Se suspende la función

¿Qué pueden hacer los trabajadores —los tramoyistas, la taquillera, el portero, la señora de la limpieza, etc.— de una sala de teatro si ven que corren el riesgo de quedarse sin trabajo por no haber llegado los actores de la compañía que tiene que representar la obra prevista? ¿Anunciar que se suspende la representación, devolver el dinero al público y cerrar la sala? ¿Buscar otras soluciones más imaginativas que les ayuden a salvar su sueldo? A esas preguntas y a otras similares tienen que responder los personajes de Se suspende la función, la  obra de Fernando Lalana que un grupo de alumnos de 3º de ESO, dirigidos por la profesora Vanessa Cáceres, representó, por partida doble, el pasado 20 de diciembre, en la sala de actos del instituto. A la primera sesión (a las 16.30 h), asistieron los alumnos  de 1º y 2º de ESO, y a la segunda (a las 18.30 h), familiares de los actores, compañeros de diferentes cursos y público en general. [Puede leerse la ficha técnica siguiendo este enlace.]

Como esta obra va dirigida básicamente a un público joven —aunque, por supuesto, el público adulto también puede disfrutarla—, en la edición publicada por la editorial Anaya, el autor —especializado en teatro infantil y juvenil— facilita, además de extensas acotaciones escénicas que resultan muy útiles para la representación, numerosas aclaraciones sobre el carácter y el sentido de esta comedia —a la que él mismo califica como “gamberrada” teatral por la sorpresa que produce que tenga que suspenderse la función. Así, por ejemplo, subraya que, detrás de la apariencia cómica de la obra, hay un par de cosas serias que pueden suscitar el debate: “la revolución de los humildes y las oportunidades que, a veces, te brinda la vida” […] y “guiños muy claros a asuntos de cierto interés social (la presencia inevitable de la publicidad o el final, con el teatro convertido en un bingo)”.

En cuanto al argumento, después del prólogo y antes de la presentación de los personajes y de observaciones sobre la escenografía, la música y el vestuario, el autor nos ofrece este comentario:

“Aunque se iba a representar una obra, nunca llegaremos a saber cuál es o de qué trata. Todo ocurre en tiempo real, sin pausas y a un ritmo endiablado. Los actores no se han presentado, el público ya está sentado en las butacas y hay que levantar el telón. No, no hay que levantarlo porque ya estaba arriba y ahora todos saben que hay problemas. Es mejor que los espectadores se vayan a su casa. No, que no se vayan. Que sí. Que no. Mejor, hacemos nosotros la función. ¿Qué función? ¿Hay una función? La obra. ¿Qué obra? No sé. Una obra. Cualquier obra. Una de piratas, de princesas, de gánsters… ¡La que sea! No se vayan, que volveremos enseguida. ¡Publicidad!”

Si por las respuestas de los espectadores (risas, aplausos, ambiente de entusiasmo, coloquio con los actores…) ya pudimos calibrar en su momento el éxito de la representación, ahora abrimos esta entrada en el blog para acoger los comentarios escritos que sobre la obra se nos hagan llegar.