Poliética, una fusión con restos

Hemos recibido la lección inaugural que el profesor Salvador López Arnal, recientemente jubilado y con treinta y cinco años de docencia en nuestro instituto, impartió en la UNED de Santa Coloma de Gramenet el pasado 24 de octubre de 2018. La publicamos aquí por su interés intrínseco, por la riqueza de sus referencias culturales (filosóficas, políticas, literarias…) y por la variedad de temas que aborda alrededor del eje de la poliética, con el convencimiento de que merece ser conocida y comentada por los lectores habituales de este blog, por quienes lo visitan esporádicamente y por los centenares de alumnos y amigos del Institut Puig Castellar y de la UNED que recuerdan con cariño y admiración a Salvador López como profesor de Filosofía, de Informática o de Matemáticas.

Poliética, una fusión con restos

Buenas tardes. Gracias por la invitación, gracias por su presencia, gracias por las palabras (exageradas) del amigo Carlos Villagrasa. Todo un honor. No son sólo palabras de cortesía.

He dividido mi intervención en seis apartados: 1. Contradicciones (+ dedicatoria). 2. Aclaraciones 3. Presupuestos. 4. Definiciones. 5. Ilustraciones. 6. Humanidades. Como es probable que no tengamos tiempo de tratarlos todos planearé sucintamente por algunos de ellos. “Somos el tiempo”, escribió Jorge Luis Borges recordando a Heráclito de Éfeso. Intentaré ceñirme al que me ha sido otorgado, no abusaré de su generosidad.

Jorge Luis Borges (1899-1986)

Antes de entrar en materia permítanme una previa. ¿Se acuerdan de una canción de Jeanette? Tal vez no, ustedes son muy jóvenes. Soy rebelde, cantaba, porque el mundo me ha hecho así. Yo voy a ser un poco cenizo esta noche y también es porque el mundo me ha hecho así. Les doy tres ejemplos, tres noticias del diario de hoy miércoles, de ese mundo que puede hacernos pesados, pesimistas, desanimados.
La primera información es de Ángeles Espinosa (El País), desde Dubái, sobre asesinatos y negocios: “El foro de inversiones Future Investment Initiative (FII) se inauguró ayer en Riad bajo la sombra del brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi. El impulso de la cita, el príncipe Mohamed bin Salmán (MBS), heredero y gobernador de facto de Arabia Saudí, hizo una breve visita a la conferencia pero no se prodigó como el año pasado. Las sospechas sobre su posible responsabilidad en el caso han alejado a algunos participantes. Sin embargo, las dos docenas de sonadas cancelaciones de líderes empresariales y políticos de primera división no han frenado la firma de contratos por favor de 43.500 millones de euros”, algo más del 4% del PIB español [la cursiva es mía]. ¿Está claro lo que significa el lema neoliberal por antonomasia de “los negocios son los negocios”?

La segunda la firma Elena G Sevillano (El País), sobre ventas de armas y comisiones ilegales: “Defex, participada en un 51% por el Estado (a través de la Sociedad Española de Participaciones Industriales, SEPI) y el 49% restante por compañías privadas dedicadas a la venta de armas, está siendo investigada desde 2014 […] La investigación ha determinado hasta ahora que Defex consiguió 11 contratos de venta de armas o material policial y de defensa a Arabia Saudí entre 2005 y 2014 gracias al pago de comisiones ilegales […] La comisión rogatoria solicitada a Suiza se centra en un contrato de material militar que se suscribió con un representante del país árabe por un total de 19.050.000 euros, mientras que el valor de la munición efectivamente suministrada era de 14.550.000”. La diferencia es de 4,5 millones de euros, un 30% del importe original. ¡Nada menos! Otra de las irregularidades detectadas es el pago de 7,6 millones de euros a una empresa saudí. No consta prueba alguna de la realización de los trabajos que recogía el contrato.

Noam Chomsky (Filadelfia, EE.UU., 1928)

La tercera información, no les canso más, es una reflexión de Noam Chomsky, uno de los intelectuales y filósofos más importantes del siglo XX y de este siglo, sobre Jair Bolsonaro, el candidato de extremísima derecha a la presidencia de Brasil: “La elección de Bolsonaro será una tragedia para Brasil y la región. De hecho, para el mundo. Literalmente. Uno de sus planes más escandalosos consiste en abrir el Amazonas para que los exploten sus votantes ricos del negocio agrícola, con consecuencias devastadoras para el medio ambiente global, además de para los habitantes indígenas, que no merecen un centímetro cuadrado de espacio, como declaró en un llamamiento a un virtual genocidio”. Hay más: “Bolsonaro no solo es uno de estos vergonzosos líderes de extrema derecha que degradan la política contemporánea. Va mucho más allá. Quizá su momento más vil -y hay muchos- fue durante el grotesco golpe suave de la derecha, cuando un Parlamento formado por destacados criminales destituyó a la presidenta Dilma Rousseff basándose en motivos irrisorios. Bolsonaro dedicó su voto al jefe de la espantosa unidad de tortura de la dictadura que fue responsable de la feroz tortura de Rouseff” [la cursiva es mía]. ¿Se hacen, nos hacemos idea? ¡El que dedicó su voto a un torturador, y no torturador cualquiera, puede ser presidente de un país amigo y entrañable, de Brasil!

¿Hay o no hay motivos para ser cenizo? Disculpas por ello en todo caso. Intentaré estar a la altura de sus circunstancias (ustedes van a recibir el título de graduados, ¡bien, muy bien!, ¡enhorabuena!) y dejaré el pesimismo, como decía Eduardo Galeano y nos recordaba Jorge Riechmann, para tiempos mejores.

I. Contradicciones (+ dedicatorias)

Dos asuntos en este apartado. El primero: no creo en el género “conferencia” a pesar de estar aquí impartiendo una. Pura y simple contradicción. Somos contradictorios, dijo alguna vez Walt Whitman, un poeta, poco transitado en estos últimos años, que leí mucho de joven, sus Hojas de hierba sobre todo.

Contradictorio o no, lo que no deseo es aburrirles. Si ven que lo que les cuento no se aguanta ni con la mejor voluntad del mundo, la suya sin duda, saquen tarjeta roja directamente (la amarilla no es necesaria en este caso). Tarjeta roja o, si no la tienen a mano, gestos ostentosos de aburrimiento, no se corten. Por nada del mundo quisiera resultarles soporífero.

El segundo asunto. No se acostumbra a hacer, lo sé, soy consciente de ello, pero me voy a saltar una norma-costumbre no moral. Si esta sesión no fuera un absoluto fracaso, me gustaría dedicarla a los y las estudiantes que han tenido la inmensa paciencia de escucharme durante los años -que no han sido pocos- en que he sido profesor-tutor de la UNED, de Matemáticas y de otras materias. Ha sido un honor, un verdadero honor para mí. He aprendido, no es obligada cortesía, mucho más de lo que he enseñado. Me vienen a la memoria unos versos de Luis Cernuda que me han acompañado durante años y años, desde que descubrí, desde que me descubrieron más bien, “1936”, un texto für ewig, para siempre, uno de los últimos poemas del autor de La realidad y el deseo. Les recuerdo los versos finales: “Gracias, compañero, gracias/ Por el ejemplo/. Gracias porque me dices que el ser humano es noble/ Poco importa que tan pocos lo sean/ Uno, uno tan solo basta/ como testigo irrefutable/ De toda la grandeza humana”.

Luis Cernuda (Sevilla, 1902-Ciudad de México, 1963)

Añado una segunda dedicatoria.

Estos asuntos poliéticos remiten a situaciones relacionadas con el “deber ser”, con cuestiones normativas y prescriptivas, distintas pero no forzosamente reñidas con las descriptivas. Por ello me gustaría rendir un pequeño homenaje a un experto en estas lides, el que fuera esposo-compañero de una de mis heroínas, Jenny von Westphalen, Jenny Marx por su apellido de casada, la madre de mi segunda heroína, Tussy, Eleanor Marx. Es justo hacerlo, pienso, en el año en que celebramos el bicentenario del nacimiento de Karl Marx, un filósofo, mucho más que un filósofo, del que, independientemente de lo que pensemos de sus posiciones políticas, no cabe decir que sea un “perro muerto”. Muy lejos de ello. Lo leamos como queramos o podamos, Das Kapital, un libro atravesado de una enorme pasión poliética a favor de los oprimidos y desfavorecidos, es uno de los grandes e inagotables clásicos de la cultura humana. Lejos está de ser refutado o superado “por las circunstancias”, por “las experiencias históricas” o por el mucho tiempo tiempo transcurrido, 151 años desde su primera edición en alemán, posteriormente revisada. No es, desde luego que no, un libro inservible para nuestro hoy.

Si tienen alguna duda sobre lo que les señalo, y es razonable que la tengan, lean los deslumbrantes análisis de Michael Heinrich, un nombre que conviene retener y que, desgraciadamente, ha sido poco traducido al catalán o al castellano. Dos libros suyos tan sólo. No es el caso del portugués, una hermosa lengua hermana, en la que no solo se ha editado la gran obra de Heinrich, Die Wissenschaft vom Wert, La ciencia del valor, sino también el primer volumen de su deslumbrante biografía marxiana que yo no he podido ver-ojear hasta el momento: Karl Marx y el nacimiento de la sociedad moderna.

Hablando del portugués, permítanme que aproveche la ocasión para recordar y homenajear a Basilio Losada, un gran galleguista, un gran lusitanista, traductor al castellano de los primeros grandes libros de José Saramago, hasta Todos los nombres. Fue profesor mío de Filosofía y Literatura en COU. El me descubrió a Goya, a Jorge Amado y a Pessoa.

II. Aclaraciones

Les recuerdo el título de la conferencia: “Poliética: una fusión con restos”.
Como “Poliética” no es palabra muy usada, me permito señalarles que el asunto del que vamos a hablar esta tarde no va de esto: “Poli con ética”, policía con ética. Esta suma, que no es la nuestra, apunta en otra dirección cuya intersección con el tema del que vamos a hablar no es vacía. Tampoco poliética, en nuestro caso, son muchas morales, diversas teorías éticas.

Por su parte, “restos” no está relacionado con restos incontrolados de amianto por ejemplo. Aunque, como saben, la industria del amianto, su conspiración de silencio, las muertes (las pasadas, las presentes y las futuras), los enfermos y el desamiantado sí que lo están y muy directamente. Es justo recordar los nombres de dos de las personas, ambas amigas, que más han hecho en nuestro país y en el mundo, y durante más tiempo (más de 40 años), a favor de las víctimas de esta industria criminal: Paco Puche y Paco Báez, aparecieron ambos en el “Informe semanal” del pasado sábado.

Tampoco voy a hablarles, en un ejercicio de poliética educativa, del vídeo proyectado hace pocas semanas en la oración de la mañana en las clases de alumnos de secundaria del colegio concertado Salesianos de Estrecho, en Madrid. “Si queréis triunfar tenéis que tener costumbres de ricos y eso es actuar rápido y confiar en vosotros mismos”, propone la grabación. “Los ricos son exitosos y los pobres, mediocres” es otro de los mensajes estrella.

Fusión, por su parte, no remite a asuntos, investigaciones, quimeras o pesadillas atómicas. Lejos, muy lejos de mí el cáliz nuclear. Refiere, inocente y pacíficamente, a unión (acaso incompleta), a proximidad, a cercanía, a fraternidad, a colaboración, a mirar, sentir, pensar y actuar con las dos perspectivas a la vez. Como diría William Orman Quine, un lógico y filósofo muy admirado por mí que nos dejó hace ya algunos años, en la Navidad de 2000: se trata de reflexionar, de consuno, desde un punto de vista ético y político (y lógico como el propio Quine escribió hace ya años en un libro suyo célebre, Desde un punto de vista lógico, título que tomó de una hermosa canción del gran Harry Belafonte).

¿De qué va entonces el asunto que nos ha reunido esta tarde? Lo de fusión ya lo he comentado. “Restos” refiere a asuntos estricta o básicamente éticos, que los hay por supuesto, y también a otros estricta o básicamente políticos, que también existen. No poliéticos, no de conjunción en este caso. Remite también restos a asuntos extraéticos y extrapolíticos. Si alguno de ustedes está interesado, como es mi caso, por la matemática transfinita, por las implicaciones filosóficas de la mecánica cuántica, por la obra de Maurits Cornelis Escher o por los teoremas de Emmy Noether (a quien durante décadas consideré un científico, no una científica), no se moverán ustedes durante el estudio de esos asuntos en coordenadas poliéticas. De nada en demasía, dijeron los clásicos, tampoco de ética y política. De lo cual, dicho sea entre paréntesis, no se infiere que la ciencia, la tecnociencia y el arte estén alejadas años-luz de escenarios políticos. Por supuesto que no. Aspiramos, debemos aspirar, a una ciencia con conciencia, a una buena ciencia con buenas finalidades, y a un arte, como diría Ortega y también Machado, a la altura de las circunstancias.

Sobre Poliética diré ahora brevemente: no se me ocultan las dificultades que se presentan en estos asuntos de los que hablamos, esenciales para todos, en los que lo complejo o muy complejo es característica y norma; no paso por alto las enormes dificultades para conciliar democráticamente (sin que pierdan los de siempre) miles o millones de voluntades e intereses diversos; no niego, como les decía, la existencia de un campo propio para la investigación y el estudio políticos (tampoco para similares estudios en el ámbito de la ética); no olvido que los infiernos están llenos de malas intenciones realizadas pero también, aunque pueda parecer paradójico, de buenas intenciones no suficientemente pensadas y dogmáticamente vividas en ocasiones; sé, como nos enseñó Max Weber, que la oración “de lo bueno sólo puede resultar el bien y de lo malo sólo el mal” es una proposición falsa y que, en cambio, es veraz afirmar, aunque suene arrogante y algo descortés, que quien piense que ese enunciado falso es verdadero es joven, muy joven o incluso un niño, hablando en términos políticos, Lo sé, soy, somos conscientes. De acuerdo, pues, con todo ello.

Pero también sé, también sabemos, que en este mundo (y en otros si existieran) no se suele conseguir lo posible si no intentamos lo que parece imposible. Y una y otra vez, no basta con un primer intento. En mi acepción del concepto de poliética, se trataría de intentar conseguir que los criterios y normas de una buena ética (en singular o plural; por ahora no les defino lo de “buena” ética) jueguen un peso mayor (no digo único) en los asuntos políticos, que la vieja posverdad (no es invento reciente), el menosprecio, el navajazo, la zancadilla, los tuits hachazos-salvajes (muchos de ellos de un machismo vomitivo), la ocultación interesada y una voluntad de poder irrestricta e incluso enfermiza no sean los reyes del mambo ni los únicos invitados a esa fiesta, y, por otra parte, mirado desde la otra arista, que nuestras reflexiones éticas no se queden en disertaciones teóricas, en saludables charlas de café (que, sin duda, conviene practicar) o en agradables tertulias de amigos ilustrados que comparten inquietudes filosóficas sobre el bien y el mal, sobre lo divino y lo humano, demasiado humano.

Si Kant afirmó, pensando sobre asuntos gnoseológicos, que los conceptos sin intuiciones, sin material sensitivo, son vacíos y que las intuiciones sin categorías andan o pueden andar muy ciegas, extraviadas incluso, plagiándole, sin ocultar mi deuda como a veces se hace, podemos afirmar kantianamente, y con toda la prudencia necesaria, que la política sin buena ética puede transformarse rápidamente en politiquería, eso que la ciudadanía puntúa cuando le preguntan con un 1 o con un 2, y que la ética sin política anexa puede devenir, en algunas ocasiones que no son todas, en sermones dichos en desierto (en el de los Monegros, por ejemplo, que es una de mis señas de identidad), sermones en lugares inhóspitos, decía, para pobladores o transeúntes sordos o con mal oído.

Los que voy a intentar en esta intervención, espero conseguirlo aunque sea parcialmente, es explicar y argumentar con algo más de detalle lo que les he contado a bocajarro (disculpen mi brusquedad). Entro en materia. Antes de ello, les doy un ejemplo de lo que en mi opinión sería un asunto poliético.

El coeficiente de Gini es una forma de medir, aceptada y reconocida, las desigualdades económico-sociales de una determinada sociedad más o menos amplia (a veces muy amplia). El valor 0 indica ausencia de desigualdades; el 100 máxima desigualdad. Se ha calculado que en 1820, hace dos siglos de ello, el índice GINI de desigualdad en el mundo tomaba el valor 43. El el valor de ese índice en 2002 era de 70,7, casi 28 puntos más, un incremento del 64,42%, un aumento que tritura cualquier idea ingenua de progreso (no forzosamente con cualquier idea más pensada de progreso en cualquier ámbito). ¿Es admisible moralmente un incremento de ese orden, in crescendo además, de las desigualdades sociales? ¿No es necesario intervenir políticamente con urgencia y de manera constante para combatir una lacra social origen, como sabemos, de muchos sufrimientos, nihilismos, desesperaciones y de aquel verso de José Agustín Goytisolo de “Palabras para Julia”: “no puedo más y aquí me quedo”?

III. Presupuestos

No sé si recuerdan (o incluso si la conocen dada su juventud) una antigua canción de J.M. Serrat: “No hago otra cosa que pensar en ti”. No se la canto, me da corte, pero les recuerdo un verso de este poema-canción: “Esparcí las prendas de tu amor sobre la mesa”. A mí me gustaría hacer algo parecido y esparcir (mostrarles) en el ágora de esta sala algunas de mis deudas y algunos de los presupuestos (los conscientes) desde los que cuelga mi intervención y que apenas justificaré, tómenlos como mis axiomas o postulados poliéticos. De los otros, de los postulados inconscientes, poco puedo decirles. No he trabajado mucho mi inconsciente.

Mi primer punto de partida: lo que les voy a contar, lo que ya les estoy contando no es original, no hay apenas pensamiento propio en mi intervención. Lo poco que sé lo he aprendido de maestros y de algunas lecturas (muchas de literatura, no de filosofía, ética o política propiamente), y también, la praxis cuenta, de la vida, de mi experiencia como profesor de secundaria en esta ciudad y en la UNED y de mi activismo político algo amortiguado en los últimos años.

Señalo a dos de esos maestros de los que les hablo, a dos autores que me han hecho y que siempre están ahí cuando intento recomponerme: Manuel Sacristán y Paco Fernández Buey (de él y del profesor Pablo Ródenas, a quien he leído mucho menos, es la reflexión y uso en nuestro país del término “Poliética”). Todo lo que pueda decirles de interés les tiene a ellos como autores o inspiradores (especialmente de ensayos y artículos del segundo, del autor de Leyendo a Gramsci); de los errores, obviamente, soy yo el único responsable.

Bertolt Brecht (1898-1956)

El segundo de los presupuestos: la idea de fondo, la cosmovisión que subyace a lo que les voy a contar, se recoge muy bien en un poema de Bertolt Brecht, “Satisfacciones”. Fue traducido al castellano por un gran germanista, por Vicente Romano, un gran teórico de la comunicación al que llegué a conocer, admirar y entrevistar. Mi memoria ha retenido, en cambio, la traducción catalana, “Plaers”, ¿en el haber tal vez de Feliu Formosa? Dice así:

El primer esguard per la finestra al matí
El vell llibre retrobat
Rostres plens d’entusiasme
Neu, el canvi de les estacions
El diari
El gos
La dialèctica
Dutxar-se, nedar
Música antiga.
Sabates còmodes
Comprendre
Música nova
Escriure, plantar, viatjar, cantar
Ser amable

En castellano también suena bien, muy bien.

El tercer presupuesto. Nada menos que Albert Einstein, un enorme científico y también un gran filósofo, un caso similar al de Bertrand Russell, nos advirtió de algo aparentemente muy sencillo que ha recordado recientemente Vandana Shiva, otra de mis heroínas: “no podemos resolver un problema con el mismo esquema mental que lo creó”. El gran lector de Spinoza pensaría seguramente en problemas científicos, físicos, cosmológicos, pero mi impresión es que esa “conversión mental” vale o puede valer también para nuestro caso. Conviene retener este buen consejo einsteiniano: pensar con otros esquemas, con esquemas mentales no habituales, ante problemas que han irrumpido, sin solución, en coordenadas teóricas más usuales, gastadas en ocasiones.

El cuarto presupuesto. En una entrevista concedida al canal de televisión internacional de Russia Today (RT) en San Petersburgo (¡me cuesta mucho no decir Leningrado!), Roger Waters, el líder de Pink Floyd (¡la de veces que de joven escuché “The Dark Side of the Moon”!), resumió en una palabra la cultura que él defendía. Esa palabra era, es, “empatía”. Podemos definirla así: la capacidad para conectar con los otros y las otras, con su sufrimiento si es el caso, sumado al deseo de luchar para finalizar con esa situación (si es un sufrimiento injusto). Las dos cosas, una y otra, conexión y lucha, sin olvidar la conjunción copulativa. Yo también suscribo la importancia de esta palabra, tomada y vivida en serio, no como adorno o para “profundas” y a veces aparentes discusiones teóricas. Y matizo: como a veces esos otros no merecen mucha consideración moral ni siquiera en su sufrimiento (pienso en Eichmann, Himmler o Mengele, por poner ejemplos distantes, hay algunos más cercanos), conviene modificar esa palabra, “empatía” y hablar en su lugar de “compasión racional temperada”.
Algo sobre todo esto comentó en clase una vez el profesor Fernández Buey a propósito de Cornelius Tácito. El cónsul y escritor romano relativizó la concepción heredada de la polaridad entre civilización y barbarie (la barbarie, por supuesto, siempre son los otros; nosotros siempre somos la civilización, lo óptimo, hasta el punto de exportar “nuestra civilización” a tierras lejanas con procedimientos tan contundentes como los bélico-atómicos). Tácito introdujo la sospecha sobre el valor moral de esa distinción entre civilización (nosotros) y barbarie (los otros) de la forma siguiente: “Nadie ríe allí [entre los germanos, los otros] los vicios; y al corromper o ser corrompido no se llama allí [como entre nosotros, los civilizados] vivir con los tiempos”.

No es necesario señalar la “actualísima actualidad”, perdonen el pleonasmo, de la segunda parte de esta conjunción, sobre todo este “vivir con los tiempos” y considerar ingenuo-idiota-utópico a quien no quiere vivir conforme a la inmoral moral hegemónica de “estos tiempos” que, por cierto, tanto nos recuerdan a otros a los que ya somos viejecitos-jubilados y mostramos o estamos a punto de mostrar canas en abundancia.

El quinto presupuesto, voy finalizando. No simpatizo en exceso con muchas de las reflexiones de Arthur Schopenhauer y menos aún con algunas de sus acciones políticas. Pero este pasaje de una de sus obras de difícil nombre, Parerga y paralipómena, me parece (parcialmente) entrado en razón. Dice así:
“La virtud no se enseña, ni tampoco el genio; la idea que se tiene de la virtud es estéril y no puede servir más que de instrumento, como ocurre del arte con las cosas técnicas. Esperar que nuestros sistemas de moral y nuestras éticas puedan formar personas virtuosas, nobles y santas es tan insensato como imaginar que nuestros tratados de estética pueden producir poetas, escultores, pintores y músicos.”

He dicho “parcialmente” porque yo sí que creo (mejor dicho: sí que opino), que nuestros tratados y consideraciones sobre la virtud, lo correcto y el bien (con diversidad de puntos de vista sobre estas cuestiones), adecuadamente explicados y transmitidos, y también y sobre todo nuestro hacer, nuestro ejemplo, tienen su efecto en la comunidad, aunque el efecto no sea completo y esté garantizado. Una ilustración que viene a mi mente y también a mi corazón por amistad y relaciones familiares: lo mucho que hemos avanzado, por los ejemplos, la vida y las explicaciones, en la consideración de los derechos de las personas, de todos nosotros, en asuntos tan decisivos para nuestro Ser, que es cuerpo y alma, como nuestra orientación sexual. De burros de atar, machistas, zafios e intolerantes de atar hemos pasado a ser hombrecitos más amables, abiertos, menos machos-alfa y más comprensivos. No digo que todo este hecho, queda mucho por hacer, pero hemos recorrido ya una parte del camino.

La última consideración. Si tuviera que elegir un pasaje, un fragmento, una reflexión filosófica, no dos ni tres, solo una, directamente relacionada con nuestro asunto, una reflexión que me siga tocando como la primera vez que la leí a los 19 o 20 años y a pesar de los muchos años transcurridos, tendría que referirme al epílogo de un libro que estudié con muchas dificultades en mis años de estudiante de Filosofía. Les hablo de la kantiana Crítica de la razón práctica. El pasaje en cuestión, muy breve, dice así: “Dos cosas llenan mi ánimo de creciente admiración y respeto, a medida que pienso y profundizo en ellas: el cielo estrellado sobre mí y la ley moral dentro de mí”. En otras versiones la traducción es esta: “Dos cosas llenan el ánimo de admiración y respeto, siempre nuevos y crecientes cuanto más reiterada y persistentemente se ocupa de ellas la reflexión: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que hay en mí”. Ambas versiones son buenas en mi opinión y ambas nos afectan en lo más profundo.

Immanuel Kant (1724-1804)

Tras estas prendas poliéticas esparcidas en esta ágora, continúo con un chiste sobre conejos, sobre el sexo de un conejo. ¿Por qué? Porque el resto de mi intervención pueden pensarla como un intento de superación de la disyuntiva, disyuntiva excluyente aparentemente, que en él se nos dibuja. Dice más o menos así: ¿cómo diferenciar al científico del filósofo? Veamos cómo obrarían ambos para determinar el sexo de un conejo. El primero, el científico, observaría el animal, lo trataría con cuidado, palparía, miraría donde hay que mirar, y luego diría: conejo o coneja. El filósofo lo miraría desde la distancia, reflexionaría profundamente sin acercarse ni tocarlo, y luego diría: “si blanco conejo, si blanca coneja”.

La solución, ya sé que los chistes no tienen solución, al final de todo.

IV. Definiciones

Viene ahora un movimiento un poco pesado, mucho más bien. No queda otra. Defino y relaciono brevemente, tiene que ser brevemente, algunos conceptos esenciales de nuestro asunto… Pero como queda poco tiempo me lo voy a saltar, sin más, aunque aquí hay mucha cera que guardar.

Empiezo por política. Una definición muy cercana a nosotros sería la de Domenico Moro. En un reciente artículo suyo titulado “Soberanía, Estado y relaciones entre clases en la época del euro” (El Viejo Topo, octubre de 2018), el pensador italiano definía la política en los siguientes términos: “El euro o, más concretamente, la integración económica y monetaria (UEM), no es un mero proyecto económico; es un proyecto político, entendiendo por política la capacidad de orientar y gestionar las relaciones de todas las clases sociales entre sí y con el Estado”.

Hay mucha cera que cortar en esta aproximación pero déjenme remarcar sólo un nudo, el de orientar y gestionar las relaciones de las clases en lucha.

Platón

Platón, en el Protágoras, nos da una analogía en la que viene a decir que la política es un don de los dioses otorgado a los hombres para evitar su recíproca aniquilación, visto que, como las bestias, los seres humanos tendemos inevitablemente a entrar en conflicto uno con otros y, además, y a diferencia de aquéllas, la técnica ha puesto en nuestras manos armas de poder destructivo inmensamente superior al de las simples garras y colmillos de las fieras.

Aristóteles

Otra definición clásica, de Aristóteles en este caso, del gran lector, dice así: “Todo arte y toda investigación e, igualmente, toda acción y toda elección libre parecen tender a algún bien. […] Si, por tanto, de las cosas que hacemos hay algún fin que queramos por sí mismo, y las demás cosas por causa de él […], es evidente que este fin será lo bueno y lo mejor. […] Si es así, debemos intentar determinar, al menos esquemáticamente, cuál es este bien y a cuál de las ciencias o facultades pertenece. Parecería que ha de ser la suprema y directiva en grado sumo. Esta es, manifiestamente, la política”.

Curiosamente este que les he leído es un paso no de Política sino de Ética a Nicómaco (1094a-b. Gredos, Madrid, 1985). Si mi memoria ha acuñado bien esta moneda, el primer libro publicado por una imprenta de Barcelona fue precisamente una de las Éticas de Aristóteles, traducida al latín, no recuerdo el traductor. Hacia finales del XV, hacia 1473.

Aristóteles, como buen platónico, relaciona el sumo bien con la política. Moro, 24 siglos después, la entiende como la capacidad de orientar y gestionar, de la mejor y más justa forma posible (el añadido es mío, pero debe ser esa la concepción de política justa de Moro), las relaciones de todas las clases entre sí y con el Estado.

Podemos unificarlas: la política, en su sentido más noble, sería el intento de organizar y gestionar la polis, el Estado, las instituciones, los troncos y ramas de ese Estado, también las organizaciones ciudadanas, de la mejor forma posible para el conjunto de la ciudadanía, y, especialmente, añado yo ahora, organizar y gestionar de la mejor forma posible pensando, sobre todo, en los sectores sociales más desfavorecidos, en los más débiles (mucho de ellos con nombre de mujer), “los perdedores” que diría con desdén y desprecio el señor o lo que sea Donald Trump.

Si eso es la política, lo que se suele llamar, tal vez con poca modestia gnoseológica, “ciencias políticas”, sería el estudio del conjunto de hipótesis, afirmaciones, descripciones, teorizaciones y prácticas, con mucha historia por detrás y mucha cera que cortar, de la praxis políticas, de las prácticas y teorías políticas a lo largo de la historia de la humanidad.

La filosofía política, una reflexión de segundo grado, podría ser entonces el estudio de algunos conceptos básicos de estas disciplinas -poder, justicia, libertad, fraternidad, Estado, Constitución, derecho, deberes, democracia, ciudadanía, solidaridad, dependencia, Centro-Periferia, colonialismo, desarrollo desigual, participación política, y tantos otros-, estudio de esos conceptos básicos, decía, y también de la fundamentación racional-empírica de las propuestas políticas en liza y de las grandes cosmovisiones políticas: liberalismo, socialismo, republicanismo, ultraliberalismo, teología de la liberación, cristianismo social, el comunismo libertario, el conservadurismo, el pensamiento reaccionario, etc.

Desde este punto de vista, la política entendida y practicada como búsqueda sin miramientos del poder, de todo poder, o como mecanismo de acumulación de capital propio (en nuestro país tenemos ejemplos presidenciales de ello, también ejemplos de exalcaldes de esta ciudad que no supieron-quisieron estar a su altura), estaría fuera del foco descrito. Desviaciones, senderos extraviados, del propósito verdadero. Algo así como un físico que confundiera masa con peso, velocidad con aceleración y trabajo con entropía dijera que lo suyo también es ciencia física, que también lo suyo es parte de la vida cultural de la ciudad, y obtuviera beneficios de todo ello trabajando para una multinacional de la confusión mental.

La otra parte del dueto, el otro término que compone poliética es algo más complicado o cuando menos a mí me lo parece. La aproximación que les dibujo deja muchas cosas en el tintero. Me baso, como les he señalado, en observaciones y reflexiones de Francisco Fernández Buey.

Francisco Fernández Buey (Palencia, 1943-Barcelona, 2012)

Moral viene de la palabra latina mos, mores, que significa costumbre o costumbres. Lo que llamamos moral tiene que ver, en primera instancia, con los hábitos o costumbres del ser humano. Esto no quiere decir que todos nuestros hábitos o costumbres o hábitos sean morales en el sentido en que habitualmente empleamos hoy esta palabra. Si así fuera, la moral se identificaría con la antropología, la sociología o la etología, con la descripción y análisis de los diferentes comportamientos o costumbres. No es eso.
Hay conductas o comportamientos amorales, no sólo en la acepción de ‘inmorales’ (comerciar con órganos humanos, por ejemplo) sino también en la acepción de ‘extramorales’. Por ejemplo, visitar la UNED de SCG todos lo miércoles por la tarde y saludar a los amigos.

En su origen, la delimitación de lo que es moral parece haber tenido que ver con el lugar en que habita el ser humano, con la casa, con la morada, el espacio material de la costumbre en el caso específico de los seres humanos. Lo mismo que economía, oikonomia, que Aristóteles distinguía de la crematística (nuestro concepto de economía, que no es el suyo). Un eco de ese origen queda todavía en nuestra consideración de lo moral como algo que está íntimamente ligado a la privacidad, a las acciones y hábitos característicos de la vida privada del ser humano.

Nuestra cultura greco-judeo-cristiana (que no es la de todos los humanos; humanes, para evitar el sexismo, decía un antiguo profesor mío de lógica y filosofía de la ciencia, Jesús Mosterín, fallecido por un mesotelioma derivado del amianto que inhaló en una fábrica cercana a su lugar de veraneo en Bilbao), nuestra cultura gjc, decía, nos ha impuesto intensamente un matiz importante, a saber: en la medida en que se refieren a esa peculiar cualidad de los actos humanos por la que decimos de ellos que son “buenos” o “virtuosos”, moral y moralidad se presentan como nociones que se predican de la morada interior del ser humano, remitiendo a su fuero interno, a la parte que se suele denominar espiritual de su estar en mundo. A nuestra conciencia por decirlo rápido.

En cualquier caso, y en una primera aproximación, sea por historia, por tradición o por convención, se suele decir que moral es el comportamiento o conjunto de comportamientos humanos y normas de conducta que consideramos generalmente como válidos. Cuando juzgamos tal o cual conducta, comportamiento o costumbre como válida, correcta o moralmente adecuada estamos dando por supuesto dos cosas: que en el hacer algo o en el comportarse hay intención manifiesta o una cierta finalidad, y que existe algo así como una norma o criterio con respecto al cual juzgar. Cuando esta norma de las que les hablo es aprehendida con el carácter de una exigencia de obligado cumplimiento se convierte en ley, en ley moral, eso de lo que Kant hablaba, les recuerdo, con palabras inolvidables.

El lenguaje corriente u ordinario, como dirían los analíticos, no distingue entre los términos ‘moral’ y ‘ética’. En la vida cotidiana usamos ambos, indistintamente, para referirnos a conductas y comportamientos del ser humano; también para referirnos, como les decía, a las normas por las que se rigen éstos.

En el griego antiguo existían dos palabras, êthos y éthos, cuyos sentidos, aunque mutuamente vinculados, no son del todo equivalentes: êthos se puede traducir por ‘carácter’, mientras que éthos tiene el sentido de ‘hábito’. Decimos, por ejemplo, que tal o cual conducta o comportamiento es moral o inmoral, ético o contrario a la ética, queriendo significar que es “bueno” o “malo”, de acuerdo con un determinado código o conjunto de normas que compartimos con los más próximos o no tan próximos, o que consideramos generalmente aceptadas. Y, tanto si usamos una palabra como la otra, tendemos a suponer en la mayoría de los casos que este código o conjunto de normas es o puede ser universal, o sea, compartido por todos y cada uno de los miembros de la especie humana, con independencia de las diferencias culturales.

Desde un punto de vista técnico-filosófico las palabras ‘moral’ y ‘ética’ no tienen idéntico significado. Se entiende así que moral es el conjunto de comportamientos y normas que solemos aceptar como válidos, y que la ética es la reflexión sobre por qué los consideramos válidos, lo cual incluye la comparación con otras morales que tienen personas diferentes. Según esta distinción, lo moral o la moral es el objeto de la ética. La ética hace tema de lo moral, lo tematiza reflexionando sobre ello. Por eso se suele decir que la ética es la filosofía moral o disciplina filosófica que estudia las reglas morales y su fundamentación. O también: la ética es la teoría (el saber o ciencia, entendida en un sentido amplio) del comportamiento moral de los hombres en sociedad.

Conviene señalar algunos apuntes sobre estas distinciones.

Primera: ha habido casi tantas éticas o filosofías morales como morales propiamente dichas y no hay acuerdo entre los filósofos sobre cuál sea la mejor manera de fundamentar las reglas morales. De ahí, la diversidad de éticas. La poliética, en un sentido trivial de la palabra, sería eso, existencia de muchas éticas.
Segunda: que en lo que hace a la reflexión moral y/o ética, los filósofos suelen distinguir varios niveles: a) la reflexión moral: la que atiende a preguntas del tipo: “¿debo hacer X?”; b) la ética normativa: la reflexión que se plantea preguntas del tipo “¿por qué debo hacer X?”; c) la metaética: la reflexión de segundo grado sobre las grandes palabras de la ética (‘bueno’, ‘bondad’, ‘virtud’) y que versa, por tanto, sobre preguntas del tipo “¿está bien planteada la pregunta anterior?”, “¿por qué lo está o deja de estarlo?”; d) la ética descriptiva, que es la que se plantea preguntas del tipo siguiente “¿cree A que debe hacer X?” (donde A refiere a un agente individual, un pueblo, una cultura, un grupo religioso, etc.). Las preguntas de tipo a solicitan un consejo; las de tipo b piden justificación; las de tipo c demandan aclaraciones sobre significados y usos de los términos normativos; y las de tipo d reclaman informaciones descriptivas.

En síntesis, déjenme que se lo resuma un poco a lo bruto, un lío, un buen lío.

Pues bien, esta distinción-separación entre lo que los filósofos analíticos han llamado, con algo o mucho de suficiencia, “lenguaje ordinario” (que suena casi a ordinariez), nuestro uso habitual de la lengua, y la distinción filosófica que les he apuntado, era disuelta por el profesor Francisco Fernández Buey de una forma que comparto. Decía el autor de Ética y filosofía política:

Propongo, por tanto, adoptar como criterio el siguiente: usar las palabras ‘moral’ y ‘ética’ como las usa la mayoría (para evitar, entre otras cosas, la pedantería y la jerga especializada), pero atenerse, cuando haga falta, a algunas precisiones sobre los conceptos que se expresan en estas palabras y que han sido aportadas por la minoría, en este caso, por la minoría que representan los filósofos. Y no dar por supuesta tampoco, al menos de entrada, la adscripción de nadie a una determinada corriente ética en particular para así favorecer la argumentación y el diálogo.

No precipitarse, pues, y mantenerse cercano al usual uso del lenguaje. De acuerdo.
Algunos apuntes más si la paciencia no se ha alejado de ustedes.

El comportamiento moral de tal o cual persona, su comportamiento real, no depende ni se sigue de los discursos o estudios que circulan con el nombre de moral. Esto se sabe desde antiguo. “Los discursos éticos –decía Aristóteles– no tienen eficacia más que sobre las almas bien nacidas”. En general, solo los seres humanos ya buenos atienden a los argumentos sobre la bondad y la corrección. Los otros vienen a decir “a mí no me líes, que no soy tonto ni ingenuo; mi interés propio o lo que creo por tal por encima de todo; lo que veo todos los días del año 35.000 veces por minuto en mis alrededores. No soy ni pretendo ser una alma bendita. Para eso ya están los ángeles que son pocos e incluso los angelitos de Machín”.

Coincido parcialmente con estas afirmaciones bastante pesimistas. Empero, en mi opinión, los ejemplos morales, los buenos ejemplos morales, la propia reflexión, no tanto los discursos, nos pueden hacer mejor a los demás, si tenemos las mínimas condiciones de posibilidad para ejercer de agentes morales (no es fácil en casos de desesperación o cuando no se tiene lo básico, lo elemental). Y eso aunque no seamos “almas bien nacidas” sino seres nacidos con algunas limitaciones. Lo hemos comentado antes.

Albert Camus (1913-1960)

De hecho, Albert Camus advirtió en El mito de Sísifo que no se puede disertar sobre la moral. ¿Cómo que no se puede disertar si lo estamos haciendo? Quería decir más o menos que él, como casi todos nosotros, había visto a personas “obrar mal con mucha moral” y había comprobado en más de una ocasión, ustedes también seguramente, que la honradez no necesita reglas.

Yo tengo en mis padres, analfabetos ambos no por elección sino por la dureza de la vida y por eso que llamábamos hace años “la lucha de clases”, un ejemplo moral que no necesita reglas, que sale de uno o de una. Sin más. Tussy Marx y su hermano Freddy, el hijo no reconocido por Marx, también estaban hechos de esa pasta. Sin grandes reflexiones, saliendo de dentro. No se necesita leer a Platón, Kant o Hegel para comportarse con decencia. Mi maestro, de nuevo FFB, lo decía en estos términos:
La tesis de que un gran consumo de jabón demuestra una especial limpieza no es aplicable a la moral, donde es más justa la otra proposición: que una exagerada manía de lavarse no indica una conciencia muy limpia. Sería un experimento interesante limitar el uso de la moral (de cualquier clase que sea). Contentarse con ser moral en casos excepcionales, cuando sea aconsejable; en todo lo demás, considerar el propio obrar como la necesaria estandarización de tornillos y lapiceros. Es cierto que entonces no se darían muchas cosas buenas, pero sí algunas mejores.

Empero, afirmaciones como éstas de Camus o de FFB son también reflexiones morales o metamorales, de modo que no han de entenderse como una llamada al inmoralismo o a que suene la música por Antequera o por donde sea. Nada de eso. Son más bien una crítica a la hipocresía que suele acompañar el hablar a todas horas de moral y hacer y vivir inmoralmente. Ustedes lo saben, ustedes habrán vivido ejemplos así en sus alrededores.

Un apunte más sobre estas delimitaciones.

Decir que hay distintas éticas no equivale a afirmar el relativismo moral, o sea, no equivale a decir que, como hay muchas opiniones sobre esto, “todo vale” o que “todo es según el color del cristal con que se mira” o que “todo depende de la cultura, tradición o cosmovisión en que se esté”, en que se viva o haya vivido. En absoluto. Cuando se dice que hay distintas éticas (o reflexiones más o menos filosóficas sobre el por qué de nuestros criterios morales), cuando se afirma la existencia de la poliética en ese sentido, lo que se quiere decir es una de estas dos cosas: que también la reflexión ética (como las costumbres y hábitos de las personas, que son su objeto) está afectada por las diferencias entre culturas, o bien que dentro de una misma cultura hay diferentes criterios tanto a la hora de fundamentar las normas morales como a la hora de establecer cuáles son los valores morales preferentes: la felicidad en general, la virtud, la excelencia, el amor al prójimo, el placer individual, la modestia, el ideal incondicionado, la utilidad, la libertad, el beneficio personal, el altruismo, la armonía interior, la docta ignorancia, la prudencia aristotélica, el servir a Dios, el seguir a un determinado líder espiritual y/o político, etc. De casi todo hay en el viña del señor y en este mundo en el que todo o casi todo parece desvanecerse en el aire.

Bartolomé Las Casas (1484-1566)

Así, pues, el reconocimiento de la diversidad cultural y, por tanto, del carácter relativo de las conductas o comportamientos humanos no implica, sin más, relativismo moral es algo que se puede argumentar bien en el marco de la historia de las ideas. Bartolomé de las Casas y Michael de Montaigne, que han sido dos de los más importantes descubridores del relativismo cultural en los orígenes de la modernidad europea, no fueron, sin embargo, relativistas morales sino más bien universalistas: explicaron, aceptaron y comprendieron la diferencia de costumbres; criticaron el fundamentalismo o esencialismo de la propia cultura allí donde ésta despreciaba o minusvaloraba tales o cuales hábitos de las otras culturas, pero, al mismo tiempo, afirmaron que el reconocimiento de la diferencia cultural no equivalía a negar la posibilidad de argumentar racionalmente en favor del universalismo.

Un buen ejemplo contemporáneo de que la admisión del relativismo cultural no conduce necesariamente al relativismo moral es la obra de uno de los intelectuales que a mí más me impresionaron desde siempre, el palestino-norteamericano Edward Said, ya fallecido, premio Príncipe de Asturias con su amigo, uno de los músicos y artistas que más merecen nuestro reconocimiento, Daniel Barenboim, el que fuera esposo-compañero de la inigualable Jacqueline Du Pré.

Nos queda hablar de poliética y ya estamos.

Poliética es un término ambivalente. Sugiere al mismo tiempo, de nuevo tomo pie en el profesor Fernández Buey, pluralidad de éticas y fusión de lo ético y lo político. Hemos hablado de ello.

Lo primero, la admisión de la pluralidad de éticas, es algo que se deriva de la insatisfacción ante las morales que, en singular, una sola moral, la verdadera, la auténtica, la única admisible, empujan, imponen o intentan dominar en determinadas sociedades. Cuando se habla a veces del estilo de vida occidental, como si fuera único (sin serlo) y, además, el único admisible o el único que vale la pena vivir, se apunta a esta unicidad moral que intenta superar el concepto de poliética entendido en este primer sentido. No hay una ética, hay muchas éticas, sin que ello implique, como hemos visto, un radical relativismo moral o ético (no digo cultural) que personalmente no comparto.

En esta primera acepción del término, nos ubicaríamos en coordenadas descriptivas, no normativas. Las cosas, nos gusten o no, son así, andan de este modo.

La segunda acepción, la necesidad de una fusión o de una entente cordial entre la ética y la política es un desiderata, una vieja aspiración, que nació, señalaba el profesor Fernández Buey, “en la época de la ascensión de las masas a la política y de la manipulación política extrema de las masas”. Ni que decir tiene que esta manipulación extrema de amplios sectores de la ciudadanía es pan nuestro de cada día o, si lo prefieren, plato diario en las políticas realmente existentes de muchas sociedades contemporáneas. Desde hace años. Por no hablar de lo más cercano, no desearía herir ningún sentimiento, baste con que piensen en lo sucedido en la primera vuelta de las elecciones brasileñas e incluso en los apoyos otorgados por grandes figuras del fútbol internacional, algunas de ellas ex jugadores del Barça (uno de ellos creo que es su embajador o algo así), a un político profesional de la bajura poliética de Jair Bolsonaro.

Esa aspiración de fusión se mueve entre tradición e innovación: arranca de la necesidad de distinguir analítica y metodológicamente entre ética y política, distinción que conviene tener en cuenta en nuestros análisis teóricos, pero rechaza las consecuencias de la separación absoluta entre lo público y lo privado. Una de las consecuencias de esa separación sería la generalización de la doble moral. En el fondo, hay aquí una crítica a la afirmación, bastante extendida en el interior de la cosmovisión neoliberal, más que en la liberal propiamente, según la cual “los vicios privados producen virtudes públicas”. La codicia, por ejemplo, la búsqueda permanente del penique o del euro generaría, milagrosa o azarosamente, el bienestar colectivo, la justicia. El bien común a partir de los males individuales o de los comportamientos poco o éticos. Digan lo que digan es paradójico y no hay garantías.

Paul Feyerabend (1924-1994)

Entendida como deseo de fundir ética y política, la poliética sería una propuesta normativa, no siempre explícita, que arrancaría de dos observaciones. En primer lugar, de nuevo tomo pie en FFB, “de la observación de que la separación entre ética y política, establecida en los orígenes de la modernidad europea, tiene fundamento metodológico pero ha sido pervertida en la vida práctica de las sociedades”. La política se ha convertido en otra cosa, en lucha por el poder, en lucha despiadada y sin muchos miramientos. En general, no digo siempre, aunque estaba a punto de decirlo, es admisible, vale, cuenta, tiene interés, lo que da poder, lo que nos aproxima al poder, lo que nos permite ganar elecciones, mandar más en los partidos u organizaciones o ganar en influencia social por ejemplo. Y en eso, como dijo un físico y filósofo austriaco, Paul Feyerabend, refiriéndose a otros asuntos, los epistemológicos, a temáticas de método y ciencia, todo valdría… O, si quieren, casi todo valdría, añadiendo que la distancia entre el casi y el todo es aquí casi infinitesimal.

La segunda observación en torno a esa fusión señalaría que los principales problemas que llamamos políticos remiten a principios éticos sólidos, fuertes, poco negociables, y, viceversa, que no hay apenas asunto relativo a los comportamientos privados que, en última instancia, no acabe en consideraciones políticas o jurídico-políticas. En el fondo: la recuperación de la totalidad perdida, lo que tiene que ver con los asuntos públicos, con los comportamientos ciudadanos en el ágora una vez que se ha admitido que, por razones analíticas o metodológicas, conviene mantener separados el juicio ético y el juicio político.

Ya está. Lo dejo aquí. La arista de delimitaciones conceptuales sé que ha sido entre pesada y muy pesada. Reitero mis disculpas.

V. Ilustraciones

Permítanme ahora dar algunos ejemplos que pueden ilustrar el asunto que estamos comentando, el de la posibilidad real de esta fusión con restos de ética y política. Como habíamos pensado inicialmente una conferencia sobre educación y valores en una ciudad trabajadora como Santa Coloma daré al final algún ejemplo relacionado con el tema. Pero mi primer ejemplo tiene que ver con un asunto esencial para todas y todos, y además de esencial, urgente. Hemos oído hablar de él mil veces, tal vez más. Me refiero al cambio climático antropogénico y los escenarios dantescos (en plural, no en singular) a los que nos enfrentamos.

Algunos datos para situarnos:

Los incendios forestales de 2017 -un solo año- pusieron más ceniza en la atmósfera que respiramos que 10 años de erupciones volcánicas.

Las intensidades caloríficas emitidas por los incendios de julio y octubre en Portugal en 2017 fueron, respectivamente, 68 y 142 veces la intensidad calorífica de la bomba sobre Hiroshima.

Entre 1901 y 1910 se tuvo constancia de 82 desastres (10 o más muertos, o 100 o más heridos, o decreto de estado de emergencia) asociados al clima; entre 2002 y 2013, 100 años después, también una década, su número es 4.000 (es decir: 49 veces más). Por lo demás, ha habido una media de 355 desastres anuales entre 2005 y 2015. Los desastres, además, son más frecuentes en los países de renta media o baja. Desde 1990 se han duplicado en estos países.

Desde 1870 a 2000 el mar se elevó 20 centímetros de media. Desde 1993 hasta 2017, en apenas 24 años, se ha elevado 8,8 centímetros (a este ritmo, en el período anterior, se hubiera elevado casi medio metro, 47,7 cm).

Para unos 650 millones de personas, todo esto significa vivir en zonas de inundación crónica; para los 51 estados insulares, un desastre.

Países con más riesgos por la elevación del nivel del mar: China, el 4% de su población estaría afectada; en Vietnam, el 26%; en Japón, el 10%; en los Países Bajos, el 47%; en el Reino Unido, el 4%; en Alemania, el 2%. No sigo.

La calidad de vida de las generaciones futuras va a depender de lo que hagamos en las próximas tres décadas, 30 años, no más. Hemos agotado todas las prórrogas. Hemos ido a los penaltis y estamos a punto de lanzar el último, a pesar de tener información sobre ello desde hace más de un siglo y con mayor concreción e información desde más de 35 años. Hemos oído, hemos hablado, hemos criticado, hemos hecho mucha teoría (y mucha teoría de la confusión, del no sabemos, del no es seguro, algunas multinacionales petroleras son especialistas en esto) y hemos hecho muy poco o casi nada. No hemos llegado a saber lo que realmente ya sabíamos. Se puede explicar por razones psicológicas: siempre es difícil asimilar los escenarios que nos perjudican. Hay otras razones que tienen que ver con los privilegios, el poder y el sálvese el último. Por lo demás, el optimismo tecnológico, una tecnofilia exagerada, vertebra las cosmovisiones de muchos de nosotros: ya inventaremos algo que lo resuelva. No somos suicidas, no somos tontos. Somos, al mismo tiempo, la especie de la hybris, de la exageración, de la soberbia… y de la confianza exagerada, sin justificación, en la tecnociencia.

La humanidad está en el umbral de un fracaso de proporciones colosales en su intento por mantener (no hablo de eliminar, ya no podemos) el calentamiento global en un nivel moderado. Si se quiere evitar que el cambio de la temperatura mundial alcance una cota superior a los 1,5 grados Celsius (estamos cerca de un grado), lo que llevaría a un desastre de dimensiones cataclísmicas, se requiere que todas las economías del mundo apliquen medidas sin precedente para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. Todas, sin excepción, especialmente las más importantes: Estados Unidos, China, Alemania, Japón, Brasil, Reino Unido, etc.

Esta es la principal conclusión del informe especial del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) dado a conocer el pasado 6 de octubre. El IPCC, como saben, es el brazo científico de Naciones Unidas sobre este tema del calentamiento global.

El contenido del este último informe (en su redacción han intervenido voces no científicas con la intención de que la exposición sea más digerible) relata con todo detalle lo que va a ocurrir, lo que puede ocurrir con alta probabilidad, si nos mantenemos en los 1,5°C de aumento sobre los niveles preindustriales y advierte de lo que ocurrirá si dejamos que se encarame hasta los 2°C. ¿Y más allá? Más allá: monstruos como decían los marineros cuando llegaban a la línea que marcaba el límite del océano en sus cartas de navegación.

En síntesis: nosotros, la especie humana se ha convertido en una verdadera amenaza para la vida en el planeta. Todos los acontecimientos históricos de los humanos modernos, desde el descubrimiento de la agricultura (la población humana apenas superaba los 5 millones), hasta la, digamos, conquista del espacio, han ocurrido en este (breve) período de tiempo: 10.000 años, 10 milenios, 100 siglos (100 humanes de vida prolongada de 100 años, cogidos de la mano, uno tras otro). Hemos destruido casi la mitad de los bosques naturales que cubrían los continentes hace apenas 2.000 años; hemos provocado la desaparición de miles de especies de plantas y animales; hemos contaminado los suelos, el agua y el aire con sustancias tóxicas de nuestra propia invención; hemos llenado los océanos con desechos químicos y plásticos que amenazan la vida marina; hemos generado una peligrosa basura espacial; hemos alterado los ciclos de las precipitaciones y aumentado la intensidad y frecuencia de los huracanes. Y así siguiendo. Como especie, somos con diferencia la más destructiva. No somos ángeles.

Un matiz complementario. El trastorno climático no puede atribuirse sin matices a toda la humanidad, ese hemos que he usado no es correcto, porque significaría desconocer que en cada país la sociedad está atravesada por múltiples mecanismos de división y segmentación, entre ellos los de la clase, el género, la “raza”. Considerando esas divisiones, entre las cuales se destaca la de clase, las modificaciones climáticas han sido generadas a nivel mundial por ciertos países (a la cabeza de los cuales se encuentra USA) y por los sectores sociales opulentos y acaudalados del mundo… Los que soportan en forma directa las peores consecuencias del desastre climático y ambiental son los pobres, los trabajadores, los humildes, porque ellos viven en condiciones de pobreza o de miseria, frecuentemente sin lo elemental para enfrentar contingencias como las que representa un huracán.

Paul Krugman (1953)

No tengo tiempo para comentarlo pero convendrá analizar un escrito de Paul Krugman, el Nobel de Economía, en el NYT en el que dada cuenta recientemente de la situación: “Trump y los negacionistas del cambio climático”. Abría su artículo con estas palabras:
“El cambio climático es un engaño. El cambio climático está ocurriendo, pero no es provocado por el hombre. El cambio climático es provocado por el hombre, pero hacer algo al respecto podría destruir empleos y acabar con el crecimiento económico. Estas son las etapas de la negación climática. O tal vez sea incorrecto llamarlas etapas, pues los negacionistas en realidad nunca abandonan un argumento, sin importar qué tan plenamente haya sido refutado por la evidencia. Es mejor describirlas como ideas cucaracha: afirmaciones falsas que uno pensaría de las que ya se deshizo, pero que siguen regresando”.

De cualquier modo, prosigue PK, “el gobierno de Trump y sus aliados —a la defensiva por otro huracán mortífero aumentado por el cambio climático y un amenazante informe de las Naciones Unidas — han utilizado todos esos malos argumentos en los últimos días. Diría que fue un espectáculo estremecedor, pero es difícil estremecerse estos días. No obstante, fue un recordatorio de que ahora nos gobierna gente que está dispuesta a poner en peligro la civilización en aras de la conveniencia política, sin mencionar las mayores ganancias para sus amigos del combustible fósil.

Krugman escribe “ahora” pero no logro ver que los gobiernos usamericanos anteriores obrasen con criterios muy diferentes. Finaliza así su nota:

“En resumen, aunque los argumentos de los negacionistas del cambio climático siempre fueron débiles, se han debilitado aún más. Incluso si realmente te habías dejado convencer por los negacionistas hace cinco o diez años, los acontecimientos posteriores debieron haberte hecho reconsiderar. En realidad, claro está, el negacionismo climático nunca ha tenido mucho que ver ni con la lógica ni con las pruebas; como dije, los que niegan el cambio climático claramente debaten de mala fe. En realidad no creen en lo que están diciendo. Solo buscan excusas que permitan a gente como los hermanos Koch seguir haciendo dinero… Una forma de pensar en lo que está ocurriendo aquí es que es el mejor ejemplo de la corrupción trumpiana: tenemos buenas razones para creer que Trump y sus compinches están vendiendo a Estados Unidos para obtener ganancias personales. Sin embargo, tratándose del clima, no solo están vendiendo a Estados Unidos, están vendiendo al mundo entero.
¿Algo qué decir desde un punto de vista ético ante la situación descrita? Mucho, el resto no puede ser silencio. Una idea básica: se impone una rectificación urgente en nuestra forma de estar en el mundo, en nuestro forma de producir, de consumir y de tratar a la Naturaleza. Sobre todo si tenemos en cuenta aquella ampliación de Hans Jonas del imperativo kantiano: hay que incluir en la Humanidad a las futuras generaciones, tenemos un deber con ellas. Con nosotros no debe finalizar la Humanidad. No basta con pensar en nosotros, aunque ese nosotros seamos todos los de ahora.

No se me ocurre ninguna o casi ninguna posición moral, ninguna ética razonable, sea de nuestro gusto o no en muchas de sus aristas, sea laica, religiosa, semireligiosa, poco o muy fundamentada, que se quede muda ante un problema de estas dimensiones o que diga que no pasa nada, que un ser todopoderoso, X, Y o Z, ya nos ayudará o que en sus manos está nuestro Ser y su creación y ya está, a seguir con lo mismo.

Sólo una muy mala lectura del carpe diem, toma el día y que los de mañana se apañen, podría objetar lo que les acabo de señalar. Sería como la frase que se le atribuye a Luis XIV: “aprés moi, le déluge”, después de mi el diluvio. No es eso, no debe ser eso. Nada que ver con la noción de hedoné de Epicuro, si entendemos bien el concepto de placer que vindicaba el gran filósofo atomista de Samos, en una de las primeras escuelas filosóficas en que el papel de la mujer-filósofa contó (Sofía y filosofía son nombres femeninos no lo olvidemos).

¿Y desde un punto de vista político? Pues tampoco parece que se puedan plantear muchas objeciones más allá de tomar conciencia de las enormes dimensiones del asunto, de lo poco que se ha hecho, de nuestra enorme responsabilidad (más de unos que de otros) y de la complejidad para hacer pedagogía de un asunto que toca algo esencial: nuestro forma de vivir, nuestro forma de estar en el mundo.

Ética y política pueden aquí conjuntarse sin choque. Una poliética bien entendida obraría aquí sin generar alarmas pero sin ocultar las enormes dimensiones de la situación la que nos enfrentamos. Pensando en nosotros y pensando en nuestros hijos, nietos y biznietos. Lo que no vale es no decir o decir barbaridades como las que hemos oído recientemente al presidente usamericano, aunque incluso alguien como él parece que está rectificando o matizando: dice que algo pasa con el tiempo, aunque sostenga que la causa del mismo no es antropogénica.

Tampoco valdría, y esta opción tiene sus partidarios, sus alocados partidarios, jugar al adaptarse sin cambios sustantivos. Esta es la civilización del capital, no hay otra, no hay alternativa, como decía aquella primera ministra que, incomprensiblemente para mí, fue aconsejada por uno de los grandes filósofos del siglo XX, Sir Karl Popper. Y como no hay alternativa, y como el capitalismo es eterno, como es la única forma de producir, distribuir y consumir (y acumular capital la minoría que acumula capital), de lo que se trata es que vivamos o malvivamos con sus consecuencias. A lo hecho, pecho y heridas, muchas heridas.

¿Recuerdan aquella hermosa y dura película que se tituló en castellano Danzad, danzad, malditos, una película dirigida por Sydney Pollack y protagonizaba por una inolvidable Jane Fonda? Pues lo mismo: adaptaos, adaptaos, malditos, dirán ahora. Y si no, peor para vosotros y, sobre todo, para vosotras.

No se adapten “a lo existente”, no podremos adaptarnos a escenarios de destrucción. Nos va una vida digna en ello. Hay que pensar y vivir de otro modo como nos ha recordado recientemente Vandana Shiva. La mentalidad mecánica, de dominio y control, señala esta gran científica y ecologista hindú, “se encuentra en la raíz de la crisis ecológica y del cambio climático. No puede ser el punto de partida para enfrentar el problema del clima mediante mayores manipulaciones (está hablando de la geoingeniería). Como Einstein nos advirtió, no podemos resolver un problema con el mismo esquema mental que lo creó. No podemos someter a nuestra Tierra, frágil, compleja y auto‐organizada, a más manipulaciones violentas. En la agricultura ecológica, que regresa la materia orgánica al suelo, tenemos un ejemplo de solución no violenta y verificada para enfriar al planeta al tiempo que producimos más y mejores alimentos.”

El segundo asunto que me gustaría comentarles muy brevemente es el asunto de malnutrición. José Graziano da Silva [JGS], director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), recordaba recientemente -”Hambre Cero: nuestras acciones de hoy son nuestro futuro”- que hacía solo tres años, en septiembre de 2015, todos los Estados miembros de las Naciones Unidas aprobaron la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. Los líderes de todo el mundo habían considerado la erradicación del hambre y todas las formas de malnutrición (el objetivo número 2) como fundamental de la Agenda y condición sine quan non para un mundo más seguro, más justo y más pacífico. Pero paradójicamente, señala JGS, el hambre no ha parado de crecer desde entonces.

Según las últimas estimaciones, el número de personas subalimentadas aumentó en 2017 por tercer año consecutivo. El año pasado, 821 millones de personas sufrieron hambre (el 11% de la población mundial, una de cada nueve personas en el planeta), en su mayor parte agricultores familiares y de subsistencia que viven en zonas rurales pobres en el África Subsahariana y en el Sudeste Asiático. Pero el creciente nivel de subalimentación en el mundo no es el único reto al que nos enfrentamos. También van en aumento otras formas de malnutrición. En 2017, al menos 1.500 millones de personas sufrieron deficiencias de micronutrientes que socavan su salud y sus vidas. Al mismo tiempo, la proporción de obesidad entre adultos sigue aumentando, pasando del 11,7 % en 2012 al 13,3% en 2016 (672 millones de personas adultas en total).
En el 2030 habrá 129 millones de niños con problemas de crecimiento a causa de la malnutrición, en la mayoría de los casos provocada por la desnutrición de sus madres adolescentes, ha señalado Save the Children, la organización internacional que desde 1919 lucha para salvar la vida de los niños y garantizarles un futuro mejor. Una nota de la entidad subrayó que el ciclo intergeneracional de la malnutrición depende de una serie de causas que, para ser resueltas, deben ser afrontadas de manera integral. Para afrontar esta situación Save the Children promueve entre hoy y mañana en Roma una conferencia internacional sobre el tema en colaboración con el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola y el apoyo de Canadá. “No dejar a nadie atrás: un foco sobre los adolescentes” es el tema de la conferencia.

En el mundo, cada año, son unos 12 millones las muchachas que se casan en forma prematura y 16 millones las adolescentes que se convierten en madres. En una nota, la organización recordó que las jóvenes mujeres juegan un rol esencial para el desarrollo económico y humano de sus familias y sus comunidades, a pesar de estar fuertemente sujetas a fenómenos de exclusión y discriminación, matrimonios o embarazados precoces, violencias y abusos de todo tipo, además de menores acceso a los servicios esenciales. “Las mujeres adolescentes, en especial si están malnutridas, tienen más posibilidad de no sobrevivir al parto y de dar a luz niños con déficit nutricionales, que son por ello más vulnerables y están expuestos a una muerte precoz”, indicó Daniela Fatarella, vicedirectora general de Save the Children. Y agregó: “Para interrumpir este círculo vicioso y evitar la transmisión de la malnutrición de una generación a otra es importante invertir en las adolescentes”. En ese sentido, enumeró que para alcanzar ese objetivo es esencial mejora su estado nutricional y “en especial ayudarlas en el proceso de empoderamiento”. Además Fatarella dijo que a estas mujeres vulnerables se les debe ayudar en todo el mundo con las “competencias necesarias para fortificarlas, así como mejorar su autoestima y rescatarlas social y económicamente”.
El hambre se circunscribe principalmente a áreas específicas, sobre todo aquellas azotadas por conflictos, sequías y extrema pobreza; pero la obesidad está en todas partes y sigue creciendo en todo el mundo. Estamos asistiendo a su globalización. Un ejemplo: las tasas de obesidad están aumentando más rápidamente en África que en ninguna otra región –8 de los 20 países con tasas de crecimiento más rápido están en ese continente. Además, en 2017 el sobrepeso infantil afectaba a 38 millones de niños menores de cinco años. Un 46% de estos niños viven en Asia y el 25% en África. Si no tomamos medidas urgentes para parar el aumento de la obesidad, pronto podría haber más gente obesa que malnutrida en el mundo. El crecimiento de la obesidad está teniendo un coste socioeconómico enorme pero, sobre todo, es un factor de riesgo para muchas enfermedades no transmisibles, como las afecciones del corazón, los infartos, la diabetes y ciertos tipos de cáncer. Las estimaciones indican que el impacto global de la obesidad se sitúa en alrededor de 2 billones anuales (2,8% del PIB mundial). Es un coste igual al del impacto del tabaco y los conflictos armados.
El Día Mundial de la Alimentación, se celebró el pasado 16 de octubre, pretendió recordar a la comunidad internacional su compromiso político de erradicar todas las formas de malnutrición y para recordar que alcanzar el Hambre Cero en el mundo para 2030 (eso es, en 12 años, sólo 12 años), aún es posible. Por ejemplo: según estimaciones de la FAO, el hambre en Brasil se redujo del 10,6% de la población total (unos 19 millones de personas) al inicio de los 2000, a menos de 2,5% en el trienio 2008-2010, que es el valor mínimo por el cual FAO puede hacer inferencias estadísticas fiables. Esta reducción en el número de gente subalimentada fue posible principalmente al firme compromiso del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva y de la puesta en marcha de políticas públicas y de programas de protección social que atajaron la extrema pobreza y el impacto de las sequías prolongadas en la parte noreste del país.

Los sistemas alimentarios actuales, concluye el director general de a FAO, actuales han aumentado la disponibilidad y el acceso a alimentos procesados muy calóricos, energéticamente densos, altos en grasas, azúcar y sal. Deben ser transformados de modo que todo el mundo pueda consumir alimentos sanos y nutritivos.

Tenemos que abordar la obesidad como un asunto público, no como un problema individual. Esto requiere la adopción de un enfoque multisectorial que involucre no solo a los gobiernos, sino también a los organismos internacionales, la sociedad civil, el sector privado y los ciudadanos en general. Las dietas saludables deben ser fruto de un esfuerzo colectivo que incluya, por ejemplo, la creación de normas (como el etiquetado y la prohibición de algunos ingredientes dañinos), la introducción de la nutrición en los programas escolares, la adopción de métodos para reducir las pérdidas y desperdicios de alimentos, y el establecimiento de acuerdos comerciales que no impidan el acceso a comida fresca, nutritiva y cultivada localmente por agricultores familiares.

¿Hay aquí alguna duda que una poliética a la altura de las circunstancias, y con todas sus derivadas concretas, es urgente, necesaria, imprescindible? ¿Podemos seguir sordos y ciegos ante este escenario de desolación que no es imposible erradicar?

El tercer asunto que les quería comentar tiene que ver con el lenguaje, con el lenguaje y de sus usos.

No hace falta leer a Wittgenstein o a Nietzsche para reconocer su importancia. Los límites de mi lenguaje, decía el primero, son los límites del mundo. Sea lo que sea lo que quería decir el ingeniero-filósofo austríaco, tal bien retratado por Thomas Bernhard en Corrección, el lenguaje marca límites y ayuda o confunde.

Tampoco falta recordar aquel bíblico “Y en el principio fue el Verbo”, rectificado muy oportunamente por Goethe siglos después: “Y en el principio fue la Acción”. Un amigo, un gran amigo que está entre nosotros, me recordaba este fin de semana libros olvidados por mí de Erich Fromm y me explicaba la historia de Marduk y su paralelismo con la concepción cristiana, de la cual ésta, probablemente, es heredera.

He leído estos días pasados un buen libro de Nicolás Sartorius editado por Espasa: La manipulación del lenguaje. Breve diccionario de los engaños. El ex dirigente de CCOO no descubre ningún Mediterráneo pero en este breve diccionario, el que fuera vicesecretario general del PCE y dirigente de IU, ahora vicepresidente de la Fundación Alternativas, centra su atención en conceptos o expresiones como las siguientes (no les doy la lista completa): ajuste de cuentas, armas inteligentes, banco malo, brotes verdes, clases medias, “como no puede ser de otra manera”, congelación salarial”, crecimiento negativo, derecho a decidir, devaluación interna, economía de mercado, emprendedores, España nos roba, Estado español, exiliado político, paraísos fiscales, poderes fácticos, posverdad, riesgo moral, violencia de género, vivir por encima de nuestras posibilidades, etc. Uno de los términos comentados es fascismo y fascista; un apunte sobre él más tarde.

Sartorius saca punta, a veces breve, a veces no tan breve, a este conjunto de términos y expresiones. Con agudeza e inteligencia.

Mi favorita, una que él no cita pero que golpea nuestros ojos y nuestra inteligencia es la expresión: “catástrofes humanitarias”. ¿Cómo una catástrofe, la que sea, con muertos, heridos y destrucciones, puede ser una catástrofe “humanitaria”? ¿No será más bien lo contrario?

¿Qué decir de las manipulaciones y deformaciones del lenguaje desde un punto de vista ético? Pues que si a veces conviene hablar por hablar, por el gusto de hablar, es bueno hablar con precisión cuando el asunto tiene densidad. Digámoslo en formulación normativa: “es bueno que los seres humanos hablemos con precisión y veracidad y sin ánimo de engañar ni confundir”. Recordemos la definición de verdad de Aristóteles: decir de lo que es, es y de lo que no es, no es, es decir verdad; decir de lo que es, no es, o de lo que no es, es, es decir falsedad. Si se hace conscientemente, como suele ocurrir en muchas discusiones públicas, además de decir falsedades, se miente.
Así, pues, desde un punto de vista ético, todo rigor es poco, todo esfuerzo de precisión no es en balde. El lenguaje, las lenguas humanas, ninguna de ellas, debe ser usada para manipular, engañar, deformar, falsear la realidad conscientemente, insultar o golpear,

Vayamos ahora al otro ámbito, al político. Conviene, podrá decirse, desde un punto de vista estrictamente político, no ser tan quisquillosos. La gente, si no, no nos entiende, y ellos, la gente, son los sujetos de la política. Para explicar y convencer muchos métodos son aceptables. No se puede explicar en el ágora la teoría de la relatividad general a palo seco. Hay que simplificar y hay que ir poco a poco.

Pero aun admitiéndolo la cosa tiene sus riesgos: hablamos de mercados libres para hablar de mercados más que regulados; hablamos a veces de estados democráticos para referirnos a estados poco o nada democráticos (el franquismo eran, decían, una democracia orgánica); hablamos de fachas, neofranquistas o términos afines para hablar de todos los adversarios políticos que no coinciden con nuestra posición que nos parece elemental, central, natural casi; hablamos a veces de botiflers para referirnos a personas que no comparten nuestra forma de vivir una determinada identidad nacional. Y así siguiendo.

El político, la política, profesional, puede, debe obrar, sin perder ubicación en la “realidad real”: para avanzar en sus objetivos, se diría en términos convencionales, necesito convencer a la ciudadanía, y cuanta más mejor, y para ello necesito simplificar y en ocasiones caricaturizar un poco, con cortesía, a los adversarios.

¿Vale o no vale? ¿Es admisible o no? ¿Tiene respuesta única desde ambas perspectivas? ¿O lo señalado es válido hablando políticamente, y no lo es, desde una perspectiva ética?

Hay mucha historia que contar aquí pero no sigo, me interrumpo.

Sea como fuere, también aquí, en este ámbito del lenguaje, sin desconocer las situaciones complejas, ética y política podrían conjuntarse en una buena poliética del lenguaje contraria a maldades e incluso a perversidades. Una poliética a la altura de las circunstancias haría todo lo posible, y podría hacer mucho, para conseguir que el lenguaje no fuera un instrumento que mistificara y ocultara la realidad sirviendo a intereses que no suelen ser mayoritarios ni democráticos.

EL último ejemplo. Había pensado en hablarles de los telefonillos, de los móviles, de sus orígenes, sus materiales y sus consecuencias, también de la sinrazón patriarcal, pero no hay tiempo para ello. Me centro en asuntos educativos pensando sobre todo en esta ciudad, en Santa Coloma de Gramenet, una ciudad trabajadora, que YO he hecho muy mía. Yo suelo decir que soy barcemense o colocelonés, en ningún caso barcelonés que es término incompleto en mi caso. He pasado más de media vida en su ciudad y así pienso seguir. Mi suegra, la señora Catalina Serrano, vive aquí, en el barrio del Fondo.

¿Qué encontramos si reflexionamos en el sistema educativo colomense? Uno, por supuesto, es la existencia de la UNED, una de las grandes conquistas educativas de la ciudad. No es peloteo. Pensemos en las personas que en los últimos años han podido cursar estudios universitarios gracias a la UNED… gracias a la UNED y a su esfuerzo por supuesto.

En el ámbito preuniversitario, cabría señalar: la escolarización de los niños y niñas de 0 a 3 años (la media en España es del 37,9% en el curso 2017-2018, 38,6% en Cataluña, 52,4% en el País Vasco; en el caso de Cataluña, 63,2% en la escuela pública, 36,8% en la privada (aquí no hay concertadas), desconozco los datos de la ciudad); también las dificultades que tienen algunos niños/as en los últimos años de la primaria (9, 10, 11 años); la ESO y sus ratios imposibles de más de 30 alumnos por clase; la falta de formación humanista en los ciclos formativos; el nefasto adoctrinamiento que representa la asignatura “EIE”, una apología indocumentada de la economía neoclásica y de la ideología neoliberal; la estafa de las horas de formación en empresas no retribuidas (casi 5 meses en el grado medio, y casi lo mismo en los ciclos superiores); la incomprensible apuesta por la formación dual; la imposibilidad que para algunas familias representa las matrículas de los cursos universitarios,… Podemos quedarnos aquí.

Hay más puntos pero planeo sobre ellos. Por ejemplo: la mal llamada “inmersión lingüística” (no lo es para la mitad de la población catalana, no lo fue en mi caso, por ejemplo, mi hijo y yo hablamos catalán entre nosotros, ni para la familia Mas o la familia Piqué-Shakira, cuyos hijos han ido y van a escuelas donde no se practica esa mal llamada inmersión), también la forma en que, en algunos casos, se explica Historia en la enseñanza preuniversitaria convertida a veces en un campo de batalla ideológico, la práctica ausencia de la poesía en la formación de nuestro estudiantado, la casi inexistente formación sobre nuestros cuerpos, etc.

Pues bien, antes de comentar dos o tres cosas muy rápidamente, déjenme darles algunos datos que conviene no olvidar. Hablan del país y de nuestra situación:

1. En España, en 2017, el 25,1% de la riqueza total del país pertenecía al 1% más rico. En Europa la cosa no era mejor sino peor: el 1% más rico acapara el 31,8% de la riqueza.

2. Los mega-ricos, los que atesoran un patrimonio superior a los 1.000 millones de dólares USA, son 17 en España (468 en Europa).

3. El número de ultra-ricos en España (las personas que declaran patrimonios superiores a los 30 millones de euros) eran en 2006, antes de la “crisis”, 200 personas; en 2016, 579. Un incremento de ultra-ricos en estos años de “crisis” de 379, un incremento porcentual en diez años del 189,5%).

4. En 2002, en España, la mitad de hogares más ricos tenían un patrimonio medio 6 veces superior que la mitad de hogares más pobres. En la actualidad: la diferencia es 12 veces mayor.

5. El porcentaje de ciudadanos españoles en riesgo de pobreza y exclusión social en 2016 era 27,9% (4,5 puntos más que el conjunto de la UE, España es el 7º país por la cola; en peor situación: Bulgaria, Rumania, Grecia, Lituania, Croacia y Letonia): 12,82 millones de personas están así. Si tomamos 2008 como el año del inicio de la crisis-estafa, la tasa de personas en riesgo de pobreza (que entonces estaba en el 23,8%) ha aumentado 4,1 puntos, es decir, el 17,23%. España es el tercer país de la UE donde más aumentado esta tasa, sólo por detrás de Grecia y Chipre (La UE considera un ciudadano en riesgo de pobreza o exclusión cuando sus ingresos no alcanzan el umbral de la pobreza, es decir, el 60% del ingreso nacional medio después de pagar impuestos.)

6. El número de ciudadanos-trabajadores que en 1994 cobraban menos que el salario mínimo era de unos 3 millones; actualmente son 6 millones (el 34% de la población ocupada), el doble que hace 24 años.

No todos los pobres proceden de los entornos más extremos de la exclusión. Ni vienen de familias sin recursos. Más de un millón de titulados universitarios están en riesgo de pobreza. Son 320.000 más que hace 10 años, según el estudio que la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES) presentó el martes 16 de octubre con motivo del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. La salida de la crisis ha redibujado el perfil de las personas pobres. La proporción de quienes se encuentran en estas circunstancias (tienen más de 16 años y un nivel de estudios medio o alto) ha pasado del 30% de 2008 al 35,8% de 2017. Si a los que tienen estudios superiores se suman los que han superado bachillerato o formación profesional la cifra de personas que viven en esta situación en nuestro país supera los de 2,7 millones.

Un caso concreto. “He pasado muchísimas noches sin dormir por la angustia”, comentaba hace días “Rosa”, una trabajadora madrileña de 52 años que prefiere no dar su nombre real. “Rosa” es ingeniera de sistemas informáticos. Trabajó toda su vida en Estados Unidos (otra inmensa estafa económico-educativa) pero en 2006, tras la muerte de su padre, volvió para estar más cerca de su familia. Aquí estuvo empleada en un banco y en una multinacional, hasta que en 2016 la despidieron. Después, el abismo.

“Eché más de 500 currículos. En estos dos años he ido tirando con el paro y el dinero de la indemnización, pero los ahorros se acabaron. En abril empecé a cobrar los 430 euros y tengo una hipoteca de 800”, prosigue. Se inscribió en un programa de ayuda de búsqueda de empleo de Acción Contra el Hambre. El mes pasado encontró trabajo. Sus condiciones han mejorado, pero sigue viviendo al límite. “Soy prácticamente mileurista. Estoy en un periodo de prueba. Quién sabe si volveré al paro”. Su angustia aún no cesa.

El documento presentado por EAPN-ES, muy extenso, aborda la situación de la pobreza desde distintos puntos de vista. Arroja diferencias por territorios (con Navarra con un 13,5% de la población en riesgo de pobreza o exclusión social frente a un 44,3% de Extremadura), sexo (6,4 millones de mujeres en riesgo frente a 5,9 millones de hombres), edad (casi uno de cada tres menores de 16 años está en riesgo de pobreza o exclusión) o composición del hogar (casi la mitad de las persona que viven en hogares monoparentales está en riesgo). El informe concluye que PIB y pobreza no van de la mano: pese a las mejoras económicas, las cifras de personas en situación de vulnerabilidad no se ha recuperado respecto a 2008. Se han ahondado las desigualdades y los pobres, aunque sean menos que en 2016, son más pobres.
No hace falta seguir.

Bastantes de estas personas de las que les hablo viven en su, en nuestra ciudad, en Santa Coloma de Gramenet. Muchos de mis alumnos han dado testimonio de esto. Cuando se viven estas situaciones, la escuela, los institutos, las universidades, son momentos de liberación, espacios y momentos utópico-reales de libertad. Uno, una, se aleja de la dureza de la vida familiar cuando se ubica en esas instituciones públicas, conquistas ciudadanas en muchos casos. Puedo dar testimonio personal de ello. Pero, por otra parte, el apoyo del que les hablaba cuesta más, es mucho más difícil, sobre todo en familias que, por las razones que sean, los padres, madres o tutores no han podido cursar estudios, más allá de los más básicos, o no tienen tiempo material para atender a sus hijos. Sus horarios de trabajo son infernales.

Cuando se está “severamente privado de medios materiales” (no puede pagar el alquiler, la hipoteca o las facturas, la calefacción, imprevistos, carne o pescado, no tiene lavadora, teléfono o no puede irse de vacaciones ni una semana al año), o cuando vive en un hogar con “muy baja intensidad laboral” (es decir, donde los mayores de 18 años no estudiantes hayan trabajado menos del 20% de su potencial de trabajo en el último año), no parece que las condiciones ayuden a la formación, al estudio, al esfuerzo, a vencer dificultades, de los más jóvenes. La verdad apunta en dirección contraria.

Tratar situaciones desiguales de forma igual no es admisible ni siquiera justo. No hace falta haber leído la Crítica al programa de Gotha de Marx para darse cuento de ello. No puede ser, aunque sea, que estudiantes (pienso en algunas de ellas en concreto, han sido alumnas mías) con vocación y ganas de seguir estudios universitarios no puedan realizarlos porque ni ellas ni sus familias pueden pagar las actuales matrículas universitarias y los gastos complementarios. No es justo, no es razonable, no está bien.
No puede ser que tengamos nuestras clases a tope, con 33 alumnos por curso como les decía en la ESO, cuando hay alumnos y sus circunstancias que exigirían un profesor casi particular para avanzar en algunos casos. No podemos convertir esos años de instrucción pública en un camino directo al fracaso o, como mal menor, a proseguir con estudios de ciclos formativos que no se desean cursar y en los que se está sin ganas ni estímulos.

Y así siguiendo.

Hay que dotar de más medios aunque no todo es cuestión de más medios. Podemos hacer mejor las cosas con medios muy similares.

También aquí, la ética y la política unidas de la mano, fundidas, ayudan a unir esfuerzos. No es éticamente admisible marginar a ningún sector de la población, especialmente en estos años esenciales. No es éticamente admisible no ayudar en la medida de nuestras fuerzas a los sectores más desfavorecidos. No podemos seguir girando, impasibles, la rueda del eterno retorno o de las repeticiones mil veces vistas y vividas. Los hijos/as de R, si trabajan, lo hacen en condiciones magníficas, y los hijos de P hacen trabajos cutres por que sus padres son P, es decir, pobres.

La política, en este caso, debe estar al servicio de lo más básico, de lo más elemental, dotarnos a todos de una buena instrucción pública. Queremos, deseamos, debemos generar ciudadanos formados y críticos, no mano de obra más o menos cualificada en función de los intereses de corporaciones y grupos de poder. Esa no debe ser la aspiración de ningún sistema educativo que se precie de serlo. No debemos generar hombres, seres humanos-máquina, sino mujeres, hombres, seres humanos con alma, con espíritu crítica y con formación y, sobre todo, con deseos de aprender, de saber, de vivir, de amar y de luchar. Y de ayudar y de ser solidarios.

VI. Humanidades

Les decía que tampoco la ética se quedaba vacía al ubicarnos en el campo de la poliética Tampoco la ética se convierte en una muestra del conjunto de vacío. Todo lo contrario. Las cuestiones estrictamente éticas se agolpan. Una de ellas puede ser ésta: su amabilidad, su cortesía, su atención, ¿autorizan moralmente mi abuso, la prolongación de esta charla? La respuesta es evidente: NO, NO y NO, NO a la enésima potencia.

Así que les agradezco su interés y su atención y finalizo señalando que pensar la ética y la política en la forma en que les he señalado permitiría superar la disyunción de aquel chiste sobre conejos: se trata de pensar y tocar, de reflexionar y hacer, de teorizar y de practicar, de sentir y no olvidar, de plantar cara a las injusticias, de no hacer en el fácil y tentador acomodo.

Digámoslo de nuevo al modo kantiano: la ética sin prolongación práctica puede ser inoperante; la política sin ética puede convertirse en lucha despiadada.

Finalizo, por todo ello, con otro poema que no he logrado aprenderme de memoria. Les pido disculpas porque hubiera sido justo, muy justo, hacerlo.

Todo lo que les he dicho puede ser mucho mejor dicho en la forma que usó uno de los científicos-pensadores-escritores que más me han conmovido y conmueven, Primo Levi, para presentar un libro imprescindible y doloroso a un tiempo que sigue impresionando desde la primera hasta la última letra: Si esto es un hombre, si esto es un ser humano. Gracias por su atención. El poema del que les hablaba:

Los que vivís seguros
En vuestras casas caldeadas
Los que os encontráis, al volver por la tarde,
La comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si es un hombre
Quien trabaja en el fango
Quien no conoce la paz
Quien lucha por la mitad de un panecillo
Quien muere por un sí o por un no.

Considerad si es una mujer
Quien no tiene cabellos ni nombre
Ni fuerzas para recordarlo
Vacía la mirada y frío el regazo
Como una rana invernal

Pensad que esto ha sucedido:
Os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones
Al estar en casa, al ir por la calle,
Al acostaros, al levantaros;
Repetídselas a vuestros hijos.

O que vuestra casa se derrumbe,
La enfermedad os imposibilite,
o vuestros descendientes os vuelvan el rostro.

Gracias. Un honor, un gran honor.

Salvador López Arnal

Solenoide: un libro tiene que pedirte una respuesta

Mircea Cartarescu, Solenoide. Editorial Impedimenta. Madrid, 2017. Traducción de Marian Ochoa de Eribe.

Antes de leer esta novela conocía poco a Mircea Cartarescu: sólo había leído un libro suyo, Por qué nos gustan las mujeres, un conjunto de relatos al que me llevó el cebo del título, que vagamente me recordaba Queremos tanto a Glenda, de Julio Cortázar; ahora, después de leer Solenoide, empiezo a conocerlo mejor.

El resultado es que al acabar Solenoide puede tenerse la sensación de haber ascendido a un Everest literario y de haber vivido una experiencia magnética (aunque, a ratos, la novela parezca magmática y canse por la reiteración de algunos materiales). Si un libro tiene que ser como un hachazo para romper el mar helado que todos llevamos dentro, como quería Kafka, Solenoide consigue con creces ese objetivo.

Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956)

Dicen que para subir a la cima del Everest se necesitan unos 40 días (sobre todo para aclimatarse a las alturas); no sé si en ese tiempo algunos escaladores, mientras ascienden por sus laderas, se sienten asediados por las dificultades, el cansancio o la tentación de abandonar. Habrá habido de todo, como habrá todo tipo de respuestas y reacciones mientras se arma el puzzle llamado Solenoide. Pero quien no llega a la cima o no acaba de montar el puzzle no podrá saber lo que se experimenta al final de la experiencia. Por esa razón, si tuviera que dar un consejo sobre este libro a alguien de quienes componemos el grupo de lectura del Puig Castellar, no podría ser otro que este: “Persevera, amigo, y verás recompensados tus esfuerzos”. Un poliedro no se conoce mientras no se han visto todas sus caras. Y Solenoide tiene muchas; a continuación se habla de algunas de las más evidentes.

solenoide.- Bobina cilíndrica de hilo conductor arrollado de manera que la corriente eléctrica produzca un intenso campo magnético. (DRAE)

El protagonista de esta novela es un buscador: busca en los libros y en los encuentros azarosos la llave que le permita escapar de la prisión de este mundo. Trabaja como maestro de Lengua rumana en una escuela de las afueras y vive solo en una casa en forma de barco de la calle Maica Domnului. Después de disfrutar del prodigioso efecto levitatorio que produce el solenoide enterrado en los cimientos de su casa, va localizando por casualidad los otros cinco solenoides esparcidos por Bucarest y, sobre un plano de la ciudad desgastado por el uso, coloca envoltorios de bombones para marcar la ubicación de cada uno: el Instituto de Medicina Legal Mina Minovici, la casa de Palamar, al fondo del barrio de Pantelimon, la escuela del barrio de Colentina en la que trabaja, etc. Todos estos nombres de lugares bucarestinos y otros muchos, si al principio causan extrañeza al lector foráneo, acaban resultándole familiares a fuerza de repetirse como centros de interés, pues, efectivamente, si el protagonista de la novela es el narrador (sería un error de perspectiva identificarlo totalmente con el autor, más bien se diría que es uno de sus posibles desdoblamientos), el pernicioso antagonista contra el que lucha es la ciudad de Bucarest:

“…deambulaba aturdido entre unos edificios en cuyo avanzado estado de ruina no reparaba todavía y entre transeúntes cuya melancolía no percibía. Tenía que conocer mejor esa ciudad en cuyo caos, entre el perímetro de tres cinematógrafos, habían reconstruido mis padres, procedentes del campo, su pueblo. Por eso compré el plano y lo estudié luego tardes enteras, hechizado y aterrorizado por el gran laberinto bucarestino, en avanzado estado de ruina, dibujado allí con tanta minuciosidad que podías distinguir no sólo las calles, los ríos y los lagos de los planos convencionales, sino cada edificio por separado, con sus apartamentos, sus cocinas y baños, con la mugre de las paredes, con los zapatos en el recibidor, con la ropa de los armarios, con las hilachas de la ropa y con las hebras microscópicas que forman las hilachas, y con las ramas y hojas de cada árbol, con los nervios de cada hoja y sus manchas de tanino en forma de cara, de nubes o de lejanos países africanos” (págs. 746-747).

En ese fragmento puede apreciarse la mirada penetrante del narrador, una mirada de entomólogo: capta el alma de la ciudad en toda su podredumbre y, al mismo tiempo, registra todo tipo de realidades, desde las más visibles a las aparentemente más insignificantes, los accidentes geográficos, la tristeza inmemorial de los transeúntes y la belleza escondida en las manchas de las hojas de los árboles. (Como decía Salvat-Papasseit, res no és mesquí, y Dios, el Diablo y las raíces de la poderosa escritura de Cartarescu están en los detalles.) Pero es que, además, se encuentran aquí algunas observaciones que definen la relación del personaje con su ciudad: deambulaba aturdido, hechizado y horrorizado… Este deambular solitario y aturdido en medio de la multitud es un motivo clave de la novela contemporánea ambientada en la gran urbe (así, por ejemplo, en Hambre, de Knut Hamsun, cuyo narrador protagonista busca respuestas, merodea sin rumbo por las calles de Cristianía/Oslo y se aferra a la escritura como tabla de salvación). En cuanto a sentirse hechizado y horrorizado al mismo tiempo es un estado, aparentemente contradictorio, propio de quien se siente atrapado por la complejidad de la realidad y palpa en la oscuridad del túnel buscando el camino de salida. Otras palabras icónicas que aparecen en ese fragmento: ruinas, caos, laberinto… Expresan una visión del mundo.

Barrio de Pantelimon donde vive Palamar.

El hecho de que la ciudad parezca caerse a pedazos podría conducir a una interpretación política de la novela, cuya acción principal se desarrolla básicamente durante el periodo de Ceausescu (!965-1989). Así lo recuerdan los retratos de personajes que cuelgan de las paredes de la escuela en la que trabaja el protagonista, las periódicas campañas patrióticas de recogida de botellas, la prepotencia y la ostentación de los maestros miembros del Partido Comunista, o la beligerancia con que la policía secreta persigue a los piquetistas. Es decir, los edificios ruinosos y abandonados serían una metáfora de la descomposición de un régimen corrupto e ineficiente. Pero el narrador no fomenta esta línea interpretativa con comentarios explícitos ni sobreactúa como los populistas. No duda, en cambio, en desvelar las legiones ocultas de chupópteros que, como los ácaros, parecen labrar desde el subsuelo la descomposición moral y física de la ciudad. De esas fuerzas ya le había hablado  su primer mentor, Traian, en el sanatorio de tuberculosis, cuando niño, pero el narrador no las describe hasta el final, en el momento en que quedan desarmadas y desnudas como alacranes desconcertados cuando se levanta la piedra que los cubría. Al fin y al cabo, los parásitos, como aquellos de los que habla en la primera línea (“He cogido piojos otra vez”), constituyen un elemento recurrente en toda la narración, no tanto como elementos simbólicos sino como seres vivos reales que le fascinan por su persistente y ubicua presencia, la infinita variedad de sus formas y la imposibilidad de comunicarse con ellos (como pone de manifiesto el experimento en la casa de Palamar, un verdadero y dramático viaje al corazón de los ácaros).

Los ácaros que estudia Palamar.

Palamar encarna al viejo sabio secreto, solitario y silencioso, dedicado al objeto de su estudio con una intensidad y una pasión rayanas en la demencia: igual que el alquimista capaz de experimentar en sí mismo el veneno cuya fórmula persigue, Palamar cría sarna en su propia piel para tener un mayor conocimiento de este parásito, sobre el que escribe la mayor monografía de todos los tiempos.  Además, Palamar, que hechiza por su discreción y su inquietante saber, es el verdadero padre intelectual del protagonista, aquel que lo conduce desde la distancia y trata de ayudarlo a salir del laberinto. Representa lo mismo que Virgilio representa para Dante en la Divina Comediapues si Dante se sentía extraviado en una selva oscura, el protagonista de Solenoide se encuentra extraviado entre dos realidades que se comunican entre sí hasta complementarse: la diurna (la del trabajo en la escuela, las relaciones familiares, el deambular por las calles, etc.) y la nocturna (los sueños, los miedos, el desasosiego, etc.). Con el mismo asombro con que Alicia penetra en madrigueras y traspasa espejos en los libros de Lewis Carroll, el protagonista de Solenoide recorre sótanos, túneles, pasadizos, galerías y edificios abandonados; contempla “el mundo como un enigma, como un laberinto, como una pregunta que exige imperiosamente una respuesta” (pág. 267) y va registrando minuciosamente, por si acaso, todo aquello que encuentra a su paso por desagradable, monstruoso o sórdido que parezca. Cuando cree haber encontrado alguna clave, su emoción impaciente se identifica con la de Edmond Dantés (El Conde de Montecristo) mientras escucha golpes al otro lado de la pared de su celda.  En sus recorridos por el mundo de las sombras confluye en algunos momentos con los piquetistas, esa especie de secta que se manifiesta contra el dolor y la muerte: “¡Muera la muerte!”, gritarían si sus voces no estuvieran acaparadas por un grito más desesperado y contundente todavía: “¡Socorro!” (la palabra que gritan centenares de voces a lo largo de diez páginas del libro).

Cartarescu es un explorador de los senderos luminosos y de los abismos sombríos de la mente humana. Su afición a los laberintos y a los enigmas matemáticos nos recuerda a Borges y su obsesión por los túneles oníricos, a Víctor Hugo, que sigue al Jean Valjean fugitivo por  las cloacas de París en Los miserables. Pero también a Sabato, autor de El túnel (“…en todo caso, había un solo túnel, oscuro y solitario, el mío”) y de Sobre héroes y tumbas, por cuyas páginas transitan los pasos angustiados de Fernando Vidal a través de los canales subterráneos de Buenos Aires. Estos y otros autores resuenan como latidos entre las páginas de Solenoide, pues en la búsqueda de respuestas, Cartarescu ha leído todos los libros posibles y algunos de ellos, hitos de su formación, aparecen citados en la novela; por ejemplo, Nietcha Nézvanova, de Dostoievski, El tábano, de Ethel L. Voynich, o los diarios de Kafka. Del libro de Dostoievski el narrador toma el ejemplo de Efimov, el violinista mediocre que le sirve de modelo de artista fracasado. De El tábano se dice que, además de haberle hecho llorar como ningún otro libro, se convirtió en “la primera pieza del motor metafísico” de su escritura. En cuanto a los diarios de Kafka, son una fuente constante de inspiración para su escritura y para su vida.

Las tentaciones de San Antonio, obra de Dalí a la que se alude en dos o tres ocasiones en la novela.

La búsqueda de un estilo propio por parte de Cartarescu es, al mismo tiempo, la búsqueda de una respuesta a las obsesiones del protagonista de Solenoide, sin que ambos, como se pone de manifiesto al hablar del fracaso del poema La caída, deban confundirse. En la noche del 24 de octubre de 1977 Cartarescu y su doble se separan literaria y vitalmente. Esa noche, el narrador protagonista, ante un público de lletraferits que se reúnen bajo el nombre de Cenáculo de la Luna, lee su primer y único mapa de su mente (pág. 40). El fracaso hunde al poeta en ciernes y le sirve de excusa para compararse con el mediocre Efimov de Dostoievski. Desde entonces, Mircea Cartarescu empieza a construir su trayectoria como novelista de éxito, pero uno de sus yoes queda maltrecho, dolido y resentido. De esa herida le supurarán centenares de páginas recogidas en cuatro cuadernos en los que incorpora el registro de algunos sueños y pesadillas  recurrentes: el manuscrito de Solenoide. Son páginas escritas por un sosias de Cartarescu, una especie de doble fracasado que se pregunta angustiosamente por el sentido de la vida, por el sentido de los sueños, por el sentido del azar y de los encuentros casuales… y por el significado del Manuscrito Voynich, el libro más misterioso de todos los libros, entre otras cosas, por estar escrito en una lengua que no ha sido descifrada.

Páginas del Manuscrito Voynich

Para Cartarescu, encontrar un estilo, su voz, representa la salvación por la palabra; para su doble, el narrador de Solenoide, la salvación finalmente no estará en la palabra, sino en la vida. Ha escrito cuatro cuadernos en los que ha ido acumulando sus reflexiones, sus miedos (“Siempre he tenido miedo, un miedo puro, surgido no de la idea del peligro, sino de la vida misma”, pág. 69) y la búsqueda del libro definitivo que podría salvarlo (por un momento cree haberlo encontrado en el Manuscrito Voynich, pero no es así). La salvación para Cartarescu puede estar en los libros, pero su doble escoge la salvación por el amor de Irina y por su hija, la pequeña Irina. Así que, efectivamente, Irina resulta ser la Beatriz que guía al doble novelístico de Cartarescu hacia la vida nueva, es decir, hacia la paternidad. El doble de Cartarescu quema sus manuscritos (el libro que estamos leyendo, Solenoide) y descubre el valor de la vida:

“Permanecería atrapado para siempre en este valle. Pero ahora sabía que no habría marchado solo, que estaba unido a través de la hermandad y el amor a todos mis semejantes, a los de la fila de la muerte, a aquellos cuya huella en este mundo se extinguiría enseguida. A los piquetistas, a mis colegas, a cada uno de los rostros que había visto alguna vez. No habría partido sin mis Irinas, que iluminaban ahora mi vida. Porque solo cuando mi manuscrito se destruyó entre las llamas empecé a sentir que tengo de verdad otra vida” (pág. 784).

Esas líneas, que se escriben después de la asombrosa desaparición de la ciudad muerta, le sirven de respuesta y de consuelo también al lector. “Permanecería atrapado”, nos dice el narrador: no hay escapatoria posible de la prisión de este mundo; la vida no está en otra parte: hay que vivirla aquí, en este mundo, en la hermandad y el amor a todos los semejantes. Ya no le hace falta seguir llevando el libro de registros de sus búsquedas, su manuscrito; por eso decide quemarlo. Parece, pues, haber leído el epígrafe inicial de la novela, las versos de Tudor Arghezi: “Amado libro, tan infecundo,/ no ofreces respuesta a ninguna pregunta” . Puestas al principio de su novela, Cartarescu parece advertir con esas palabras que un libro no es un oráculo al que haya que preguntar nada. Y para rematar esa idea, más adelante, el narrador afirma: “Un libro tiene que pedirte una respuesta” (pág. 263), es decir, que es el lector el que tiene que dar respuesta a las preguntas que el libro pueda plantear y no al revés. Con estos mimbres, el lector de la novela ya sabrá a qué atenerse cuando se le pregunte, como Irina a su amante, si prefiere el arte o la vida. La gran literatura, aunque hable de grandes tragedias, monstruosidades y dolores, siempre es una forma de afirmar la vida, de defenderla y de perpetuarla. Pues la vida es más grande que cada una de sus manifestaciones. Seguiremos hablando de Mircea Cartarescu; le debíamos una respuesta y le agradecemos la lección práctica que nos brinda en Solenoide: un autor tiene que escribir sin pretender gustar a nadie más que a sí mismo. En esa actitud, tan rara en nuestro tiempo, radican su libertad y el motivo de nuestra admiración.

F. Gallardo

Màrius Sampere, el mestre de la poesia

Màrius Sampere, el mestre de la poesia que va viure entre nosaltres

L’any 2003, l’Institut va organitzar unes jornades sobre Poesia i educació. Professors, editors, estudiosos i poetes es van aplegar, a la crida del Puig Castellar, per reflexionar sobre el gust per la poesia i com fer-lo viure en l’àmbit escolar. Vam tenir el goig i el privilegi de comptar amb la presència i les reflexions del poeta Màrius Sampere, una de les veus literàries més importants de les darreres dècades en llengua catalana i un dels poetes més reconeguts com a mestre per diferents generacions de poetes actuals.

Com a presentació del poeta, vaig escriure aquest text que ara, a poques dates de la seva mort, recullo:

“Ja fa molts anys, a Santa Coloma hi havia un fotògraf que retratava casaments, nens i nenes de primera comunió, xicots que feien el servei militar, grups familiars per al carnet de família nombrosa… Era un home molt ros, de celles espesses i amb els ulls molt blaus, que semblava d’un país del nord o de l’est. El que molt pocs sabien és que aquell fotògraf de Can Cabacés (nom de l’estudi fotogràfic del carrer Llorenç Serra) que es passava el dia entre fotos de carnet i retrats per enviar al nòvio o al “pueblo”, era poeta. I un poeta dels bons, que havia obtingut el premi Carles Riba —el més prestigiós en poesia catalana— l’any 1963 amb L’home i el límit.

Després d’aquell llibre, en vingueren d’altres i també nous premis fins que aquests darrers anys, l’obra de Màrius Sampere ha estat reconeguda com una de les més sòlides entre els poetes catalans vius. El seu mestratge és indiscutible i molts joves poetes el reconeixen com a influència i guia. Els seus darrers reculls de poemes Les imminències i  Jerarquies han estat guardonats respectivament amb els premis Ciutat de Barcelona 2002 i Premi Internacional de Poesia Laureà Mela 2003. Com a reconeixement a la seva trajectòria artística, ha rebut el Premi Nacional de Literatura 2003 concedit per la Generalitat de Catalunya.

En el cim de la seva creació, Màrius Sampere ens visita, visita novament “el seu poble”, l’escenari que emmarca alguns dels seus poemes. Com que ens hem trobat per parlar de poesia i ensenyament em sembla oportú d’esmentar la dedicatòria que em va fer al seu llibre Poemes de baixa freqüència. Era l’any 1982 i aquell llibre on apareixen el riu Besòs, la muntanya el Sanatori de l’Esperit Sant i d’altres paratges ciutadans m’havia servit en diverses ocasions per fer uns dictats diferents. Així li ho vaig dir, i la dedicatòria no pot ser més avinent per unir poesia i escola, i també per copsar el tarannà del poeta i de l’home. Diu :“Un dia vas dir-me que aquest llibre el feies servir a l’escola. Només et demano una cosa: que no renyis ningú per culpa meva.”

La petjada del poeta a Santa Coloma

Màrius Sampere va néixer a Barcelona. Badalona, Sant Adrià i Santa Coloma són també poblacions importants en la seva vida. A Badalona va desenvolupar la seva faceta creativa com a músic i lletrista en el moviment de la Nova Cançó i a Barcelona ha viscut intensament la seva darrera i més fèrtil etapa. Però és a Santa Coloma on l’espai públic recull les paraules del poeta emmarcades en llocs emblemàtics de la població com són el riu Besòs, el Turó del Pollo (Poblat Ibèric Puigcastellar) i la Font de l’Alzina.

Poema al GR, sender de gran recorregut

Si l’arbre és l’espai que germina

i l’aigua és la sang de l’espai

vetllem perquè no es pari mai

el cor de la font de l’alzina.

Aquests versos els trobarem en el pedrís que hi ha damunt la Font de l’Alzina, a la Serra de Marina

Una veu persistent

Fins i tot després d’haver guanyat el premi Carles Riba, Màrius Sampere continuava sent un poeta molt poc conegut, molt minoritari. Però ell persistia, continuava amb una veu pròpia, intensa, colpidora, sense concessions a la facilitat ni a la complaença, indòcil, com la duresa dels temps que li van tocar viure en els seus primers anys de vida.

“No puc dir que jo fos feliç, llavors; però crec que sí. Perquè era una criatura ignorant, un animalet, un ninot de cera i cotó. En realitat, un projecte de fantasma. Anava cobrant les mides i la consciència volàtil. Un esbós amb els ulls d’un blau destriat, amb cabells blanquinosos de tan rossos, amb cara de passar gana i, naturalment, de no haver viscut la meva mesura rasa.” (L’escala de cargol, llibre autobiogràfic, en prosa)

El final del segle XX i el que ha transcorregut del segle XXI han estat un període de gran creativitat i reconeixement. El 1999 li va ser atorgada la Creu de Sant Jordi, el 2003 obtingué el Premi Nacional de Literatura i el 2016, la Lletra d’Or. Home senzill, amable i bonhomiós, rebia tothom amb idèntica cordialitat, sense fer distincions per edat ni estatus de cap mena. Amic de poetes, crítics i intel·lectuals il·lustres, obria les portes de casa seva a professors amb els seus alumnes i a joves universitaris i periodistes. Objecte d’estudis de volada, d’antologies i traduccions, l’emocionaven els senzills plantejaments sobre els seus poemes exposats en un treball de recerca de batxillerat. El poeta de la veu rotunda i el mot contundent despertava com a ésser humà una simpatia i un afecte instantanis.

A casa seva, llegint poemes a uns visitants

El darrer llibre publicat (2017)

En la seva mort

Màrius Sampere ha mort a finals del mes de maig, faria 90 anys al desembre. Ja molt malalt, però amb el cap clar de sempre, deia a qui l’anava a visitar a l’hospital que sentia tot sovint la presència de “la vella dama”. Però sense donar-hi gaire importància i fer-ne cap drama; somrient, fent broma amb el “modelet” tan poc elegant amb què el podia sorprendre (la camisa hospitalària cordada pel darrera); ell, sempre tan acurat, amb els seus inseparables foulards estampats.

La seva darrera etapa ha estat un colofó gloriós a tota una vida de persistència en una forma de fer poesia sense concessions a la facilitat, sense rendir-se, personal i autèntic fins al final. Amb la vellesa, la seva obra va intensificar-se i va treure a la llum molts llibres, també en prosa. Al mateix temps, la seva figura anava creixent amb el reconeixement de diverses generacions de poetes més joves que ell que en Màrius Sampere han trobat una veu molt personal i un mestre indiscutible.

KOAN (Demiúrgia, 1996)

Em dic Màrius i vaig néixer, m’hi ajudaren

legions de dimonis, entre els quals hi havia

els meus pares, els darrers ancestres

i sens dubte els més bells. Encara me’ls estimo

i ells m’estimen a mi, em consta: bo i morts

m’aconsellen i animen. Tot això ho sé

perquè hauré de morir.

També a vosaltres

us cridaran

pel nom, un a un, i naixereu,

també us ajudaran

legions de dimonis, un dels quals seré jo.

Màrius Sampere i Passarell (28-XII-1928 / 26-V-2018)

Agustina Rico

Un piano per al Puig

Un regal d’aniversari: un piano nou per al Puig. Campanya de micromecenatge

La tècnica del piano és, en realitat, molt senzilla, però es necessiten anys per dominar-la. Glenn Gould

La tècnica neix de l’ànima. Franz Liszt

Amb el piano, em fio totalment dels sentiments. La ciència la deixo a la vida. Oscar Wilde

Quan es va construir, ara fa 50 anys, l’edifici de l’institut Puig Castellar, l’Administració educativa (Ministeri d’Educació) acostumava, feliçment, a dotar els centres públics d’ensenyament mitjà (es com es deien abans els estudis de secundària) d’una sala d’actes.

Representació a la sala d’actes de Doña Rosita la soltera de Federico García Lorca al curs 1983-1984

Des de la seva inauguració, la sala d’actes del nostre institut guarda en la seva memòria milers de bonics records: actes de benvinguda a l’alumnat i a les famílies cada inici de curs, actes de comiat de les diferents promocions acadèmiques, festivals de Nadal i Carnaval, festes solidàries per recollir diners per campanyes humanitàries, celebracions literàries de Sant Jordi, representacions teatrals, conferències, audicions musicals, projeccions cinematogràfiques, trobades d’aniversari de l’institut, homenatges (per exemple, un d’inoblidable a les Brigades Internacionals), concursos d’arts escèniques, debats, jornades didàctiques, assemblees d’estudiants, de veïns … Però moltes d’aquestes activitats no tindrien sabor si no anessin acompanyades de banda sonora i, en el nostre cas, de la música del nostre piano.

Míriam Pérez, exalumna, tocant a la sala d’actes del Puig durant una celebració la primavera del 2013

Quan algú puja a l’escenari de la sala d’actes, el primer que l’assalta en veure el piano, malgrat que no sàpiga interpretar cap melodia, és la irreprimible temptació de passar la mà per les tecles, com acaronant-les, ja que tots guardem al nostre imaginari una fotografia impossible en la qual toquem el piano una nit d’hivern… com si la música ens escalfés l’ànima i ens reconfortés de les nostres penes. Una cosa semblant al que deia el rolling Keith Richards: “John Lennon era un gran escriptor i un esperit important. De vegades m’assec al piano i em trobo tocant Imagine. I començo a recordar John [Lennon], Jimi [Hendrix], Otis [Redding]…”. Ell pensava en uns músics i nosaltres podem pensar en uns altres (potser Brahms, Chopin, Thelonious Monk…), això sempre és molt personal, és clar. En tot cas, per les aules del nostre institut han passat molts alumnes que després han trobat en la música no només una professió sinó també el sentit de la seva vida (per comprovar-ho no cal més que veure les notícies d’antics alumnes, que és un llistat molt incomplet però obert a rebre noves notícies, o sentir les peces de Música i cançons, el disc gravat fa uns anys a l’institut).

John Lennon

El cert és que ara que el nostre institut farà cinquanta anys necessitem un piano nou. Fins ara al Puig hem tingut dos pianos: un primer que va tenir una vida més curta, des de 1968 a 1983, i el que tenim des d’aleshores, un Young Chang que comença a fer-se gran i ja no fa el mateix servei.

I per això, hem buscat i n’hem trobat un de la marca Kawai (model ND21) que podria anar-nos de meravella. Necessitem, això sí, 3990 euros… i esperem tenir gent al nostre costat per aplegar aquests diners i comprar-lo abans del 27 d’octubre, dissabte, data de la inauguració dels actes del 50è aniversari (lògicament, la campanya es tancaria quan s’arribi a l’import assenyalat).

Per aconseguir-ho, una possibilitat seria que la gent del Puig —alumnes i exalumnes, professors i exprofessors, AMPA, famílies, col·laboradors i amics en  general— aportessin una petita quantitat: un euro, dos, tres, cinc, deu… Cadascú el que pugui. Els diners s’han de transferir (telemàticament, des del mòbil o l’ordinador, o des de qualsevol oficina bancària), al compte corrent de l’AMPA de l’Institut Puig Castellar al BBVA:

ES6401829324920200017138

Al full d’ingrés o de transferència heu de fer constar com a conceptes la paraula Piano i el vostre nom i cognoms. Els noms dels donants podran fer-se públics més endavant (no la quantitat donada) i, en agraïment, tots els donants tindran dret a rebre entrades per als diferents concerts que s’organitzin al Puig Castellar al llarg del curs 2018-2019, a més d’un exemplar del llibre del Cinquantenari.

Gràcies a totes les persones que ens puguin fer un cop de mà i a totes les persones que no ho facin per les raons que siguin però que igualment simpatitzen amb el nostre projecte i el recolzen.

Entre tots fem el Puig! Entre tots aconseguirem un piano nou per a l’institut!

Comissió del Cinquantenari

Més informació: 50 anys

Adreça electrònica: 50anys@elpuig.xeill.net

Cap al 50è aniversari del Puig Castellar

El 28 de març de 2014, en aquest mateix blog, publicàvem la convocatòria de celebració del 45è aniversari i recollíem diverses targetes d’aniversaris del Puig Castellar que mostraven una línia de continuïtat al llarg dels anys: la voluntat de crear vincles d’afecte entre les persones que han passat pel nostre institut (professors, alumnes, personal no docent, famílies, col·laboradors, etc.). Aquesta voluntat ens porta ara a començar a preparar amb tot el nostre entusiasme els actes de commemoració dels 50 anys del Puig Castellar previstos per al curs vinent i a col·laborar en reunions preparatòries com aquesta a la qual ens invita a assistir i a participar-hi Carles Gil, el director.

Cap al 50è aniversari del Puig Castellar

Amigues i amics de l’Institut Puig Castellar, el curs que ve, 2018-2019, l’institut farà els 50 anys. Inaugurat l’octubre del curs 1968-1969, va ser el primer institut de Santa Coloma, i durant uns quants anys, l’únic. Si la construcció d’una escola o d’un institut és sempre una molt bona notícia en tot moment i arreu del món, imagineu l’any 68 l’edificacio del primer institut de la ciutat! Des de llavors Santa Coloma va ser més ciutat: més completa, més lliure.

I que el Puig, que llavors era nou de trinca, tot solitari enmig dels terrenys polsegosos i inhòspits de can Zam, en faci 50, i hagi viscut amb tota la intensitat tant per dins, a les aules, com per fora, al seu voltant, l’adveniment de la democràcia, la transformació urbanística de la ciutat, l’obertura d’altres instituts i la creació d’una espessa i dinàmica xarxa escolar; tot això fa que aquests 50 anys del Puig no siguin uns 50 anys ordinaris, sinó una veritable efemèride educativa, cultural i ciutadana.

Per això estem preparant un seguit d’actes i activitats commemoratives que donin el ressò degut a l’aniversari i se celebri amb l’alegria, l’emoció i el just orgull que mereix, i ens adrecem a la ciutat, a la comunitat educativa i, especialment, a tots aquells ciutadans que n’han estat alumnes, pares d’alumnes, professors o treballadors, perquè col·laborin en aquesta preparació. Així, us convidem a participar el proper 18 d’abril a les 18:00 a l’institut, a una reunió per començar a preparar l’esdeveniment.

Igualment, podeu deixar la vostra suggerència o el vostre comentari a l’esdeveniment en aquest blog mateix.

Moltes gràcies.

Carles Gil

Director de l’Institut Puig Castellar

 A més dels comentaris i suggeriments que podeu deixar a continuació d’aquestes ratlles, us animem a conèixer les primeres propostes de preparació de l’esdeveniment, a difondre aquesta convocatòria entre les vostres amistats i a enviar fotografies, dibuixos, records, documents i testimonis dels anys viscuts al Puig a la següent adreça:

50anys@elpuig.xeill.net

Us hi esperem el proper18 d’abril!

Gràcies per la vostra col·laboració.

La vida difícil

El proper 21 de març, al grup de lectura del nostre institut, comentarem el llibre de relats La vida difícil, de l’escriptor i dramaturg polonès Slawomir Mrozek. Amb aquest motiu, i per anar preparant el terreny d’altres possibles comentaris, presentem ara aquest article, que havia estat ja publicat al número 3 de la revista De 14 a 20.

La sintonia entre un polac i un polonès: Pere Calders i Slawomir Mrozek 

Abans de res, saludo l’Andreu Banús i en Joan Fernàndez, fundadors i ànima de la companyia teatral colomenca El Que Ma Queda de Teatre, i exalumnes del Puig, i els dono les gràcies per haver-me fet conèixer l’obra de Mrozek a través de l’adaptació dels contes d’aquest autor polonès i la fusió que en van fer amb els de Pere Calders en la seva obra Història de polacs i polonesos, estrenada el 2001.

Andreu Banús i Joan Fernández, en un assaig al Teatre Sagarra de Santa Coloma de Gramenet, on va estrenar-se l’obra Història de polacs i polonesos

No són de la mateixa època ni van viure al mateix país, ni tenen llengües germanes però tots dos escriptors, a més de ser uns mestres del relat curt —de vegades hipercurt o microrelat com es diu darrerament— i de conrear un sorneguer sentit de l’humor, van saber el que era viure sota una fèrria dictadura política que no permetia la crítica ni tenia gaire sentit de l’humor. I tots dos van haver d’exiliar-se.

Slamowir Mrozek (1930-2013), entre joventut i maduresa

Mrozek, el polonès, és més trist i més clarament polític; Calders, el “polac”, és més costumista i surrealista. Cal explicar per als més joves que el terme “polac” (castellanisme del gentilici polonès, que és el correcte) referit a un català, en aquest cas a Pere Calders, és irònic ja que “polacos” es com es designava despectivament els catalans en èpoques no gaire llunyanes. El terme s’ha recuperat amb l’èxit de Polònia, el programa televisiu d’humor bàsicament polític.

Pere Calders (1912-1994) en la seva joventut

D’aquests dos grans narradors no recomano només un conte o uns quants sinó que en recomanaré un llibre de cada un tot esperant que siguin la porta d’entrada a la resta de les respectives obres. Són llibres breus, d’expressió i contingut concentrats, d’un minimalisme modern i precursor que comparteixen, i que els ha convertit en mestres de generacions posteriors de contistes.

Mrozek comparteix amb Calders una peculiar visió de les coses

  • Pere Calders (1912-1994), Invasió subtil i altres contes (1978)
  • Slawomir Mrozek (1930-2013), Joc d’atzar (2001)

Agustina Rico

Deu raons per llegir Lèxic Familiar

El passat mes de gener, al nostre Grup de lectura, vam comentar Lèxic familiar/Léxico familiar (1963), de Natalia Ginzburg. L’obra se situa entre la narrativa de creació, la reflexió sobre les relacions humanes i les memòries familiars. De fet, l’autora diu en moltes ocasions que escrivia sobre fets reals, amb noms autèntics, però que volia que es llegís com una novel·la. Són, doncs, unes memòries tractades amb unes llicències i una voluntat d’estil que les fan diferents del relat clàssic dels records de família. L’autora és l’escriptora, assagista, dramaturga, traductora, editora i política italiana Natalia Levi, coneguda com a Natalia Ginzburg en adoptar el cognom del seu primer marit, Leone Ginzburg, destacat intel·lectual italià antifeixista d’origen rus (de l’Ucraïna actual) mort a la presó amb només 35 anys per les tortures sofertes com a opositor al règim feixista liderat per Benito Mussolini.

Placa a la memòria de Leone a la casa on va viure

A manera de resum d’idees, plantejo una mena de “decàleg” d’aspectes de la pròpia obra o de caire lateral que fan de Lèxic familiar/Léxico familiar una obra destacable i recomanable.

  1. La descoberta d’una autora desconeguda per a molts lectors fora d’Itàlia o coneguda només de nom, oculta entre els brillants noms de poetes i novel·listes de la seva generació, amb els quals compartí amistat, idees polítiques i , en alguns casos, orígens jueus i viure a la ciutat de Torí: Italo Calvino, Giorgio Bassani (El jardí del Finzi Contini), Carlo Levi, Primo Levi, Cesare Pavese i el cineasta Pasolini, entre altres.

Pier Paolo Pasolini, Natalia Ginzburg y Giorgio Bassani

  1. La reflexió sobre les relacions humanes agafant la família com a microcosmos. En el cas de la seva, una culta família jueva de classe mitjana, amb un pater familias de forta personalitat i caràcter autoritari, destacat científic, antifeixista com la resta de la família i víctima de la repressió, com alguns dels seus fills i gendres.

El pare, Giuseppe Levi, històleg

Rita Levi-Montalcini

  1. La recerca sobre el pare de Natàlia ens porta fins a la seva col·laboradora més destacada: Rita Levi-Montalcini (Tori, 1909-Roma, 2012), científica especialitzada en neurologia, Premi Nobel (1986) pels seus descobriments en el factor de creixement nerviós. Mentre treballava amb Giuseppe Levi, Benito Mussolini implantà a Itàlia les lleis de defensa de la raça que prohibien a tota persona jueva l’accés a una carrera acadèmica o professional. En el transcurs de la Segona Guerra Mundial va continuar estudiant d’amagat en un laboratori que muntà a casa seva on treballava sobre el creixement de les fibres nervioses en embrions de pollastre.
  1. El repàs de les pàgines més negres de la història de la Itàlia del segle XX i, per extensió d’Europa. La persecució dels jueus i la repressió que va caure sobre ells en forma de discriminació, d’empresonament, d’exili, de desterrament, de tortures i de mort, totes elles viscudes per la família Levi i per famílies emparentades amb ells, com el jove enginyer Olivetti (cunyat de Natàlia i fill del propietari de la firma de màquines d’escriure; una gran fàbrica d’aquesta empresa era l’edifici que actualmente ocupa un centre comercial a la Plaça de les Glòries).

Antiga fàbrica de Hispano Olivetti al carrer Pallars del Poble Nou

La nova fàbrica Olivetti, construïda el 1942 a la Gran Via-Plaça de les Glòries. Va ser una de les més grans del món de l’empresa italiana, una de les firmes líder en màquines d’escriure fins l’arribada dels ordinadors.

  1. Encara que en el llibre no se’n fa més que una referència molt de passada, com en altres aspectes de la vida de la parella que formà Natalia amb Leone Ginzburg, sí queda prou palesa l’empremta que els va deixar el poblet de Pizzoli, als Abruzzos, on va ser desterrada la família, que ja tenia tres criatures. Com ells i tants altres, l’escriptor Carlo Levi també va ser desterrat, en el seu cas en la regió de Basilicata, al sud. L’experiència viscuda inspirà la novel·la autobiogràfica Crist s’aturà a Éboli/Cristo se paró en Éboli (1945), retrat del sud oblidat, denúncia de la misèria i l’abandonament d’un territori on, a manera de metàfora, Crist no hi va arribar.

Els Ginzburg, com Carlo Levi, van ser castigats amb el confino, desterrament a poblets remots

  1. Entre els seus amics, rememorar d’una manera especial les figures del narrador i poeta Cesare Pavese i del cineasta Pier Paolo Pasolini. Una bona ocasió per tornar a l’obra d’aquests dos enormes creadors i figures tocades per la tragèdia.

Fitxa policial de Cesare Pavese

Natalia Ginzburg és Maria de Betània a la pel·lícula Il vangelo secondo Matteo (1964) (L’evangeli segons Mateu), de Pier Paolo Pasolini

  1. La no idealització de la vida familiar. Ginzburg pulveritza el clixé de la família nombrosa feliç i, en el cas de les famílies italianes, sorollosa i riallera. A la família hi ha afinitats i distància, conflicte entre la idea de mare-maternal que agradaria a alguns fills i la mare real —més frívola i juvenil—, hi ha conflictes entre germans, dictadura paterna amb expressions verbals que avui no passarien el filtre de la correcció, i un cert isolament de Natalia. Tampoc entre les dones de la família apareixen lligams de confiança i afectivitat, cosa de la qual es queixa la mare respecte a Natalia (“no em dóna cordill”).
  1. La manca de sentit tràgic o no voler abundar en la tragèdia. Natalia Ginzburg passa de puntetes per aspectes molt íntims, especialmente curiosa és la forma com de passada en referir-se a la seva pròpia família, la parella que formà amb el seu primer marit, Leone Ginzburg, i la repressió política que el portà a la mort. És com si l’autora digués sense verbalitzar-ho que la protagonista és la família que es va trobar en venir al món, que l’accent de l’obra és als orígens.

Torí, la ciutat on viu la família en els anys de Lèxic familiar

  1. El sentit de l’humor i el costumisme com a mecanismes de defensa davant l’adversitat. En l’obra, els detalls de la vida quotidiana, fins en episodis molt durs, són agafadors on aferrar-se per no caure. La fermesa de conviccions al costat dels costums que ajuden a fer la vida més fàcil. Estil detallista i minimalista al mateix temps. Passa d’esquitllentes per passatges d’un dramatisme colpidor com l’empresonament del pare i el germà, i la mort del marit, i el propi exili, i de moments feliços com l’enamorament i relació amb el seu marit i el naixement dels seus fills. Hi ha punts de contacte amb les obres de teatre de Giorgio de Filippo, com Dissabte, diumenge i dilluns, per citar una de les que han tingut més èxit al teatre barceloní en els darrers anys.

El 1983 va ser elegida com a diputada del PCI (Partit Comunista Italià). Amb Sandro Pertini, president de la República Italiana (1978-1985)

10.  La valoració del llenguatge en el sentit més ampli, i de les parles en concret. Llengües, dialectes, parles del nord d’Italia i el propi parlar de la família formen un conglomerat indestriable del que són ells mateixos. És una d’aquelles obres que et fan conscient del que perds no podent-la llegir en tota la seva plenitud. És una obra per rememorar llocs visitats o per incentivar el desig del viatge. Milà i Torí, Palermo i Roma, Trieste, Florència, Venècia, els Abruzzos, etc. I, per qui en pugui gaudir, és una rica deu cultural i lingüística: venecià, piamontés, triestí…

Natalia Levi (Natalia Ginzburg) (Palermo, 1916-Roma, 1991)

Agustina Rico

Sobre la neutralidad de red

Estos días los medios de comunicación han explicado que el organismo regulador de las comunicaciones en EEUU, la FCC, ha decidido suspender la legislación que protegía la neutralidad de red. Legislación que había entrado en vigor durante el 2015.

En cuanto se conocieron las intenciones de la FCC de acabar con la legislación que protegía la neutralidad de red se organizó una protesta en Internet. Muchos usuarios, e incluso las personas que han creado la tecnología que se utiliza en la red, decidieron intentar que la FCC desistiera de su propósito.

No lo han logrado, pero inmediatamente después de que la FCC haya tomado su decisión ya han llegado los primeros pleitos. Por lo que está por ver qué sucederá finalmente.

¿Qué es la neutralidad de la red?

La neutralidad de red ha sido una de las características de Internet tal y como la hemos conocido desde sus orígenes. Así la legislación que entró en vigor en 2015 se hizo para proteger algo que ya existía en el funcionamiento normal de la red.

Una definición exacta y completa sobre la neutralidad de red tiene que tratar sobre muchos detalles, pero esta idea se puede expresar de manera básica al decir:

“La red es neutral cuando transporta las comunicaciones de los usuarios sin discriminar por usuario, servicio, equipo, país, o cualquier otro factor.”

Así, por ejemplo, si dos usuarios de la misma ciudad tienen acceso a Internet no resulta razonable que uno pueda enviar correos electrónicos a Tokio y otro no. O que se obligue a los usuarios a utilizar determinado equipo, SO o navegador. O que, porque quizás el proveedor de servicios que utilizan tiene interés en que accedan a su propia enciclopedia de pago, no les permita (o les dificulte) el acceso a Wikipedia.

Pero para comprender mejor qué quiere decir esto puede ayudar tener una idea de cómo funciona Internet.

Una descripción de Internet sin demasiados detalles.

Internet es una red global que presta multitud de servicios, algunos de los más conocidos son: la web, el correo electrónico, el intercambio de archivos con P2P, videoconferencia y prácticamente cualquier servicio de comunicación imaginable.

Pero esta red que se extiende por todo el mundo utiliza diferentes tipos de enlace: fibra óptica, cables submarinos, radioenlaces, enlaces satélite y también tecnologías que podemos ver en nuestras redes de área local como Ethernet o WiFi. Y por supuesto todo esto no es de un solo propietario, así que si miramos con más detalle nuestra red global descubrimos que realmente son muchas redes interconectadas.

Por ejemplo, en el siguiente esquema se pueden ver algunos de los cables submarinos que muestra la web Submarine Cable Map. Cada cable puede tener un dueño diferente y, en definitiva, es un trozo de Internet.

Cables submarinos de https://www.submarinecablemap.com/

Por todos estos enlaces se transmite el tráfico de los usuarios de Internet, tráfico que está constituido formado por unidades que se llaman paquetes IP (es decir, paquetes del Protocolo de Internet). Así cuando los usuarios acceden a la web, envían correos electrónicos o juegan en red, están transmitiendo y recibiendo paquetes IP.

Y en Internet, tal y como la conocemos hasta ahora, esos paquetes IP se mueven de extremo a extremo sin incurrir en mayores costes por la distancia recorrida y sin ningún tipo de discriminación por origen, destino, aplicación, etc… Todos reciben el mismo trato de la red y esto es lo que llamamos la neutralidad de la red.

Si la red es un conjunto de redes, ¿dónde se intercambia el tráfico entre ellas? ISPs y puntos neutros de Internet.

Para un usuario doméstico de Internet el acceso a la red se produce a través de un proveedor de servicio de Internet (Internet Service Provider, ISP). Un ISP acostumbra a ser una empresa que tiende su propia red para facturar a los clientes que se quieren abonar. Esta red es una de las que forma Internet y en ocasiones puede ser muy grande al extenderse por el territorio de todo un país, pero aún así los clientes no se abonan para comunicarse con los usuarios de esta red (o no de manera exclusiva). Porque si bien la red de un ISP puede ser grande y tener muchos contenidos, Internet aún es más grande y tiene más contenidos. Así que, en general, los usuarios se abonan al ISP para poder comunicarse con otros usuarios de Internet (que estarán o no en el mismo ISP) y conectarse a servicios de Internet (que pueden estar en cualquier parte del mundo).

Por todo esto será necesario que el tráfico del usuario se transmita por la red del ISP que ha contratado y por diferentes redes hasta llegar a su destino.

Los puntos neutros de Internet son los lugares en los que se realiza el intercambio de tráfico entre los proveedores de servicio de Internet. Se trata de una infraestructura común en la que entran en contacto diferentes redes para intercambiar tráfico de manera voluntaria. Y este tráfico se intercambia de manera neutral. Es decir, quien decide participar en un punto neutro paga por cierta capacidad de intercambio de modo que puede entregar cierta cantidad de paquetes provenientes desde su red a otros participantes del punto neutro (que están obligados a aceptarlos). Del mismo modo que él está obligado a aceptar paquetes que provienen de los otros participantes del punto neutro.

Así los paquetes pueden ir cambiando de red en red para alcanzar su destino. Y las redes intermedias no bloquean o ralentizan este tráfico que pasa por ellas porque no tenga ni origen ni destino en ellas mismas.

Por volumen de tráfico intercambiado el mayor punto neutro de Internet es DE-CIX (Alemania). Se puede consultar la estadística de tráfico intercambiado y realmente es un volumen abrumador. En el momento de escribir esto hay momentos del día en los que se intercambia tráfico a cerca de 6 Tbps.

En Barcelona está el CATNIX, mucho menor, pero su web nos ofrece:

De esta manera es posible ver que entre los participantes de CATNIX hay organizaciones tan dispares como:

  • guifi.net: Una red de telecomunicaciones común, libre y neutral que está montada por entusiastas.
  • Telefonica: Una empresa de telecomunicaciones que entre otras cosas es el mayor ISP por estas latitudes.
  • Google: Una empresa tecnológica que ofrece servicios en Internet.

Es fácil suponer que estos tres participantes tienen diferentes objetivos pero, en el CATNIX, todos intercambian tráfico de manera neutral. Ninguno bloquea, ralentiza o filtra el tráfico que le envían los demás.

Si Internet ha sido neutral y los puntos neutros forman parte de su infraestructura. ¿Quién puede querer acabar con la neutralidad de red? ¿Y por qué?

Puede haber varios motivos para atacar la neutralidad de red, y entre ellos, los económicos son los más evidentes.

La red conecta a muchos actores con diferentes papeles. Los ISPs cobran a sus clientes directos por el acceso a Internet, pero los usuarios pueden utilizar muchos servicios gratuitos (como los de Google, Facebook, etc..) o de pago (como los de Netflix, HBO, etc..). En uno y otro caso, tanto los que prestan servicios gratuitos como los que prestan servicios de pago, ganan dinero a partir de sus usuarios. De manera que los ISPs pueden caer en la tentación de creer que Internet es suya y que deben obtener una porción del beneficio que obtienen terceros que utilizan esta red.

Por ejemplo Telefonica ya cobra a sus usuarios por el acceso a Internet. Pero viendo que otras compañías que ofrecen servicios y/o contenidos ganan dinero con estos usuarios reclaman una parte.

Esto lo puede ilustrar rápidamente César Alierta cuando era presidente de Telefónica. Dejo el corte en un momento en el que afirma que las redes son suyas (y de otros ISPs) pero todo el vídeo ilustra la mar de bien lo que piensa.

Por otro lado las empresas que ofrecen servicios en Internet (Google, Facebook, Netflix, HBO, …) no están interesadas en pagar a los ISPs. Su postura puede ir desde movimientos tácticos como los de Google con Google Fiber, que allí donde está desplegado (un área extremadamente pequeña de EEUU) deja en ridículo las ofertas de otros ISPs, a la greña como en el caso de Netflix/Telefónica.

Telefónica tiene su propio servicio de series y películas, de modo que Netflix es competencia directa. Por esta razón Telefónica no ha querido llegar a acuerdos de intercambio de tráfico con Netflix sin que Netflix pague al ISP.

Pero las noticias sobre el fin de la neutralidad de red están provocadas por un cambio de legislación en EEUU. ¿Qué ha sucedido?

Pues ha sucedido que Ajit Pai, que es el presidente de la FCC que ha propuesto acabar con la legislación de protección de la neutralidad de red.

Ajit Pai, presidente de la FCC.

Ajit proviene de Verizon, uno de los ISPs más grandes de EEUU. El origen de Verizon está en la decisión judicial que obligó a AT&T a dividirse para evitar una situación monopolística. Y sí, a AT&T es a quien cita César Alierta como otro propietario de la red.

Desde el punto de vista de Verizon, que Ajit Pai defiende, es injusto que un ISP tenga que tratar todo el tráfico (incluso el de servicios rivales) con la misma velocidad. La red es suya, así que ellos deciden qué calidad (o incluso si se puede acceder) a cada servicio. ¿Os suena?

Las implicaciones son evidentes. Con neutralidad de red un usuario paga por determinado ancho de banda de acceso a Internet, pero utiliza Internet para lo que crea conveniente. No hay diferencia entre participar en Wikipedia, leer la prensa o ver vídeos, el ISP símplemente transporta el tráfico del usuario.

Pero sin neutralidad de red el acceso se puede compartimentar. Por ejemplo, el ISP portugués MEO oferta los siguientes packs:

Packs de acceso del ISP portugués MEO.

Como se puede ver por 4.99€/mes se puede disfrutar del pack MESSAGING que da acceso a unas cuantas aplicaciones de mensajería instantánea, pero no permite otro tipo de acceso. Si también se quieren ver vídeos será necesario contratar el pack VIDEO que permitirá el acceso a otros servicios.

Así ya no se trata de un acceso a Internet como el que conocemos, sino un acceso a algunos servicios de Internet.

Sin neutralidad de red el ISP decide qué tipo de acceso se obtiene en cada caso. Por ejemplo, la web de un medio que pague al proveedor puede cargar con mayor velocidad y las páginas de otros medios de comunicación pueden resultar penalizadas y obtener un mal rendimiento.

En la Internet que conocemos el usuario puede dirigirse a cualquier lugar. Sin neutralidad de red el ISP se arroga el derecho a decidir a qué se puede acceder y en qué condiciones. De modo que Internet sin neutralidad de red ya no es el espacio de participación al que estamos acostumbrados, sino el parque temático que nos ofrezca nuestro proveedor.

Enlaces:

  1. Vint Cerf, Tim Berners-Lee, and 19 other technologists pen letter asking FCC to save net neutrality.
  2. Estadísticas de tráfico en diferentes puntos neutros: DE-CIX (Frankfurt), MSK-IX (Moscú), CATNIX (Barcelona)

La balada del cafè trist

Club de lectura (20-12-21017): Reflejos en un ojo dorado. La balada del cafè trist

Comentaré aquestes dues novel·les de Carson McCullers, citant-les en castellà, la primera, en la traducció de María Campuzano (editorial Seix Barral), i en català, la segona, en la traducció de Yannick Garcia Porres (L’altra editorial), perquè són les que tinc a mà.

L’autora

Nascuda a Georgia, EEUU, es deia Lula Carson Smith, però als 13 anys, quan volia fer-se concertista de piano, va suprimir el nom i es feia dir pel cognom. A partir del seu matrimoni, als 20 anys, amb James Reeves McCullers, va adoptar el nom pel qual seria coneguda. Viuria 50 anys (del 1917 al 1967) patint des dels 15 de molt mala salut. Com veieu, celebrem el centenari del seu naixement, i amb tota la raó: les seves cinc novel·les, dues obres teatrals, narracions breus, poesia per a criatures, són d’altíssima qualitat. També hi hem de comptar les memòries, Iluminación y fulgor nocturno, de publicació pòstuma (l’autora mateixa diu que es va basar en les nombroses cartes escrites al seu marit, del qual s’havia divorciat; s’havien recasat i separat en diverses ocasions. Quan va escriure les memòries, ell ja era mort per suïcidi). Avui dia hi ha un acord ampli de públic i crítica en aquesta valoració. De fet, la seva primera novel.la, El cor és un caçador solitari, va ser admirada de seguida, però la segona, Reflejos en un ojo dorado, fou rebuda amb fredor i incomprensió, segons el seu amic i col·laborador, Tennessee Williams. Tots dos autors formen part d’un potent grup literari d’escriptors del sud dels Estats Units, dels anys 30 als 60, encapçalats per William Faulkner, i on destaca Flannery O’Connor, entre d’altres. Se’ls acusava de tractar temes “espantosos” amb personatges extrems. Potser sí que els unia o caracteritzava l’interès pel que en podríem dir el mal, a part de la focalització en la seva societat del Sud. Més que no pas l’estil, ben diferent el d’uns del d’altres: Faulkner, de frase llarga, retorçada, i de recursos formals tan atrevits com posar en boca d’un deficient mental tota la narració de la primera part de El soroll i la fúria; contraposat a l’estil concís de Carson McCullers. L’adaptació al cinema i al teatre de les seves novel·les segellen l’èxit. En concret, hi ha una famosa versió cinematogràfica de Reflejos en un ojo dorado. Tot i així l’absència de McCullers en llistes dels millors escriptors nord-americans que corren per internet tan injusta— em fa pensar que continua essent una escriptora de culte.

Els títols

Comentar dues novel·les a la vegada pot afavorir confusions, però pot tenir l’avantatge de deixar més clara la importància de la unitat estètica i de temes de l’autora tot al llarg de la seva producció, el que se’n diu la creació d’un món literari. Miraré de sortir-me’n. Em fixo en el detall dels títols. La primera novel·la, que va començar dient-se The mute (El mut), títol denotatiu que senyala el personatge principal, va ser rebatejada com El cor és un caçador solitari. Aquest preciós títol resumeix una teoria de l’amor d’arrel platònica que es desarrolla de manera manifesta en la que és considerada la seva obra mestra: La balada del cafè trist. En canvi, aquest hagués pogut ser el títol de la primera novel·la, ja que té un caire més social, més dispers i també un cafè és el punt central de trobada dels personatges. Pel que fa a Reflejos en un ojo dorado trobem la referència del títol dins la novel·la mateixa. Anacleto, un majordom filipí, arruga un paper sobre el que estava dibuixant— i el tira al foc. Mirant les flames descriu així la imatge que hi veu:

Un pavo real de una especie de verde fantasmal. Con un inmenso ojo dorado. Y en el ojo, reflejos de algo delicado y…

    Esforzándose por encontrar la palabra adecuada, levantó la mano con el pulgar y el índice unidos. Su mano formó en la pared una gran sombra, a su espalda.

     —Delicado y…

    —Grotesco —añadió Alison.

    Anacleto asintió:

    —Exacto.”

Aquí hi ha una definició de l’estètica de McCullers, que busca allò delicat, de bellesa espiritual, quasi inefable, dels anhels humans (la que veu en el foc) i l’ombra grotesca (la que es reflecteix a la paret). Això val per a tota la seva producció, però precisament en el cas de Reflejos… no hi ha personatges tradicionalment considerats grotescos pel físic, com l’excels mut de El cor… o l’enamoradís geperut i la inoblidable dona homenot de La balada… Els de Reflejos… són personatges tràgics, encara que també projecten la seva ombra grotesca de forma més subtil, més “normal”. El que vol remarcar l’autora és com pot ser de pertorbadora la normalitat, la violència soterrada que pot arribar a amagar.

El bé i el mal

Acostumem a considerar que allò que ens beneficia és un bé i allò que ens perjudica, un mal. La natura reparteix béns i mals de forma caòtica i sense cap intenció. Simplement les coses succeeixen per motius aleatoris. Per exemple, els individus poden posseir una combinació perillosa de dons (com ara ser més propensos que altres a la venjança, a patir rancúnia, ressentiment, enveja, a ser actius, dominants i tot això amb una intel·ligència mediocre) que l’impulsen a fer mal quan són contrariats. D’altres tendeixen més a la passivitat o l’altruisme radical, característiques que porten a no fer mal o a mirar d’afavorir els altres sense finalitats egoistes. La majoria potser tingui un repertori de dons més o menys equilibrats entre un extrem i l’altre. Aclareixo aquests conceptes tan comuns per descartar un enfocament metafísic, que pot ser present en Flannery O’Connor, però no en McCullers, que es manté en una perspectiva naturalista.

¿Són extremosos els personatges de Reflejos…? Recordem que aquesta és una crítica que es feia als escriptors del sud en general i va ser la raó de la freda acollida d’aquesta segona novel·la de McCullers, segons bastants crítics americans de l’època. Tots els personatges de la novel·la es fan mal, però no perquè siguin especialment dolents. Tots ells tenen algun aspecte que els eleva i els permet compartir la bellesa del món, pel seu físic, la posició social i la bona salut, els interessos intel·lectuals, la capacitat d’entrega, o per disfrutar de la música, de la naturalesa… (també el geperut de La balada… té alguna capacitat d’aquestes). El problema són més aviat les circumstàncies, tan tradicionals, tan assumides, que se’ns fa difícil veure com perverteixen els personatges. Ells fan patir o han fet mal a algú per inconsciència, per poder, perquè busquen satisfer millor els seus desitjos sexuals sense trencar cap compromís social, perquè, per l’educació que han rebut, són incapaços d’acceptar obertament la seva homosexualitat. Fins i tot el personatge que sembla no fer mal a ningú, se’l fa a si mateix (aquella horrible automutilació dels mugrons, que Alison es fa amb les tisores de podar!). Només el criat filipí de l’Alison sublima amb èxit els seus impulsos sexuals a través d’una adoració per la seva mestressa i no fa mal a ningú; es buida a si mateix en l’entrega total a un amor sense sexe. Tota la resta és tràgica. Això ens ve a dir que la societat ha volgut constrènyer la naturalesa, posant-li una mena de camises de força institucionals o morals que encara provoquen més mal del que d’una forma caòtica infligeix la natura. El que veritablement va molestar, quan aparegué l’obra, és que la autora —que llavors tenia només 24 anys— situés la tragedia en un fort militar, una institució honorable, i que ens parlés de la violència que no es veu, “la violencia que no se llama violencia y sólo se llama jerarquía o se llama matrimonio, o se llama doma o se llama roturación del terreno es tanto o más violenta que la guerra para la que los militares se preparan”, dit en paraules de Cristina Morales (pàg. 11). M’admira que una autora tan jove veiés com l’autorepressió i la jerarquia provoquen transferències o substitucions: el capità sent atracció pel comandant, que és amant de la seva dona, però evita pertorbar l’ordre desviant l’atenció i el desig cap a un soldat. El capità evita atacar la seva dona —que deu ser el que li ve de gust per esbravar la frustració per tot el que es reprimeix i per la impotència que sent amb ella— i ho fa amb el cavall d’ella: una cavalcada intensa i desbocada com un coit amb molta brega, d’èxtasi, seguida d’una sessió d’humiliació i tortura de la pobra bèstia. El final —que no explicaré— està ple de sentit en el marc tant de la jerarquía assumida, com de la teoria sobre l’amor que sosté l’autora al llarg de tota la seva producció.

A La balada… hi ha un dolent de mena, del tipus descrit al principi d’aquest apartat. Perquè no hi hagi dubte, té un germà bo, del tipus passiu (la naturalesa reparteix dons de forma desigual també entre germans). Tots dos són supervivents d’una família desgraciada i han sofert les mateixes penalitats i la mateixa sort: ser acollits per una dona bona. Només l’amor intens, actiu, que arriba a sentir el dolent de mena el transforma i el porta a fer el bé, fins que arriba el desengany de qui inverteix molt en l’amor sense èxit. El bé té, doncs, alguna oportunitat?

L’amor

L’amor és un trencacors. La teoria que està a la base de tota l’obra de McCullers segueix de molt a prop l’exposada per Plató a El Banquet . L’autora la fa explícita a La balada…:

Val a dir d’entrada que l’amor és una experiència compartida entre dues persones, però que sigui compartida no vol dir que sigui semblant per als dos implicats. Existeix l’amant i l’amat, però són de països diferents. Sovint l’amat només és l’estímul de tot l’amor acumulat que l’amant atesora en silenci des de fa temps. I en certa manera això ho sap qualsevol amant. Sent dins l’ànima que el seu amor és cosa solitària. [Recordeu aquí el títol de la seva primera novel·la:’El cor és un caçador solitari]. Coneix llavors una solitud nova i estranya i aquest coneixement és el que li causa patiment. Així que a l’amant només li queda una opció: ha de donar aixopluc dins seu tan bé com pugui a aquest amor; ha de crear tot un món interior de cap i de nou: un món intens i estrany, complet en ell mateix.”

A Reflejos… hi ha cadenes no tancades, o tancades per diferents bandes, d’amants i amats; l’amat d’un és l’amant d’un altre: la cadena trencacors. A La balada… hi ha un trio. En aquest sentit el procés de l’amor pot ser descrit amb una riquesa de recursos admirable. Está més concentrat en pocs personatges. Veiem com l’amor porta el bé. L’amant no sols cuida l’amat, sinó que crea un ambient al seu voltant, un món on l’amat s’hi senti bé. El café de la balada s’omple de vida, tot floreix mentre l’amant disfruta del objecte del seu amor i tothom se’n beneficia. La parella és grotesca: la dona homenot i el geperut d’orelles grosses. Tan se val. Aquesta relació es pot produir entre dos éssers d’edats ben diferents, de sexes iguals i afectar “a qualsevol criatura humana sobre la faç de la terra”. Quan arriba l’hora de la venjança a La balada —l’agent d’aquesta venjança és el dolent de mena— només queda l’odi i la tristesa. Tot el món creat decau, s’acaba.

El curiós és que, encara que sembla que hi surti perdent l’amant perquè la seva dependència és major i, de fet, és qui odia amb més intensitat quan l’amor s’acaba —o transfereix l’odi a la persona que li sembla culpable de la seva pèrdua— l’autora diu que tothom s’estima més ser amant. L’amat viu aclaparat per les atencions de l’amant i a vegades ni tan sols està al cas que és estimat.

L’estil

És concís, intens. Tens la sensació que no es dispersa, que sap sempre on va. Un estil fet de perspicàcia psicológica i de poder poètic i que bascula entre allò que és bell i el que és grotesc.

Exemples… un per mostrar el grau d’obsessió i d’atracció del capità per un soldat. El seguia “Y cuando el soldado entró en el cuartel, el capitán siguió sentado en su coche mirando la fachada del edificio”. Un altre per mostrar el grau de compenetració i d’entrega del filipí cap a la seva mestressa: “Anacleto preparó el medicamento de Alison y se puso a hacer muecas por ella mientras Alison lo bebía”. I encara un tercer per mostrar la capacitat de síntesi: “¿Qué se espera de un hombre que entra en el ejército? Sólo se espera de él que siga los talones que le preceden”.

La narradora ronda sovint al voltant del misteri dels impulsos humans perquè ells es resisteixen a ser “compresos” en el sentit profund de la paraula. Misteri que et pot dur a l’èxtasi i l’espant, com el sentiment que es desprèn d’aquella música que evoca la narradora al final de La balada… cantada per uns presidiaris: “És una música que eixampla el cor i qui l’escolta queda glaçat d’èxtasi i d’espant (…) ¿D’on surt aquesta brigada, que és capaç de fer una música com aquella? Doncs només són dotze mortals, set negres i cinc blancs, de la contrada. Només dotze mortals, però junts.”

I un altre aspecte important de l’estil és que sap crear intriga. De manera molt sintètica anuncia uns fets i deixa que es vagin aclarint a poc a poc posteriorment, com ara al principi de Reflejos…: “Hay en el Sur un fuerte donde, hace pocos años, se cometió un asesinato. Los participantes en esta tragedia fueron: dos oficiales, un soldado, dos mujeres, un filipino y un caballo.” ¿Oi, que agafen ganes de seguir a veure com va anar això? Doncs, afanyeu-vos a llegir el llibre.

Mercè Romaní Alfonso

Pedro Páramo

El centenario del nacimiento de un autor puede ser una ocasión propicia para leer o releer alguno de sus libros. Para leer a Juan Rulfo (1917-1986) no se necesitan excusas; si no se tiene tiempo, uno se lo inventa: releerlo es un placer garantizado. En nuestro club de lectura comentamos el último miércoles de noviembre El llano en llamas y Pedro Páramo. Dejemos escrito aquí algo de lo que allí se dijo antes de que el tiempo y la desmemoria se cobren su parte. Esos dos libros juntos no superan las 250 páginas; si a ellas se añaden las 50 de El gallo de oro (novela corta), tendremos la casi totalidad de lo que Rulfo nos dejó como herencia literaria (no hablaremos ahora, por valiosos que sean, de documentos personales como sus Cartas a Clara ni de su extraordinario legado como fotógrafo, del que damos alguna muestra más abajo).

El llano en llamas (1953) recoge diecisiete cuentos ambientados en el mundo rural del estado de Jalisco. Sus personajes son, en general, campesinos que tratan de sobrevivir en un medio hostil azuzados por la pobreza, la violencia, las supersticiones religiosas y la aspereza de la tierra, a veces con el telón de fondo de la Revolución mexicana (así, en el que da título al conjunto, “El llano en llamas”). Algunas de las historias se cuentan en primera persona (“Es que somos muy pobres”, “Macario”, “Talpa”…); otras en tercera (“El hombre”, “La noche que lo dejaron solo”..); en otros cuentos predomina el diálogo entre dos personajes y la figura del narrador queda relegada (“El día del derrumbe”, “No oyes ladrar los perros”…). En todos ellos admira el lenguaje, tocado por la gracia, la exactitud y la expresividad, como si no fuera fruto de artificio del novelista sino emanación natural del alma de cada personaje. Pero al leer la novela después de conocer estos cuentos el lector puede pensar que aunque son relatos autónomos, independientes, con un sentido en sí mismos, parecen un aperitivo o una preparación para adentrarse en el mundo de Pedro Páramo (1955), no sólo porque unos escenifiquen enfrentamientos entre padres e hijos (“Paso del norte”, “En la madrugada”, “La herencia de Matilde Arcángel”…) y otros giren en torno a la venganza como forma más inmediata de resolver conflictos (“¡Diles que no me maten!”, “Acuérdate”…), sino porque en algunos de ellos (“Nos han dado la tierra”, “Luvina”…) se entrevén la maldición, la esterilidad y la tristeza que se ciernen sobre Comala, ese infierno en la tierra en el que se desarrolla la novela.

Cuando treinta años después Rulfo visitó San Gabriel, el pueblo de Jalisco donde había transcurrido su infancia, se quedó conmocionado. El pueblo se había despoblado; había pasado de tener más de siete mil habitantes a tener unos ciento cincuenta. El olvido y la soledad parecían haberse adueñado del lugar. De esa imagen desolada y polvorienta nació en su imaginación Comala, palabra que remite a una pequeña ciudad del estado de Colima, pero también a un comal, es decir, a un plato de cerámica tradicional que se pone sobre las brasas para cocer o calentar las tortillas de maíz. Y en esa Comala imaginaria a la que llega Juan Preciado en busca de su padre sitúa Rulfo la historia de su personaje principal, Pedro Páramo, nombre y apellido igualmente cargados de significación: Pedro deriva de la palabra latina petrus, piedra, y en cuanto a un páramo, es un tipo de terreno yermo, seco y desamparado. Por eso, como ya quedamos advertidos por el título, no nos extraña que algunos de los personajes que encuentra Juan Preciado en el secarral de Comala se deshagan como si estuvieran hechos de tierra y otros se desvanezcan como si fueran de aire. Y, en fin, como los topónimos no suelen ser gratuitos y su significado originario puede servir para comprender mejor el paisaje, tampoco resultará extraño descubrir que la palabra Jalisco, de origen náhuatl, significa “en el arenal”.

La novela se compone de setenta viñetas de desigual extensión protagonizadas por distintas voces narrativas y diversos puntos de vista. Con ese desorden formal el autor nos recuerda que la complejidad de la realidad no puede abarcarse en su totalidad desde un solo ángulo. El tiempo narrativo no sigue siempre un curso lineal, sino que algunos fragmentos se intercalan sin continuidad cronológica con los anteriores. Se trata de reproducir un microcosmos social y humano violentado, roto, del que parecen faltar algunas piezas que el lector tiene que imaginar. De hecho, este tipo de estructura (aparentemente caótica, pero muy planificada) requiere una lectura más atenta y menos confiada frente a lo que dicen algunos personajes (por ejemplo, cuando se alude al supuesto matrimonio de Susana San Juan… ¿fue un hecho real o son figuraciones de ella?).

El arranque del relato no puede olvidarse: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera.” Así que ya sabemos que Juan Preciado, que no lleva el apellido paterno sino el materno (además de llamarse como el novelista), habla desde Comala (dice “vine”, no “fui”, como Rulfo había escrito inicialmente), adonde llega siete días después de la muerte de su madre. De sus palabras deducimos que nuestro narrador no parece haber sido educado en el respeto a su padre (“un tal Pedro Páramo”), y adentrándonos en la novela entenderemos por qué es esto así: Pedro Páramo le había arrebatado sus propiedades a Dolores Preciado antes de repudiarla. Además, Juan le ha prometido a su madre en el lecho de muerte que buscaría a su padre, y esas promesas suelen considerarse sagradas a poco que uno tenga dignidad. Esto nos proporciona una de los temas de la novela: la búsqueda del padre a quien no se conoce. La madre le ha imbuido a Juan la nostalgia de Comala y le ha dado su manera de ver el mundo (“Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver”) y sus recuerdos del lugar, pues le dijo: “Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche”. Y al toparnos con este pasaje resuena en la memoria la descripción del Edén en la Biblia: “Había plantado el Señor Dios desde el principio un jardín delicioso […] y en donde había hecho nacer de la tierra misma toda suerte de árboles hermosos a la vista, y de frutos suaves al paladar”. Por si no fuera bastante, para acabar de convencerlo, su madre, mientras agonizaba, le ha prometido a Juan que “allá [en Comala] me oirás mejor. Estaré más cerca de ti. Encontrarás más cercana la voz de mis recuerdos que la de mi muerte, si es que alguna vez la muerte ha tenido alguna voz.” Con estos alicientes, ¿cómo podría Juan resistirse a reencontrarse con su madre en una Comala paradisíaca? De hecho, en este momento podemos empezar a dudar de qué busca Juan Preciado en Comala: ¿encontrar a su padre, recuperar el paraíso perdido donde nació o volver a escuchar la voz de su madre?

Respecto a que Comala pueda ser un paraíso perdido como su madre le había hecho creer, muy pronto conocerá Juan Preciado el gusto amargo de la desilusión. Cuando se va acercando al pueblo se cruza con un arriero, Abundio, con el que entabla conversación. Al quejarse Juan del calor asfixiante (“Era ese tiempo de la canícula, cuando el aire de agosto sopla caliente, envenenado por el olor podrido de las saponarias”), el arriero le contesta con una coda cargada de humor negro: “Sí, y esto no es nada […] Cálmese. Ya lo sentirá más fuerte cuando lleguemos a Comala. Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno. Con decirle que muchos de los que allí se mueren, al llegar al infierno regresan por su cobija.” No, Comala no es el paraíso, sino un comal, la tapadera del infierno mismo, y Juan encontrará allí el reverso de todo lo que busca. Para empezar, ni siquiera se interesa cuando Abundio le dice que también él es hijo de Pedro Páramo, a quien define como “un rencor vivo” o, lo que es lo mismo, según sabremos más adelante, un rencor que sigue viviendo después de que quien lo  provocó y quienes lo sufrieron, como el mismo Abundio, hayan muerto. Un rencor eterno.

Tras el encuentro con ese hermano sobrevenido que le informa también de que “Pedro Páramo murió hace muchos años”, Juan Preciado, que no reacciona ante la noticia (como si no la hubiera oído o le resultara indiferente), entra en el pueblo y se sorprende de la desolación que emana. Le llama la atención que no haya niños jugando por las calles (no hay pueblo más triste que aquel que se ha quedado sin niños) y empieza a vislumbrar presencias furtivas que rehúyen el contacto; los tejados de las casas están hundidos y las puertas desvencijadas. Una mujer, Eduviges Dyada, le revela que él tenía que haber sido hijo suyo: “Pues sí, yo estuve a punto de ser tu madre. ¿Nunca te platicó [tu madre] nada de esto?”. “No. Sólo me contaba cosas buenas. De usted vine a saber por el arriero que me trajo hasta aquí, un tal Abundio.” Eduviges le cuenta cómo su madre en la noche de bodas le había pedido que la sustituyera en el lecho matrimonial, y así lo hizo sin que el marido, Pedro Páramo, advirtiera la sustitución por estar borracho. Más tarde descubrimos que todo esto Juan Preciado, muerto (de espanto) a los dos días de haber llegado a Comala, se lo está contando a alguien, ¿a quién? A Dorotea, la alcahueta, que ha sido enterrada en la misma tumba que él. A partir de ese momento ya tenemos una clave de la novela: en la conversación que van tejiendo Juan Preciado y Dorotea se van intercalando voces procedentes de otras tumbas vecinas. Y, además de esas voces de difuntos que suenan leves como murmullos (Rulfo había pensado inicialmente en titular su novela Los murmullos), se intercala cada vez con más frecuencia el relato fragmentado de un narrador omnisciente cuyo nombre no llegamos a conocer pero a quien Rulfo ha querido colocar al mismo nivel y con el mismo crédito que a sus personajes de ultratumba. La función principal de este narrador es reconstruir, desde el punto de vista de algunos de los personajes principales, diferentes etapas de la trayectoria de Pedro Páramo y retratarlo en su condición de cacique despótico y de propietario de la hacienda y de la vida de las gentes del entorno, es decir,  como un señor feudal taciturno, cruel y libidinoso. Por eso el destino de Comala y de sus habitantes depende de su arbitrio: él decide vengarse y dejar morir a Comala cuando observa que los lugareños celebran una fiesta en lugar de guardar luto por la muerte de Susana San Juan, a quien había forzado a compartir el lecho después de haberla deseado desde niño sin posibilidad de ser correspondido. Pedro Páramo no concibe vivir el duelo por Susana sin vengarse de Comala: “Me cruzaré de brazos y Comala se morirá de hambre.” Y ese pueblo muerto es el que encuentra Juan Preciado cuando llega para reclamarle su parte a Pedro Páramo: “No vayas a pedirle nada. Exígele lo nuestro. Lo que estuvo obligado a darme y nunca me dio… El olvido en que nos tuvo, mi hijo, cóbraselo caro”, le había exhortado su madre.

Como pasa con todas las grandes obras, las interpretaciones y los comentarios de esta novela no pueden agotar sus significados. En cada nueva lectura, en cada nuevo comentario, acaba por descubrirse siempre algo nuevo en ella que se nos había hurtado la vez anterior. Sin tratar de enumerar todas las líneas temáticas que la recorren, nos conformaremos con señalar algunas.

Las relaciones padre-hijo aparecen bajo diferentes configuraciones. Juan Preciado y Abundio Martínez representan dos formas distintas de bastardía: el primero busca a su padre para exigirle sus derechos; el segundo, que lo conoce y lo odia, se reencuentra con él para matarlo. Asociado a esta búsqueda del padre estaría el subtema del descenso al mundo de los muertos que protagoniza Juan Preciado, aunque, de hecho, como hemos planteado más arriba, en su descenso puede entreverse una doble finalidad: ¿busca al padre o quiere sentirse más cerca de la madre? En cualquier caso, en su figura antiheroica parecen resonar, salvando las distancias, ecos remotos de otros exploradores del más allá; por ejemplo, de Ulises, que habla en el Hades con su madre, Anticlea, y de Eneas, que se reencuentra con la sombra de su padre, Anquises (Juan Preciado no regresa al mundo de los vivos, al contrario que esos personajes míticos). En cuanto al propio Pedro Páramo en relación a su padre, Lucas Páramo, representa al hijo que venga exhaustivamente el asesinato de su padre siguiendo el viejo precepto revanchista de que quien a hierro mata a hierro tiene que morir. Caso distinto es el de Miguel Páramo, éste sí reconocido y bendecido por su padre, acaso porque se parece a él en su instinto violento y en su faceta de burlador de mujeres, sean ancianas (Damiana Cisneros) o jóvenes (Ana Rentería). Su muerte prematura por accidente representa para Pedro Páramo un duro golpe pero no una circunstancia que le lleve al arrepentimiento o a un cambio de conducta. Al fin y al cabo, no debemos olvidar dos cosas: la primera, que, recién nacido Miguel, Rentería se lo lleva a Pedro Páramo (“Don Pedro, la mamá murió al alumbrarlo. Dijo que era de usted. Aquí lo tiene”), la reacción más inmediata del cacique es rechazarlo, devolverlo a quien se lo ofrece; la segunda, que, cuando se entera de que su hijo ha muerto, antes de lamentarlo quiere saber quién lo ha matado para vengarse. En las dos circunstancias se pone de manifiesto el verdadero ser de Pedro Páramo: es un depredador, no un padre amante de sus hijos.

Si los hijos varones parecen buscar al padre, en los personajes femeninos de la obra, al menos en los más destacados, funciona un sentimiento distinto: buscan un hijo más que un marido. Llama la atención que abunden las mujeres que añoran la existencia de un hijo soñado o no tenido, como Eduviges, Dorotea, Justina y Damiana, todas ellas con vocación de madres vicarias de quienes tienen más a mano, sean hombres o mujeres. Frente a ellas sorprende el espíritu puro que representa Susana San Salvador, que no parece criatura del mundo material como reconoce Pedro Páramo, y quizás por esa misma espiritualidad no parece añorar ni sentir la falta de un hijo sino que se recrea y se sacia hasta el éxtasis con Florencio, una figura masculina nacida de su imaginación y a la que Pedro Páramo no podrá nunca vencer (los fantasmas alentados por el deseo insatisfecho son imbatibles).

La identidad caciquil de Pedro Páramo recuerda la de los caudillos latinoamericanos, tan frecuentes en la literatura de aquellos países. Ejerce una poderosa atracción entre sus subordinados, sean hombres o mujeres, a quienes doblega, manipula y utiliza sin compasión. Su capataz, Fulgor Sedano, que desconfiaba de él (no creía que pudiera inspirar miedo ni respeto) y había pensado que la hacienda se hundiría a la muerte del patriarca Lucas, no tardó en rendirle su admiración al comprobar su pétrea voluntad de dominio (Pedro Páramo no necesitaba dar explicaciones para ser obedecido). Lo mismo pasa con el abogado, Gerardo, que, fascinado por la impenetrabilidad de su patrón, renuncia a marcharse de Comala y acepta seguir trapicheando y lavando los trapos sucios de los Páramo.

Otro caso de subordinación al cacique lo encarna el padre Rentería a pesar de que Miguel Páramo le matara a un hermano y violara a una sobrina suya. Rentería perdona los pecados de los poderosos pero no es capaz de darle una absolución y una esperanza a Dorotea cuando se confiesa de haber sido la alcahueta de Miguel Páramo. Sin embargo, es un personaje atormentado que tampoco consigue ser absuelto de sus pecados de encubrimiento. El papel de Rentería en la obra nos lleva a pensar en la interesada colaboración de la Iglesia con los poderosos y en el triste y servil papel de algunos de sus miembros, pero cuando se echa al monte para participar en el alzamiento de los cristeros (un movimiento populista, reaccionario y contrario al laicismo del Estado) parece inclinado a cambiar de rumbo y a romper las amarras con que lo ataba Páramo.

En cuanto a Damasio Tilcuate, matón al servicio del cacique, su intervención contribuye a hacer más visible el trasfondo político (la Revolución mexicana) en el que transcurre parte de la obra. Siguiendo las órdenes de su patrón, encabeza un pelotón de sublevados para manipularlos y ponerlos al servicio de los poderosos. Es decir, representa la revolución traicionada sobre las cuales se asienta la historia política del país.

Otra línea del argumento, nutrida de las creencias religiosas católicas pero también de tradiciones ancestrales de la cultura mexicana, la tendríamos en la presencia de las ánimas en pena que pululan por Comala, condenadas al desasosiego por no haber purgado debidamente sus faltas mientras vivían. Tienen una conciencia tan fuerte del pecado que les lleva a decir, como a la hermana de Donis, que el pecado mancha la cara y mancha el alma (“¿No me ve el pecado? ¿No ve esas manchas moradas como de jiote que me llenan de arriba abajo? Y eso es sólo por fuera; por dentro estoy hecha un mar de lodo”).

Pero, en fin, si tuviéramos que mencionar uno solo de los temas preponderantes de la novela, sin desmerecer los otros de los que venimos hablando, quizás podríamos hablar del desengaño, de tanto arraigo en la literatura clásica española, y en ese sentido podríamos recurrir una vez más al propio texto, concretamente a una parte del diálogo entre Juan Preciado y Dorotea.

“¿Qué viniste a hacer aquí?”, le pregunta Dorotea. “Ya te lo dije en un principio. Vine a buscar a Pedro Páramo, que según parece fue mi padre. Me trajo la ilusión”, contesta Juan Preciado. “¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido. Pagué con eso la deuda de encontrar a mi hijo, que no fue, por decirlo así, sino una ilusión más; porque nunca tuve ningún hijo. Ahora que estoy muerta me he dado tiempo para pensar y enterarme de todo”, replica Dorotea. Y a poco que repasemos uno por uno a los personajes veremos que todos han sido víctimas de su personal ilusión, empezando por Dolores Preciado, la madre de Juan, quien, pobre, al saber por mediación de Fulgor Sedano que Pedro Páramo quería casarse con ella, se había dicho a sí misma: “¡Qué felicidad! ¡Oh qué felicidad! Gracias, Dios, por darme a don Pedro. […] Aunque después me aborrezca”. Claro que eso lo había pensado antes de desengañarse, antes de descubrir la despiada condición de Pedro Páramo y las verdaderas razones (económicas) que lo empujaron a casarse con ella. Es decir, demasiado tarde, como ocurre con frecuencia cuando sobreviene el desengaño y ya no hay tiempo para enmendar los errores ni la oportunidad de volver atrás. Y es que ilusión es uno de los nombres que le damos a la capacidad de autoengaño. Rulfo no quería aleccionar, sin duda; eso hubiera sido demasiado primario y hubiera restado mérito a su obra. Además, nadie escarmienta en cabeza ajena; cada uno necesita escoger las ilusiones con las que mejor puede confortarse hasta que encuentren su cauce o su vacío, quién sabe. Sin embargo, ahí quedan la historia de Comala y el desengaño de Juan Preciado (y de otros personajes), que quiere marcharse del lugar a poco de haber llegado. Igual que quedan el paisaje desolado del entorno y, como una maldición bíblica, su escueta descripción: “Desde entonces la tierra se quedó baldía y como en ruinas”.

En definitiva, Rulfo consiguió con esta novela darnos el alma doliente de México y el lector, con el ánimo sobrecogido, se lo agradece cada vez que vuelve a leerla.

F. Gallardo

[Procedencia de las ilustraciones: todas las fotos en blanco y negro, menos la primera, tomada de la Enciclopedia Británica, son obra del propio Juan Rulfo; las dos pinturas (ilustraciones número 5 y 7) pertenecen a Antonio López; en cuanto a la ilustración número 3, cuyo autor es Basilio Sainz,  corresponde a Sarnago, un pueblo de Soria.]