liuva I (56 7-571).
Leovigildo (571/72-586).
Recaredo (586-601).
Liuva II (601-603).
Witérico (603-610).
Gundemaro (610-612).
Sisebuto (612-621).
Recaredo II (621).
Suínthila (621-631).
Sisenando (631-636).
Chíntila (636-639).
Tulga (639-642).
Chindasvinto (642-653).
Recesvinto (653-672).
Wamba (672-680).
Ervigio (680-687).
Égica (687-702).
Witiza (702-710).
Rodrigo (710-711).

…Pero algunos manuales, más piadosos, los resumían en los cuatro más destacados: Ataúlfo, Recaredo, Wamba y Don Rodrigo.

Y vosotros diréis: ¿Cómo aprenderse tantos nombres de memoria? Por una parte, eran otros tiempos, en los que se daba mucha importancia a la memorización; por otra, ¿no os sabéis muchos de vosotros la alineación del Barça para el partido de este domingo y el dorsal de cada jugador?

Valdés (1)
Adriano (21)
Piqué (3)
Puyol (5)
Jordi Alba (18)
Sergio Busquets (16)
Xavi (6)
Cesc (4)
Pedro (17)
Iniesta (8)
Messi (10)
Villa (7)

Para quienes no gusten de estas listas con tantos nombres, la dama Sei Shônagon, una escritora japonesa del siglo X, tiene las listas que se necesiten en El libro de la almohada: enumeraciones de las cosas que no le gustan, de las que le encantan, de las que le molestan, de las que le parecen poéticas, etc. Por ejemplo, en su lista de cosas agradables cita, entre otras, las siguientes:

  • Encontrar muchos libros con relatos que no haya leído.
  • Conseguir el segundo volumen de una historia cuya primera parte me había gustado.
  • Recoger los pedazos de una carta que alguien ha roto y advertir que muchos de ellos encajan.
  • Que les suceda algo bueno a las personas que amo.
  • Etcétera.

Pero no vayamos tan lejos para encontrar listas. Vayamos hasta la nevera de casa y leamos la lista de la compra que aparece debajo de un imán. O, más literario, rebusquemos en la mochila el libro que hemos leído recientemente en clase, El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon. No os será difícil recordar que a su protagonista, Christopher Boone —que aborrece las imprecisiones— le fascinan las listas. La primera que nos proporciona en el libro enumera lo que Mark lleva en sus bolsillos cuando lo conducen a comisaría:

1. Una navaja del ejército suizo con 13 accesorios, entre ellos unos alicates, una sierra, un mondadientes y unas pinzas.
2. Un trozo de cordel.
3. Una pieza de rompecabezas de madera.
4. Tres bolitas de comida de rata para Toby, mi rata.
5. 1,47 libras (compuestas por una moneda de 1 libra, una moneda de 20 peniques, dos monedas de 10 peniques, una moneda de 5 peniques y una moneda de 2 peniques).
6. Un clip sujetapapeles rojo.
7. Una llave de la puerta de casa.

Por cierto que esta afición por las listas Christopher Boone la comparte con otro personaje que conocéis bien, Harry Potter.  Recordaréis que, en Harry Potter y la piedra filosofal, de J. K. Rowling, cuando Hagrid acompaña a Harry al callejón Diagon para comprar lo que necesita para el primer día de clase en el colegio Hogwarts, leen esta lista:

UNIFORME
Los alumnos de primer año necesitarán:
—Tres túnicas sencillas de trabajo (negras).
—Un sombrero puntiagudo (negro) para uso diario.
—Un par de guantes protectores (piel de dragón o semejante).
—Una capa de invierno (negra, con broches plateados).
(Todas las prendas de los alumnos deben llevar etiquetas con su nombre.)

LIBROS
Todos los alumnos deben tener un ejemplar de los siguientes libros:
El libro reglamentario de hechizos (clase 1), Miranda Goshawk.
Una historia de la magia, Bathilda Bagshot.
Teoría mágica, Adalbert Waffling.
Guía de transformación para principiantes, Emeric Switch.
Mil hierbas mágicas y hongos, Phyllida Spore.
Filtros y pociones mágicas, Arsenius Jigger.
Animales fantásticos y dónde encontrarlos, Newt Scamander.
Las Fuerzas Oscuras. Una guía para la autoprotección, Quentin Trimble.

RESTO DEL EQUIPO
1 varita.
1 caldero (peltre, medida 2).
1 juego de redomas de vidrio o cristal.
1 telescopio.
1 balanza de latón.
Los alumnos también pueden traer una lechuza, un gato o un sapo. [SE RECUERDA A LOS PADRES QUE A LOS ALUMNOS DE PRIMER AÑO NO SE LES PERMITE TENER ESCOBAS PROPIAS.]

Esta lista de materiales es bastante diferente de la que preparasteis vosotros en septiembre, poco antes de empezar las clases, es verdad. De hecho, cada lista es útil para unas circunstancias determinadas. Para las circunstancias de ahora, para cumplir con el ritual de enviar comentarios al blog, no es necesario que enviéis vuestra lista de cantantes favoritos, ni la clasificación de los equipos de la liga de fútbol; basta con que escribáis una lista con cinco cosas que os gusten y con otras cinco que os disgusten. Así, además de practicar este apasionante juego de ordenar y clasificar las cosas, nos conoceremos todos un poco mejor. Gracias por vuestro interés.

El festín de Babette

Acaba de tornar a les sales de cinema aquesta pel·lícula danesa de 1987, que és un clàssic del cine modern i guanyà l’òscar al millor film en llengua no anglesa. El guió està basat en una narració de l’escriptora danesa Isak Dinesen (pseudònim de Karen Blixen) , autora de Memòries d’Àfrica.

La pel·lícula El festín de Babette (títol original: Babettes gæstebud), de Gabriel Axel, és una història explicada per un narrador a la manera d’un conte.

En els temps de la guerra francoprusiana, el 1871, vivien en un minúscul poblet situat a la inhòspita costa de la península de Jutlàndia dues germanes ja grans, amables i caritatives, estimades i respectades per la comunitat,  que continuaven la tasca espiritual del seu pare, el difunt pastor. Aquest les havia educat en el puritanisme més estricte, en la negació dels plaers del cos, i elles li havien respost amb total submissió, renunciant fins i tot a l’amor. Però en les seves vides irromp una dona francesa, Babette, necessitada d’ajut, fugitiva del luxós i sensual París llavors en guerra, a qui acullen com a minyona. Babette s’hi adapta, passen els anys… i un bon dia demanarà a les germanes Martina i Philippa (anomenades com Martin Luther i el seu amic Philipp Melanchthon) que li deixin preparar un autèntic sopar francès per a elles i els seus amics en agraïment per la seva hospitalitat.

L’he trobada una pel·lícula preciosa. Amb aquells interiors i aquells rostres del cine nòrdic, a estones Bergman, a estones Dreyer (Ordet -La palabra-) . S’hi planteja el vell tema de la vida retirada en el lloc minúscul a la recerca de la puresa i d’un mateix, en oposició a la vida mundana i al triomf. Però també hi ha molts altres temes:  la força del destí, la tria entre deure i desig, l’autoritarisme familiar, la vivència de la fe religiosa, l’esperança en una altra vida… i especialment la contraposició entre cos o sensualitat i esperit o contenció.
Segurament durarà poc als cines. La vaig veure dissabte a la nit i érem sis persones. Així doncs, m’afanyo a recomanar-la amb la seguretat que no decebrà ningú, o gairebé ningú…, i als amants de la bona cuina, i “filòsofs” dels efectes del bon menjar i el bon beure sobre l’esperit, encara menys.

No us perdeu El festín de Babette!

Agustina Rico

Qüestionari Proust

El famós Qüestionari Proust no era de Proust. No l’havia inventat ell, Marcel Proust (1871-1922), sinó —i és una altra curiositat en relació a aquest qüestionari— Jenny i Laura Marx, filles de Karl Marx (1818-1883), l’autor de El Capital, “com una mena de joc familiar de sobretaula”, diu Lluís Permanyer (43 respostes catalanes al qüestionari Proust, Edicions Proa, Barcelona, 1967). Que per què es diu, aleshores, Qüestionari Proust i no Qüestionari Marx? Potser perquè la versió del qüestionari que va contestar Karl Marx a Londres en anglès (no en alemany) als requeriments de les seves filles era més curta (18 preguntes) que la versió, més arrodonida (31 preguntes), que va circular després pels salons de Paris i que va contestar dues vegades (primer als catorze anys, després, per corregir algunes de les seves respostes, als vint), l’autor de A la recerca del temps perdut. Potser perquè el qüestionari s’associa més fàcilment a la imatge d’un artista francès com Proust que a la d’un filòsof alemany com Marx. O potser per la perspicàcia d’algunes de les respostes proustianes,  no se sap. En qualsevol cas, per justícia històrica, nosaltres donarem més a baix com a respostes a aquests qüestionaris totes dues, la de Karl Marx i la de Marcel Proust (recollides al llibre de Permanyer), com a mostres de dos grans personatges que van acceptar sometre’s a aquest joc. Abans, però, ens agradaria plantejar una breu reflexió sobre l’art de fer preguntes.
Fa uns anys vam assistir a una conferència d’una escriptora nord-americana a una facultat universitària de Barcelona. Al col·loqui, en acabar la conferència —que tractava sobre feminisme i el que després s’ha acabat dient estudis culturals—, una jove del públic li va plantejar una pregunta a l’autora sobre la presència de les minories ètniques a la cultura universitària dels EE.UU. i la discriminació positiva (cap als afroamericans, cap a les dones, etc.), i la conferenciant li va dir que no acostumava a respondre a les preguntes impertinents. En aquell moment algunes persones del públic vam pensar el mateix: què és més important, l’art de les preguntes o l’art de les respostes? És veritat que és un art saber fer preguntes interessants i pertinents; el repte és, però, donar una resposta intel·ligent sempre, tant a una pregunta absurda o ingènua com a un pregunta intel·ligent.
Hi ha gent que pot considerar frívoles les preguntes del Qüestionari Proust. Altres, però, consideraran que les preguntes són sempre un pretext per veure com se’n surt la persona preguntada. Les d’aquest qüestionari “són preguntes que, d’entrada, fan la impressió d’inofensives, i, si en fóssim els destinataris, ens afanyaríem a contestar-les sense pensar-nos-hi massa”, diu Joan Fuster al pròleg del llibre de Lluís Permanyer abans d’avisar-nos, però, que si contestem de qualsevol manera a les preguntes, amb la convicció d’estar jugant, correm el risc de caure en la trampa, perquè “parlant ens traïm. No importa de què parlem: per una escletxa o altra, en cada mot deixarem anar algun indici delator”. Quins indicis delators? Els indicis de com som de debò, de què pensem en el fons de la nostra consciència. Un altre escriptor francès, André Gide, deia que no hi ha res de més profund que la pell. Si això fos veritat (no ho sabem), jugant a contestar el qüestionari Proust estaríem mostrant la superfície de la nostra ànima però també el més profund del que som.

I, sense més preàmbuls, aquí teniu el qüestionari (les preguntes van en primera persona, com adreçades per un mateix a la pròpia consciència). Si no us fa nosa, copieu-lo, contesteu-lo, enganxeu-lo  i envieu-lo com a resposta d’aquesta entrada… si més no, perquè a aquest joc tothom hi guanya. Gràcies per la vostra col·laboració.

Còpia del quadern amb les respostes manuscrites de Proust

Qüestionari Proust
1. El principal tret del meu caràcter?
2. La qualitat que prefereixo en un home?
3. La qualitat que prefereixo en una dona?
4. Allò que més estimo en els meus amics?
5. El meu principal defecte?
6. La meva ocupació preferida?
7. El meu somni de benestar?
8. Quina fòra la meva pitjor desgràcia?
9. Què voldria ser?
10. On desitjaria viure?
11. Quin color prefereixo?
12. Quina flor prefereixo?
13. Quin ocell prefereixo?
14. Els meus autors preferits en prosa?
15. Els poetes preferits?
16. Els herois de ficció?
17. Les meves heroïnes de ficció favorites?
18. Els meus compositors favorits?
19. Els pintors predilectes?
20. Els meus herois de la vida real?
21. Les meves heroïnes històriques?
22. Els noms que prefereixo?
23. Què detesto més que res?
24. Quins caràcters històrics menyspreo més?
25. Quin fet militar admiro més?
26. Quina reforma admiro més?
27. Quins dons naturals voldria tenir?
28. Com m’agradaria morir?
29. Estat present del meu esperit?
30. Fets que m’inspiren més indulgència?
31. El meu lema?

Dones i poesia

Un ocellet —més aviat, ocellàs— em demana que faci una entrada al bloc del Puig sobre poesia feta per dones o sobre dones poetes. Agafo alguns llibres que tinc a mà. Hi busco alguns poemes i us proposo unes preguntes com a reflexió, com a joc, com a indagació.

SOBRE LA LLIBERTAT DE CAIRE POLÍTIC

“Libertad” és un poema una mica llarg, escrit per Carolina Coronado, a Almendralejo (Badajoz), el 1846. Diu que les celebracions dels homes per una renovació política de tipus lliberal no afecta a les dones. “Para nosotras no hay fueros”, diu, i segueix així:

 “¡Libertad! ¿qué nos importa?;

¿qué ganamos, qué tendremos?:

¿un encierro por tribuna

y una aguja por derecho?

¡Libertad! ¿de qué nos vale

si son los tiranos nuestros

no el yugo de los monarcas,

el yugo de nuestro sexo?

¡Libertad! ¿pues no es sarcasmo

el que nos hace sangriento

con repetir ese grito

delante de nuestros hierros?

¡Libertad! ¡ay! para el llanto

tuvímosla en todos tiempos;

con los déspotas lloramos,

con los tribunos lloraremos,

que, humanos y generosos,

estos hombres, como aquellos,

a sancionar nuestras penas

en todo siglo están prestos

Los mozos están ufanos,

gozosos están los viejos,

igualdad hay en la patria,

libertad hay en el reino.

Pero, os digo, compañeras,

que la ley es sola de ellos,

que las hembras no se cuentan

ni hay Nación para este sexo.

Por eso aunque los escucho

ni me aplaudo ni lo siento;

si pierden ¡dios se lo pague!

y si ganan ¡buen provecho!”

¿Han canviat poc o molt les coses des de 1846?

Per cert, qué va passar a la primavera d’aquest any a Espanya? (Aixó és tan poc important que ni els professors ho acostumem a saber, però Internet, sí.)

¿Hi ha ara mateix algunes lleis que estiguin en perill de ser retallades de manera que afecti la llibertad de les dones?

Val la pena fer política com a dona ara?

¿T’agrada el terme “gènere” (paraula treta de la gramàtica) o t’estimeries més parlar de “sexe” (paraula treta de la biologia) quan parlem de les qüestions pròpies de les dones, tal com fa Carolina Coronado en aquest poema?

SOBRE LA LLIBERTAT PERSONAL

 “De la llibertat?”

 Començaré per dir “corria”

i ja la veig corrent:

sóc jo mateixa quan esclata

la força adolescent.

Sentia esquerpa tota cosa,

tot m’era nosa. Fi,

com un tallant, fendia l’aire

mon cos; i per fugir,

només la punta vigorosa

del peu a l’empedrat

i el braç que ritma i l’alegria

del cap escabellat.

D’aquesta empenta apassionada

prou bé tenim record.

De llibertat és una estampa

gravada al fons del cor.

Aquest és un poema de Clementina Arderiu, escrit als anys quaranta del segle XX.

¿Creus que aquest poema està fet des d’un sentiment d’eufòria o de melangia?

O, diguem’ho d’altra manera, des d’una veu adolescent o des d’una veu adulta?

Quins són els factors que van fent perdre llibertat al cos? I a l’ànima?

SOBRE LES BATALLES QUOTIDIANES

Drap de la pols, escombra, espolsadors,

plomall, raspall, fregall d’espart, camussa,

sabó de tall, baieta, lleixiu, sorra,

i sabó en pols, blauet, netol, galleda.

 Cossi, cubell i picamatelassos,

esponja, pala de plegar escombraries,

gibrell i cendra, salfumant, capçanes.

Surt el guerrer vers el camp de batalla.

El poema és de Maria-Mercè Marçal. Parla d’un guerrer, en masculí. En canvi la imatge que seguramente tenies al cap mentre llegies el poema era la d’una dona.

Alguns dels estris que anomena són passats de moda. Quins hi hauria avui?

¿Com està ara mateix el tema de la distribución de les feines de la llar a casa teva?

SOBRE L’OFICI DE POETA

 Et fas amb les paraules

mestressa de les coses.

Unes i altres són

com joguines de vidre

entre les teves mans:

No et faci por la sang!

(Maria-Mercè Marçal)

La confiança en què copses les coses amb les paraules és quasi imprescindible per ser poeta. Copses les coses i jugues amb elles i les paraules. Aquest joc remou els sentiments i pot ser sagnant. Com ho veus això? ¿Podríem endevinar per la manera d’expressar els sentiments si qui escriu és noi o noia? Podrieu fer el joc de presentar poemas sense que la veu narradora es delati com a femenina o masculina i fer-ho endevinar als altres.

PER ACABAR: JOC EXCLUSIU PER AL PUIG

En el següent poema de Clementina Arderiu s’al·ludeix a un professor del Puig Castellar. A veure si endevineu a quin? De les tres estrofes, només en transcric una:

Oliveres braves

penjant en un greny!,

dels meus néts nodrisses

en l’àuria Mallorca.

Ets, vella olivera,

qui els dónes el seny?

De terra germana

em vénen al.lots;

comentem l’oliva

madura i eixida

de soques retortes

com vells galiots

(Poema dels anys 60 del s. XX)

Pregunteu, pregunteu…

Mercè Romaní, professora jubilada

 

Harry Potter

Hablemos de Harry Potter. Ahora quizá parezca increíble, pero hace algunos años, en 1999, los libros de Harry Potter fueron los más censurados y perseguidos en EE. UU., según declaraba la asociación de bibliotecarios norteamericanos. Los motivos de esta persecución eran, a veces, consecuencia de denuncias por parte de adultos que veían en las aventuras de Harry Potter “una apología de la brujería y el ocultismo, paso previo a la magia negra y el satanismo” (El País, 29-10-2000). Afortunadamente esas denuncias fueron archivadas y  probablemente ya nadie recuerde los nombres de quienes las presentaban, pero es seguro que, en el 2012, los libros de Harry Potter se siguen leyendo en todo el mundo y que, si no la fiebre masiva propia del momento de su aparición, siguen produciendo gran satisfacción entre muchos de sus jóvenes lectores de ahora, cuando no adicción e interés por conocer todos los libros de la serie.


Los libros de Harry Potter empezaron a publicarse en 1997. Su autora, J. K. Rowling (Yate, Inglaterra, 1965), era una perfecta desconocida que había visto cómo el primero de la serie, Harry Potter y la piedra filosofal, había sido rechazado previamente por doce editoriales con el argumento de que el libro era demasiado largo… y, por tanto, sin interés comercial para el público juvenil al que iba dirigido. Poco podía prever ella  que al cabo de cuatro o cinco años sus libros se traducirían a más de 65 idiomas y que se venderían por millones en todo el mundo. Y del éxito de los libros nacería el éxito de las películas basadas en ellos —antes la autora había rechazado la oferta de Steven Spielberg de adaptar la historia de Harry Potter al cine porque Spielberg pretendía ambientar la escuela de Hogwarts en Norteamérica, pero ella no aceptaba una adaptación cinematográfica con demasiados cambios sobre el original—, y así, en el 2001, se estrenó Harry Potter y la piedra filosofal (dirigida por Chris Columbus y producida por la Warner).


Como millones de jóvenes de su tiempo, muchos alumnos de nuestro instituto han leído los libros de Harry Potter y han quedado seducidos por sus aventuras (a otros les habrán parecido enredosas y ajenas, por qué no). Algunos quizás no hayan leído ningún libro de la serie, pero conocen al personaje por las películas. Quien más quien menos tiene entre todos los personajes de la saga alguno que le resulta más atractivo o simpático (o más insoportable y odioso), llámese Ron, Hermione, Hagrid, Lord Voldemort, Dumbledore, etc. Quien más quien menos tiene un episodio o un libro como favorito: Harry Potter y la piedra filosofal, Harry Potter y la cámara secreta, Harry Potter y el prisionero de Azkaban, Harry Potter y el cáliz de fuego, Harry Potter y la Orden del Fénix, Harry Potter y el misterio del príncipe, Harry Potter y las Reliquias de la Muerte…


Sea como sea, como una de las razones por las que los seres humanos leemos y vemos películas es para poder compartir con los demás nuestras impresiones —pues intuimos que, como cantaba Facundo Cabral, sólo aquel que comparte puede ser dueño de algo—, abrimos esta entrada para recoger comentarios sobre los libros y las películas de Harry Potter, sobre lo que seduce, gusta, molesta o disgusta de este personaje, de toda su parentela de amigos, magos, muggles,  criaturas fantásticas, etc., y de todas sus secuelas, literarias o cinematográficas. ¿Quién pide la palabra en primer lugar?