En las dos sesiones —la de jóvenes y la de adultos— del Club de Lectura del pasado miércoles, 18 de septiembre de 2013, comentamos el libro La fórmula preferida del profesor, de la escritora japonesa Yoko Ogawa (Okayama, Japón, 1962). En la portada del libro ya podemos descubrir, de hecho, cuál es esa fórmula, la que está escribiendo un niño en la pizarra, la llamada identidad de Euler, un caso especial de la fórmula que desarrolló el matemático Leonhard Euler:
Cuando el otro día, antes de haberle hablado de este libro en particular, me encontré con Jesús Villagrá, profesor jubilado de matemáticas en nuestro instituto, y le pregunté cuál era su fórmula matemática favorita, me contestó que la identidad de Euler, y esa preferencia, según parece, es bastante generalizada entre los expertos… Pues bien, ¿qué tiene esa fórmula para que sea la preferida por tantos matemáticos?
Ya sabemos que las matemáticas no todos las viven igual; a algunos alumnos, por ejemplo, se les atragantan y les parece que no van a poder superarlas nunca; para otros, en cambio, las matemáticas son una de las bases más sólidas para adentrarse en el conocimiento y en la belleza, quizá incluso la base más rigurosa para conocer la arquitectura invisible del universo. Precisamente por eso, el profesor Jesús Villagrá aludía brillantemente a esa desigualdad con el ingenioso título de uno de sus libros divulgativos, ¿Matemágicas o matetrágicas? Claves matemáticas para lectores inexpertos (Ediciones de Intervención Cultural, Barcelona, 2004), “un viaje —sin angustias ni agobios— a través de algunos conceptos del álgebra y del cálculo infinitesimal”.
Pero que nadie se asuste, porque lo cierto es que para leer y comentar la novela de Yoko Ogawa no se requieren grandes conocimientos de matemáticas; de la novela se han vendido millones de ejemplares en todo el mundo (sobre todo en Japón) y la mayor parte de sus lectores no eran expertos en matemáticas ni mucho menos. Es verdad que a lo largo de la historia que cuenta se mencionan conceptos matemáticos (números primos, números amigos, números naturales, números imaginarios, etc.), pero algunos de esos conceptos están explicados de una manera cordial, imaginativa y gozosa que lleva al lector a descubrirlos o a redescubrirlos con otros ojos, como si fueran —que lo son— una maravilla camuflada. Por ejemplo, cuando el profesor protagonista habla de la raíz cuadrada de -1, dice que “es un número muy discreto, no se muestra en público, pero está ahí dentro del corazón y sostiene el mundo con sus pequeñas manos”. Con un lenguaje tan cálido, ¿quién no se sentirá atraído por la raíz cuadrada de menos 1? Hablemos, pues, de la novela.
La narradora nos cuenta su experiencia como asistenta en la casa de un profesor de matemáticas que por una lesión cerebral —consecuencia de un accidente de tráfico— ha perdido casi prácticamente la memoria (los recuerdos se le borran enseguida; sólo le duran 80 minutos). La mujer, madre soltera de un niño de diez años (ella tiene unos treinta; el profesor, 64), ha sido contratada a través de una agencia para limpiar, lavar y cocinar para el profesor, quien no sale a la calle y vive recluido en un pabellón anexo a la casa en la que reside su cuñada, viuda de su hermano. Cuando el profesor conoce al hijo de su asistenta empieza a llamarlo Root (raíz cuadrada), pues la cabeza plana del niño le recuerda el signo de la raíz cuadrada. (Recuérdese que el símbolo de la raíz cuadrada representa la r de radix, palabra latina que significa raíz, pero con el trazo horizontal alargado como si fuera un brazo bajo el que se protegen los números.) A partir de entonces, el profesor, su asistenta y el niño componen una singular familia unida por fuertes vínculos de amistad y cariño en torno a las matemáticas y al béisbol, otra pasión que comparten el niño y el profesor. El nudo de la historia se localiza en el momento en que la cuñada acusa injustificada y cruelmente a la asistenta delante del niño y del profesor. Si hay algo que el profesor no puede soportar es que alguien pueda hacer daño o maltratar psicológicamente a un niño, por eso, incapaz de desarrollar verbalmente su opinión o de describir con exactitud su estado de ánimo, a punto de estallar de rabia viendo el sufrimiento que está viviendo Root (“¡No, no es posible! ¡No es tolerable herir los sentimientos de un niño”), recurre a una defensa infalible: escribe en un papelito su fórmula preferida, la identidad de Euler, la pone sobre la mesa ante los ojos de su cuñada y se marcha de la habitación.
Y desde ese día la asistenta, que había abandonado los estudios de bachillerato cuando quedó embarazada y que sólo tiene nociones básicas de matemáticas, empieza una fascinante investigación en la biblioteca para averiguar qué había querido decir el profesor al utilizar esa fórmula como arma dialéctica para zanjar la discusión. Y en su investigación averigua cuál fue el último teorema de Fermat y, poco después, por qué la fórmula de Eiler es la preferida por tantos matemáticos: porque esa fórmula aglutina de manera muy elegante, además del 0 y el 1, “los números más interesantes en la disciplina, como el número e, base del crecimiento; el número π, que relaciona la longitud de una circunferencia con su radio; y la unidad imaginaria i, que da lugar a los números complejos, todos ellos reunidos en la fantástica relación e^(iπ) + 1 = 0” (Manuel de León, director del Instituto de Ciencias Matemáticas).
La verdad esencial que trata de transmitir esta novela se puede expresar de muchas maneras, por supuesto. Una de ellas sería diciendo que la belleza de las matemáticas puede oponerse con éxito a las barbaridades que, a veces, protagonizan los seres humanos. Es decir, la fuerza de la ternura que le inspira el niño al profesor le lleva a éste a tratar de protegerlo y a sintetizar con una hermosa fórmula matemática su rechazo de la maldad y de la injusticia que está representando la cuñada en un determinado momento. Pero, naturalmente, puede haber otras interpretaciones de la novela, como puede haber quienes prefieran otras fórmulas matemáticas. Por eso dejamos esto aquí, sin comentar el desenlace de la historia ni añadir ningún otro detalle más: para que cada lector de este blog que lo desee pueda exponer su opinión sobre el libro en general o sobre alguno de los cuatro personajes en particular, o pueda, al menos, decir cuál es su fórmula matemática preferida y por qué.