Algún día este dolor

En la novela Algún día este dolor te será útil, de Peter Cameron, James Sveck, un joven neoyorkino de 18 años, nos cuenta en primera persona algunos episodios de la crisis emocional que atraviesa durante la primavera y el verano de 2003, cuando está a punto de ingresar en la universidad. James vive con su madre y con su hermana Gillian, y periódicamente visita y almuerza con su padre, un reconocido abogado a quien alguna vez —para evitar que siga hablando mal de la madre— tiene que recordarle que cuando alguien se separa de su cónyuge pierde el derecho a comentar las acciones o el carácter de su ex (pág. 43), al menos ante los hijos. Además, como en verano no tiene que ir a clase, James trabaja en la galería de arte de su madre como ayudante de John Webster, el asesor artístico, y, en sus ratos libres pasea a su perro (Miró, un caniche gigante). “Creo que todos hablamos más con Miró que entre nosotros”, resume James al hablar de la incomunicación y de las relaciones entre los demás miembros de su familia —aunque él mismo tiene el sueño de vivir solo y entregado a la lectura en una casa de campo, muy lejos del ambiente familiar.

Lo cierto es que James, que no tiene amigos de su edad —lo que preocupa a sus padres, que lo quieren, evidentemente, cada uno a su manera, aunque no lo entiendan—, manifiesta, en cambio, cariño e interés por otras dos personas de su entorno: su abuela materna, a quien visita a menudo en su casa de las afueras, y John Webster, quien busca pareja en las redes sociales. Las visitas de James a su abuela le cuestan algún reproche de su hermana Gillian: “Hay que ver lo raro que eres” (pág. 67), le dice por visitar a su abuela. Pero esas palabras no desentonan en un contexto familiar en el que escasea el contacto físico; así, por ejemplo, cuando su madre le acaricia en cierta ocasión, James observa: “Su mano en mi cara me producía una extraña sensación, una sensación de rara intimidad. No recordaba la última vez que me había tocado” (pág. 75). Con estos precedentes no es extraño que, en los momentos en que se siente más perdido, James busque la conversación con su abuela, quien, alentada por las confidencias de su nieto, le explica a su vez pacientemente el sentido de algunas experiencias dolorosas y nos da, de paso, un comentario del título del libro: “Tener malas experiencias a veces es una ayuda, te aclara más lo que deberías hacer. Sé que esto parece demasiado optimista, pero es cierto. Quienes solo han tenido buenas experiencias no son muy interesantes. Puede que estén contentos y sean felices de alguna manera, pero son superficiales. Ahora te parecerá un contratiempo, algo que te complica la vida, pero… es demasiado sencillo vivir sin complicaciones. […] Lo difícil es no dejarte abrumar por las malas rachas. No debes permitir que te derroten. Tienes que verlas como un regalo… un regalo cruel, pero regalo a fin de cuentas” (pág. 227). Con esas palabras parece que la abuela le dé la razón al filósofo Nietzsche, quien sostenía que lo que no nos mata nos fortalece, aunque naturalmente esta idea es muy discutible y no puede generalizarse, pues hay muchas clases de dolores y no de todos se extraen lecciones aprovechables para la vida.

 

En esta novela aparecen entreverados diversos temas: la incomunicación entre padres e hijos, la fragilidad psicológica de los jóvenes y su desorientación, el egocentrismo, la desunión familiar característica de la sociedad contemporánea, la frivolidad de las clases acomodadas, la huella que dejó la tragedia del 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York, la banalidad de cierto arte conceptual (en la galería de arte de la madre de James se exponen cubos de basura), etc. Para hablar de todo esto, de los personajes y de otros aspectos del libro, se celebraron ayer, 13 de marzo, en la biblioteca del instituto, la sesión del Club de Lectura 1 (jóvenes) y la correspondiente del Club de Lectura 2 (adultos). Y ahora, con esa misma finalidad, abrimos esta entrada en el blog, para que todos los que quieran, asistieran o no a esas sesiones, puedan darnos sus opiniones, comentarios y respuestas a la pregunta principal del libro: ¿puede sernos útil algún día el dolor de nuestros pesares juveniles?.