La autora de este reportaje, Mar Joaniquet, es geógrafa formada en cooperación internacional. Activista por los derechos humanos, lleva 20 años trabajando como voluntaria de la ONG Survival Internacional, que defiende los derechos de los pueblos indígenas. En los últimos años ha trabajado de cooperante en África y ha apoyado a colectivos migrantes de Barcelona, como el Sindicato de Manteros y el de las Mujeres Cuidadoras sin Papeles. A través de sus reportajes transmite la voz de personas en riesgo de exclusión y denuncia el empobrecimiento y el expolio de los países del Sur perpetrado por Occidente. Para mostrar un ejemplo de la riqueza cultural que aportan los emigrantes africanos a la sociedad occidental, le hemos pedido permiso para reeditar esta entrevista suya, publicada anteriormente en Catalunya Plural, con dos músicos de Camerún que reivindican la necesidad de empoderar la música africana de origen popular.
Más allá de la música: ÉrickAliana y Picket, dos músicos de Camerún en Barcelona
“Si perdemos la cultura, perdemos nuestra riqueza”
Paseamos por los barrios de Barcelona, y los cantos y danzas surgen espontáneos tras la marcha. Y es que Érik Aliana lleva la música en el interior de su ser, de donde emana con su talento y con la sinceridad de sus palabras. A su paso, el cantante camerunés multiinstrumentista interactúa felizmente, tanto con músicos de la calle, como con personas que juegan al ping-pong en una plaza de la Barceloneta, a las que les pide compartir una partida. A la brillante gama de su voz única le acompaña el bajista Picket. Ambos forman un dúo de sonoridad musical con gran complicidad y son dignos de ser vistos en el escenario. Ya en el ensayo de sonido hacen vibrar a los espectadores: los transportan más allá de la música, una música que conecta desde lo tradicional hasta lo universal. Los korongos (guitarras) y percusiones tradicionales se acompasan con sus voces. Voces que narran temas desde el patrimonio ancestral y cultural de su país hasta la destrucción que provoca la fabricación de las armas.
—¿Cómo aprendisteis el arte de la música? ¿En qué se inspira?
Érik.— En nuestra juventud, cuando empezamos a tocar música, estábamos inspirados en la vida local, en la manera de ser de nuestro pueblo, en los ancianos. De niños aprendimos las cosas que existen en nuestro hogar, la forma de vivir, de cantar. Yo quería transmitir la manera de entender el respeto, los valores, ciertos ritos y danzas, las relaciones con los padres y la familia, con la naturaleza y la forma como hablamos de Dios, quien es más grande que la religión. Amaba la música, mas no sabía que sería músico. Mi padre quería que fuese médico o abogado. Pero empecé a cantar en mi tierra natal, en Camerún. Yo diría que la nuestra no es exactamente música tradicional. Si los occidentales van a las regiones donde las personas tocan los tambores desde hace miles de años y lo registran, lo pueden transformar en música moderna con las tecnologías. La música es la pulsión, y la que hacemos nosotros es la música primaria.
—¿Cuánto tiempo lleváis trabajando juntos?
Picket.— Hace casi 20 años que nos encontramos en Camerún. En 2003 viajamos a Francia al Festival Musiques Métisses de Angoulême, y allí nos descubrió el público francés: fuimos la revelación del festival. En 2004 nos invitaron a la siguiente edición, y a partir de ese momento viajamos por EEUU, a Nueva York y las Vegas. Después fuimos a Asia, Japón y Corea. Luego ya nos asentamos en Francia. No lo hacemos por negocio sino para compartir nuestra música con otras personas y que puedan conocernos. Nuestra música abre, ayuda, es universal.
Érik. —En mi vida he encontrado a gente muy interesante. En un momento dado mi corazón me habló: Picket era el único que comprendía lo que yo hacía. Él me ha permitido ser yo mismo y expresar lo que hay en mi interior. Simplemente respeta lo que soy y respeta lo que hago. La amistad, la complicidad y la fraternidad nos unen. Nos inspiraron muchos, pero aún no tenía mi estilo definido. En el momento que me pregunté quién soy yo, y qué hago con mi música, surgió el proyecto de Just my Soul. Nosotros no tocamos la música, la vivimos desde dentro.
—Tenéis una música singular, de gran personalidad artística. Utilizáis polifonías y polirritmos. ¿Revelan algo de cómo se comunican los pigmeos u otras etnias ancestrales?
Érik.—Los pueblos de Camerún tienen técnicas vocales y una manera de hablar extraordinaria que todavía no estaba explotada. La entonación de las lenguas africanas es muy rica: sube, baja, ríe, llora, cae, juega, y nosotros utilizamos estas múltiples variedades tonales. En Camerún tenemos la suerte de que nuestros antepasados ya permitían la mezcla entre las diferentes etnias, y así se formó nuestra diversidad cultural mestiza.
Con la edad, Picket y yo reflexionamos: ¿por qué tocamos música de esta manera? ¿De dónde viene este estilo? Lo hacemos de forma inconsciente, no surge de la escuela. Y empezamos a investigar para comprenderlo, estudiando la historia antigua de nuestros pueblos, de nuestros reyes, como las civilizaciones egipcias, del Congo y de Etiopía. Y nos dimos cuenta de que teníamos diferentes estilos musicales según las diferentes regiones de África. Observamos que las formas musicales de nuestros ancestros se basan en muchos ritmos, o sea en la polirritmia. Y los ritmos son la vida. No era magia, no era música de conservatorio. Esto lo constatamos cuando leímos los escritos de los investigadores alemanes, pues nuestra transmisión es oral y no había nada escrito sobre ello. El encuentro con el percusionista francés François Kokelaere nos concienció de lo que estábamos creando. Nos dijo que actualmente la música africana estaba a punto de morir, pues los africanos tocaban para satisfacer a los occidentales y algunos occidentales los utilizaban para hacer negocio. Reconoció nuestro trabajo y nos hizo ver que lo que hacíamos inspiraba al mundo. Hemos creado una expresión de la sabiduría de nuestro país muy especial que no se encuentra dentro ni fuera de nuestras las fronteras.
Si te paras un momento, te das cuenta que la vida cotidiana está hecha de polifonía: el canto de los pájaros, el coche que pasa, las voces de la gente,… Con la calma, nuestros antepasados podían escuchar cómo hablaba la vida. Pero la tecnología nos destruye porque nos trae exceso de información inútil, y nos pone enfermos, Si estás calmado, escucharás los sonidos y te sanarán.
—En vuestras canciones exponéis el saqueo de los recursos de África por parte de Occidente.
Picket.—África está llena de riquezas. Durante la colonización, se organizó en 1885 la Conferencia de Berlín, en la que los países europeos se repartieron África y comenzó la explotación sistemática. Redistribuyeron nuestro continente y nuestros recursos. Muchos grupos étnicos se han quedado divididos por las fronteras que trazaron los colonizadores sin respetar nuestra cultura.
La naturaleza nos dio toda esta riqueza, pero cuando hablamos de cooperación hace falta que se haga dentro de la equidad. Por ejemplo en Camerún, Francia no ha de fijar los precios de las materias de primas. Si no lo aceptas, te pueden matar. Desde los años 60 han sido asesinados más de 20 jefes de estado. Nos han impuesto un modelo de vida y cultura que no se parece a la nuestra. ¡Camerún no vendrá aquí a Barcelona e impondrá su cultura!
Érik.— En nuestro álbum de Just my soul hemos evocado un poco esto. Vemos, por ejemplo, un país como Francia que no nos deja desarrollarnos por nosotros mismos ni ser libres. ¡Hace ya dos siglos que están en nuestro país! Francia tiene la primera gran reserva de oro, pero no tiene minas: lo extrae de Mali, Burkina Faso, Senegal… Nosotros no tenemos industrias porque cuando África quiere impulsar procesos de industrialización, desde Occidente hacen lo posible para impedir esta política. La electricidad de Francia se alimenta principalmente de centrales nucleares que utilizan uranio. ¿De dónde se extrae este mineral? Esto tiene que acabarse.
En este sentido forma parte de dicho álbum la canción de “La Razón”, y la razón no es ni blanca ni negra, ni asiática ni sudamericana. La razón es el buen sentido: cada uno en su lugar se organiza a su manera según su razón, y además hay una razón universal que se comparte por el mundo entero y con sentimientos de justicia.
—En el concierto de la librería Panafricana estabais acompañados de libros con historias de vuestro continente como la de Thomas Sankara. Es uno dela veintena de presidentes asesinados que comentabais, que Intentó liberarse de los dictados del Banco Mundial y el FMI. ¿Unas palabras sobre esta gran figura?
Érik.—Lo resumo así: es la estrella que el Universo nos envió.
Picket.—Es la memoria de África. Fue el mejor presidente del mundo en esa época.
—¿Cómo veis la juventud de los países africanos? Por ejemplo, en Senegal con el lema “Basta Ya”, se han rebelado en estos últimos meses contra el neocolonialismo.
Érik.—Los jóvenes actualmente son conscientes de que nuestros antepasados fueron víctimas del expolio y masacrados por las armas. Ellos dicen: ¡”NO MÁS!”. Por otro lado ven que en otras partes del mundo la juventud vive bien la vida mientras otros sufren en el planeta, y eso es lo que difundimos en el álbum Just my Soul.
Las manifestaciones continuarán aunque cambien los jefes de Estado, pues el problema es que todavía nos dirigen los países que nos colonizaron. La vida africana mejoraría mucho si los occidentales cambiaran su modo de vida consumiendo menos, para distribuir los recursos mejor, y si en África las materias primas se vendieran a un precio justo al extranjero.
Con la gran depresión de 1929 la gente cambió por necesidad en Occidente. Hace falta que modifiquemos la mentalidad y cambiar el sistema actual. Cuando cambie la conciencia general de las personas surgirán nuevos dirigentes. Paralelamente, los países se tendrían que organizar para eliminar la corrupción. Habría que rehacer nuestro país y nuestro sistema democrático partiendo de nuestra tradición, pues actualmente la Constitución está dictada por Francia. Seguimos trabajando para la liberación de África, para la liberación del hombre negro. Tardará, pero llegará.
Picket.— Los jóvenes se están movilizando, son actualmente reivindicativos y con razón.
—Habéis visitado la tienda Top Manta, del Sindicato Popular de Vendedores Ambulantes, formado por muchas personas africanas que llegaron a través de la migración forzada, llamada “clandestina”. ¿Cómo lo vivís en vuestro país?
Érik .—Hay dos tipos de migración: la más importante es la internacional de las empresas que entraron clandestinamente en nuestro país y que no pagan impuestos. El Gobierno lo acepta, pues la República de Camerún fue creada para provecho de Francia quien escogió a los primeros dirigentes. En nuestro país, no consideramos extranjeros las personas que llegan de países limítrofes, pues no podemos llamar migración el cruzar un río o una cordillera. Para nosotros los únicos clandestinos son las entidades extranjeras que nos saquean los recursos.
—¿Un canto de esperanza para los países del continente Africano?
Érik.—Veo una esperanza para África. Porque todo cambia. En todas las partes del mundo (europeos, asiáticos,…) empiezan a comprender que hace falta preservar África, también para la humanidad. Me refiero a preservar la cultura, no a preservar la materias primas que están allí desde hace miles de años. Puede ser que no lo veamos nosotros, puede ser que lo vean los hijos de nuestros nietos o bisnietos…
Picket.— Si veo la esperanza, pues ha habido un avance en muchos terrenos, como en la alfabetización y en las nuevas tecnologías o en las redes sociales. Sin embargo, lo primero es que dejen de expoliar a nuestros países y que no se organicen guerras. Queremos ser libres, pues nuestras instituciones todavía son afines al estado francés.
—¿Creéis que a través de vuestra música se puede reducir el racismo en los países occidentales?
Érik.— Sobre todo en Just my Soul con Picket, las canciones impactan sobre la gente cada vez que vamos a los conciertos. En nuestra música buscamos lo universal.
Hay una parte del mundo que le molesta el hombre negro, la piel negra. Y siempre está en confrontación con nosotros. Aquí mismo nos han interceptado en la estación de Renfe de Sants por el solo hecho de ser “negros” mientras veíamos cómo los demás pasajeros pasaban libremente No era para pedir el test del COVID precisamente… A nuestros países vienen asiáticos, occidentales, y muchos se creen superiores. Fuera de las fronteras, han caricaturizado la cultura de África diciendo que somos robustos y fuertes, como un animal, pero también somos inteligentes, tenemos nuestra ciencia. Hemos ayudado a amigos occidentales, como Picket sobre organización y plano psicológico, o yo mismo sobre el conocimiento de la vida, de la existencia. Pedimos que nos respeten, y este es nuestro combate. Y difundiremos esto a través de nuestra música y en los encuentros, haya dos o dos mil personas.
—¿Habéis realizado talleres en el Instituto Francesc Ferrer y Guardia de Sant Joan Despí. ¿Cómo fue la experiencia con los jóvenes?
Érik.—Quiero insistir sobre la transmisión, pues sino se transmite, no hay nada. Me he dado cuenta que la música que hacemos es más que eso, lo sobrepasa. En mi infancia he aprendido y me he formado gracias a otras personas que han organizado mi comunidad y que me han transmitido valores. Ellos tenían la responsabilidad de mostrarnos como se desarrollaba la vida. Y hoy veo que no somos una cultura única, pues dentro de la cultura, del arte y de la tradición, hay expresiones diferentes de la vida que hacen que los niños y niñas se formen con unos determinados valores.
Desde el comienzo yo tocaba solo para los adultos. Fue en Japón que me di cuenta que los niños y niñas amaban lo que hacía, la expresión de mi pueblo tradicional y la mía personal. ¿Por qué? Porque la música es universal. Allí empecé a ver la importancia de lo que hacía. Fuimos a tocar a hospitales, escuelas y diferentes centros. Los niños han construido mi humildad, pues puedes actuar delante de miles de personas en un concierto y recibir aplausos, pero con los niños tengo el enorme placer de poder transmitir e intercambiar. En los talleres pienso en mi infancia, y escucho lo que construyo con ellos.
Aquí en el Instituto nos acogieron con mucho amor, con mucho respeto. Fueron muy humanos. A Picket y a mí nos sorprendió la gran capacidad de escucha y concentración que tuvieron los alumnos, además de sus habilidades como aprendices, pues respondieron muy bien. Cuando concluimos el taller en la escuela observé sus ojos, denotaban alegría. ¡Quería abrazarlos a todos! De esta experiencia ha surgido la idea de poder hacer en un futuro dos singles con ellos.
—¿Cómo os habéis sentido en Barcelona, ciudad nueva para vosotros?
Érik.—Ha sido maravilloso conocer esta ciudad y sus habitantes. La lengua es muy importante, y veo que en las vuestras hay una entonación variada y muchas expresiones, a diferencia de otros países europeos: vosotros habéis guardado la flor de la lengua, la energía, es parecida a la de los africanos.
Además, se puede respirar bien, hay mucha amplitud y espacio. Poder ver la fuerza del mar y que su olor se pueda sentir hasta en las partes altas de la ciudad… Y se conservan barrios antiguos como si fueran pueblos; vemos que las personas hacen vida al aire libre, y que son más abiertas que donde vivimos, en Francia. Os parecéis más a nosotros, y es como sentirnos en nuestra tierra, en casa.
Mar Joaniquet